annes, 19 de mayo. Otro día fuerte para la sección oficial en el festival de Cannes. El miércoles comenzó con la proyección de la sudcoreana Shi (Poesía), del director Lee Chang-dong, cuya anterior Miryang (Brillo de sol secreto) fue una de las mejores competidoras de la edición de 2007. Valiéndose de una puesta en escena simple, muy diferente a la llamativa estilización mostrada por su paisano Im Sangsoo en La sirvienta, Lee enfoca a una señora mayor en el trance de descubrir que padece la enfermedad de Alzeheimer, así como la participación de su nieto adolescente en la violación múltiple y repetida de una compañera de escuela, hasta provocar su suicidio.
En el proceso de asimilar ambos conflictos, la mujer descubre en un taller de poesía su capacidad para revalorar la vida, apreciando la belleza oculta de las cosas, aun las peores. El tema es espinoso y podría dar lugar a la peor cursilada, pero Lee lo resuelve con la delicadeza y la sensibilidad asociadas a la poesía asiática. Uno tiembla de imaginar cómo sería su hipotético remake hollywoodense. Curiosamente, Shi es el contrapunto de Madeo (Madre), del también sudcoreano Bong Joon-ho y estrenada en Cannes el año pasado.
Si bien Biutiful pintaba una realidad sórdida y deprimente, el colmo del título irónico sería el de la rusa Schastie moe, que podría traducirse como Mi alegría. No hay nada alegre, ni siquiera positivo en la descripción que hace el debutante Serguei Losnitza de sus compatriotas. Lo que inicialmente parece ser una road movie, centrada en un camionero que transporta una carga de harina, pronto se transforma en una virulenta comedia negra. El estoico protagonista se vuelve víctima del abuso policiaco, del robo y otras formas de ultraje, sobre todo después que un golpe en la cabeza lo deja en calidad de bulto ambulante.
Losnitza interrumpe su narrativa con un par de flashbacks inusitados y el camino toma demasiadas desviaciones, algunas incomprensibles a primera vista. Sin embargo, hay en su implacable mirada un contraste entre la belleza del paisaje y la vileza de los personajes, que pinta a Rusia como una fuente natural de brutal corrupción. La carrera del cineasta se antoja promisoria.
El tercer estreno de la jornada fue motivo de otra controversia en este festival. Se ha reportado que la inclusión de Carlos, del francés Olivier Assayas, en la sección oficial fuera de competencia fue motivo de un acre desacuerdo entre Thierry Frémaux y Gilles Jacob, quien, apoyado por otros miembros del comité de selección, argumentaba que un telefilme no era digno de Cannes. Al final se le asignó una sola función para exhibir su duración total de cinco horas y media.
En rigor, se trata de una miniserie sobre el terrorista epónimo, notable en los años 70 del siglo pasado, que actualmente purga su sentencia en una cárcel francesa. Uno sólo se sintió obligado a ver la primera parte –que se transmite hoy mismo por Canal Plus–, centrada en el inicio de las actividades terroristas del venezolano, llamado en realidad Illich Ramírez Sánchez, hasta que casi es arrestado en París por los agentes de inteligencia local y él logra escapar a Yemen. Assayas adopta un funcional estilo directo, similar al ejercido por el alemán Uli Edel en La banda Baader-Meinhof (2008). (Cabe anotar que la actriz mexicana Martha Higareda aparece en varias escenas como una de las amantes latinoamericanas del protagonista.)
Sin duda, valdrá la pena ver Carlos no de un solo jalón, sino con las correspondientes pausas, cuando salga en devedé o sea transmitido por algún canal de cable. Pero uno sospecha que la controversia en Cannes fue generada a propósito para conseguirle más rating entre los suscriptores de Canal Plus.