La alegría, una herencia familiar
FOTO: Eduardo Ortiz |
Camilo Ávila, productor de amaranto en Santiago Tulyehualco, delegación Xochimilco
Mi edad es de 63 años y desde que
tengo uso de razón me he dedicado
a la siembra y elaboración del
amaranto. De allí he sacado para la manutención
de mi familia.
En Santiago Tulyehuaco la producción del
amaranto viene de nuestros antepasados
que se dedicaron mucho a eso. En este pueblo
70 por ciento de las siembras son de
amaranto, son de temporal y las cosechas
se realizan entre noviembre y diciembre;
yo prefi ero hacerlo en diciembre porque
para entonces la planta está más seca y al
sacudirla suelta más fácilmente el amaranto.
Aquí siempre se ha cultivado también el
maíz y el frijol, y en menor medida el picante
y el tomate.
El amaranto es una herencia familiar. Mi
papá me decía “si trabajas el cerro, el campo,
nunca te va a faltar algo qué comer. Por
la falta de apoyos (subsidios públicos), he tenido
que buscar trabajo en otra parte como
policía bancario, para completar el gasto,
pero nunca dejé el campo y nunca lo dejaré;
lo seguiré trabajando conforme a mis posibilidades
y a mi único hijo varón, que es mecánico,
también le gusta mucho y de hecho
me ayuda. Mis tres hijas están casadas y se
dedican a cosas diferentes al campo, aunque
una de ellas sabe de apicultura y produce
jalea real y miel que yo utilizo en mis
dulces de amaranto y que también vendo en
un puesto que tengo en el mercado de Atzcapotzalco
junto con dulces cristalizados y
palomitas con miel que hace mi esposa.
Algo que preocupa es que antes toda la población
de Tulyehualco se dedicaba a producir
amaranto, ahora sólo lo hace alrededor de 15
por ciento. Hay mucha tierra ociosa, y es que
sin apoyo, casi no hay ganancia. Eso lo puedo
ver bien aunque no tengo muchos estudios,
llegué sólo a segundo año de secundaria. Yo no
heredé tierras porque un hermano de mi padre
se quedó con todo porque era el preferido
del abuelo; lo que hago es rentar tres hectáreas,
aunque actualmente sólo estoy trabajando
tres mil metros que me presta un familiar.
Tener amaranto es como un ahorro. Con una
inversión de 15 mil o 20 mil pesos por hectárea,
si mi cosecha es buena, obtengo 30 o 40
costalitos, si es regular 25 y si es mala 15 o
20. Cada costal tiene 25 cuartillos, o sea 37.5
kilos (cada cuartillo representa 1.5 kilos), claro
que tostado y reventado ya es hartito. Lo
guardo, y diario, diario, hago alegría; la mayor
parte la preparo con cacahuate, otra sola, y
también hago con chocolate, una que se llama
“tres leches” –con chocolate, chocolate
blanco y nuez molida– y pedidos especiales,
por ejemplo uno que hago para Silvia Pinal (la
actriz), con piñones y con nueces.
Guardo el amaranto tostado; hasta hace cinco
años lo tostaba yo mismo con comal de
barro, pero ahora ya pago para que entre al
tostado eléctrico. Todavía podría yo hacerlo
con comal, pero el carbón está muy caro y
hay que conseguirlo lejos, en Xochimilco.
A pesar de que se sabe de la riqueza del amaranto,
que tiene muchas proteínas y es nutritivo, y era un cultivo importante de los aztecas,
hay mucha gente que no lo aprecia. He oído a
algunas personas que se niegan a comprarle
alegrías a sus hijos; les dicen: “eso es una cochinada”.
Hay muchos compañeros que dicen
“ya no produzco, porque ya no vendo”. Esto
desmoraliza. Pero también hay personas que,
al contrario, me invitan a escuelas, como es
la Universidad Anáhuac, o algunas primarias,
incluso un colegio Salesiano, para que les vaya
a enseñar a los alumnos cómo se elaboran
las alegrías; a los niños les encanta ver cómo
hago las calaveritas para el Día de Muertos.
Yo hago obleítas chiquitas con muchas semillas
de amaranto y las vendo al DIF de Toluca.
El amaranto se produce en los cerros, pues
necesita muy poca humedad, pero la plantita
la producimos en almácigos, en las chinampas.
En esta época del año me levanto temprano,
doy gracias a Dios, voy al cerro a preparar
el terrenito para sembrar: lo escombro
y posteriormente con la yunta, con dos mulas
o caballos, que rento, hago el arado para voltear
la tierra, y en unos 15 o 20 días la plantita
que está en los almácigos ya tiene cinco centímetros, y en 20 o 25 días más alcanza los 10 o
12 centímetros y la trasplanto al cerro donde
le damos trabajo para que vaya hacia arriba.
Como fertilizante uso abono de res que compro,
y para el arado debo contratar peones,
que cobran muy caro y están escasos: hay que
pagarles 250 pesos por día y darles pulque o
cerveza, pues de otra forma no van. Además,
claro, cuando tengo peones trabajando mi esposa
pone una ollota con frijoles y chilito con
huevo o con carne para que coman.
Yo creo que tenemos que darle difusión al
amaranto, no dejar que se sigan perdiendo sus
tierras de producción, y es muy importante
que el gobierno lo apoye, y que apoye también
al campesino, porque muchas veces, como a
mi me ha pasado, nos corren las autoridades
cuando queremos vender en la calle. Por lo
pronto yo he hecho un folleto, con la ayuda de
un familiar que es maestro, para que mis clientes
en Azcapotzalco conozcan las bondades de
este alimento milenario (LER).
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