unque Germán Castillo es más conocido como un importante director de teatro, sus textos –excepto los que se refieren a la creación poética– lo han acompañado a lo largo de toda su trayectoria, ya sea como adaptaciones y coautorías de obras ajenas, con hilados muy finos de otros textos en homenajes a algún autor, o con las muy escasas propias, De dos en fondo a ninguna parte y Ahí viene Pedro Infante. También docente, Castillo escribió Carreras para un grupo de ex alumnos de su Seminario de Actuación en el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, a los que impartió un taller y con los que, declara, intenta alcanzar un viejo proyecto al que llama Teatro Horizontal.
Carreras es un texto muy duro acerca de las posibilidades de felicidad en el amor y el éxito en la vida profesional de jóvenes recién egresados de la universidad. Su título juega con lo que conocemos como carrera, es decir el estudio de alguna profesión y, sobre todo, con la necesidad de triunfo en una sociedad cada vez más competitiva, por lo que sacrifican mucho de lo que podría ser positivo en sus vidas, la realización maternal en dos de las mujeres, la relación de pareja en casi todos. Estas muchachas y muchachos son muy diferentes entre sí, pero el autor establece una especie de ronda que los contacta, en algún caso con un personaje no universitario, como ese fotógrafo de falsos amaneramientos y ridículo acento francés al que recurre la modelo en decadencia y es patrón del universitario que vive en casa de los padres de su novia.
Todos ellos son perfectamente reconocibles y en la profunda frustración que los habita se encuentra la semilla de los actos que acometen y que truncan sus posibilidades de felicidad.
El autor estructura su drama en breves cuadros, antecedidos por monólogos en que muchachas y muchachos exponen su meta. Un presentador –que en el trazo escénico hace las veces del hombre negro del teatro oriental– da cuenta de cada cuadro a la manera de locutor deportivo pero sin los excesos de éstos. La escenografía del propio autor y director es muy sencilla, consiste en una especie de laberinto de pequeños módulos forrados de gruesa tela verde, que lo mismo recuerdan los obstáculos de una carrera física que sirven del moblaje necesario en cada caso. Los monólogos del principio se dan en medio de una falsa carrera, que se convierte en carrera real en cada cambio de escena –con asesoría de movimiento de Lorena Glintz y música original y diseño sonoro de Rodrigo Castillo– con los actores recorriendo a toda velocidad el círculo que rodea los módulos escenográficos antes de entrar a escena de dos en dos. En otro orden que el que expongo, la ronda se va formando. La pareja de lesbianas, la lesbiana con su confidente, la confidente con el marido al que empuja a ir a Japón, el marido con la modelo, la modelo con el fotógrafo, el fotógrafo con su empleado, el empleado con su mujer.
Las actrices y los actores –con vestuario y maquillaje de Pilar Boliver– empiezan una carrera, ésta tan difícil como la que escribió su maestro y muestran grandes diferencias en capacidades actorales y por ello me limitaré a dar sus nombres en el mismo orden alfabético del programa de mano: Nayelly Aguilar, Víctor Armando Calderón, Miguel del Castillo, Gabriela del Río, Tana Y. Mayrén, Marcos Mendoza, Luis Daniel Pérez, Elfega Sánchez y Liza Serrano. Espero que todos lleguen a sus meta, ya que tienen la posibilidad de ir afinando las posibles deficiencias de su formación escolar con un maestro que les abre oportunidades, tanto de superación como de espacios formales para presentarse ante un público no estudiantil.
El hecho de haber permanecido en un taller con Germán Castillo tras haber egresado del Colegio, muestra una firme vocación que no siempre se da entre los estudiantes de teatro de la Facultad. En efecto, este es un problema no menor, porque no hay pruebas de admisión en que se evalúen sus posibilidades en la actuación, sino que acceden como a cualquier otra licenciatura, y si bien hay fuentes de trabajo para ellos en diversas áreas, las y los que aspiran a ser actrices y actores se encuentran con que el corpus académico –con las excepciones de rigor, algunas tan importantes como Héctor Mendoza y el propio Germán– cuenta para esa especialidad con pocos miembros profesionales en activo y con trayectoria.