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El museo Reina Sofía alberga una exposición colectiva trangresora y laberíntica

Presentan en Madrid una visión crítica del bicentenario

Con la muestra Principio Potosí, el recinto se suma a la efeméride

Un grupo de artistas sostiene que la explotación de los pueblos originarios sigue, ahora por las multinacionales

Foto
Obra de Ines Doujak de la serie de collages titulada Yo soy, yo soy la reina de España, 2010 y un detalle de la instalación de María Galindo, Ave María, llena eres de rebeldía, 2010, que incluye una obra anónima de la Escuela de Potosí: el óleo Las novicias, siglo XVIII, forman parte de la exposición que reúne más de 20 propuestas estéticas y se exhibe en el recinto madrileñoFoto Cortesía del museo Reina Sofía
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de mayo de 2010, p. 3

Madrid, 11 de mayo. Si el mensaje oculto de la pintura colonial se pudiera resumir en dos frases, éstas serían: El conquistador es hombre, blanco, europeo, bello, divino, bueno, armado, erguido y civilizado, mientras el conquistado es feo, moreno, diabólico, animal, primitivo y pisoteado.

Principio Potosí: ¿cómo podemos cantar el canto del señor en tierra ajena? es una exposición transgresora, laberíntica y combativa que se muestra en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía, recinto que se suma así a los festejos del bicentenario con un mensaje nítido y actual: la denuncia sin paliativos de que la explotación de los pueblos originarios continúa, ahora a manos de las grandes multinacionales –europeas o estadunidenses–, que siguen saqueando los recursos naturales y perpetrando los mismos crímenes que cometieron en la época colonial.

Al menos así lo piensa y asegura un grupo de artistas contemporáneos que confrontan sus obras con la estética tradicional de la pintura colonial y que han montado una las exposiciones más sugerentes e importantes del año en España.

El Principio Potosí es universal y atemporal, por eso en su alegato discursivo no sólo hay figuras y cuadros que reflejan la severidad y crueldad de la colonización y cristianización de los pueblos indígenas de Bolivia, sino también se expone la más terrible explotación de los trabajadores de las minas en China, de los peones de la construcción en Dubai o de los campesinos en Rusia.

La muestra colectiva sugiere que la desigualdad, el abuso, la injusticia y la violencia son, como el Principio Potosí, también universales y atemporales.

La exposición es el punto de llegada de un largo e intenso debate discursivo, estético y político que tiene como trasfondo el cuestionamiento, mediante el arte, de los cimientos de nuestra civilización.

Hay un nuevo planteamiento de la modernidad con la tesis de que éste no tiene su origen y fundamento en el racionalismo y la Ilustración, sino en el proceso de expansión y explotación iniciado en el siglo XVI con el descubrimiento de riqueza bruta en territorio colonial.

Un proceso de colonización que, según los artistas y los comisarios, no sólo no ha concluido sino que en nuestra era es aún más implacable en su apropiación de los recursos naturales.

El punto de partida de la muestra son obras de la pintura colonial que surgió en el virreinato del Perú (actualmente Perú y Bolivia), que nació en los centros coloniales establecidos sobre las bases de la cultura andina en Cuzco y Potosí.

La exposición es una especie de laberinto en el que se aparecen, cual ciudades perdidas en un mundo caótico y amorfo, pequeños fogonazos de realidad; como los trabajadores de las minas –del siglo XVI y de nuestra era–, con sus pulmones destrozados y sus jornadas de 15 horas diarias. O los niños argentinos que sufren el deterioro paulatino, pero permanente del medio ambiente. O los trabajadores del ferrocarril en un país como China, que asume a su manera los preceptos más terribles del capitalismo. O, incluso, la contaminación social de Huelva, España, donde su ría ha sufrido desde antes del franquismo un deterioro que continúa hoy día.

Y así más de 20 obras que se han inspirado en otras piezas artísticas, pero de estética colonial y fechadas entre los siglos XVI y XVIII. Esta exposición, tan peculiar como importante para el director de la pinacoteca madrileña, Manuel Borja-Villel, ha sido posible gracias sobre todo a tres instituciones: el propio museo español, la alemana Haus Der Kulturen der Welt y, muy importante, al gobierno boliviano de Evo Morales y las propias comunidades originarias, las cuales tuvieron que aprobar el traslado de algunas de las piezas coloniales para lo que incluso fue necesario un decreto que autorizase su salida del país.

Los artistas que se inspiraron en las piezas coloniales, la mayoría con un mensaje nítido sobre esa visión maniquea de la conquista, son Ines Doujak, León Ferrari, Eduardo Molinari, Matthijs de Brujine, David Riff/ Dmitry Gutov, Isaías Griñolo, Sonia Abian, The Migrant Workers Home, Anna Artacker, Rogelio López Cuenca, Harun Farocki, María Galindo, Chto Delat, Konstanze Schmitt/ Ste-phan Dillemuth, Elvira Espejo, Zhao Liang y Marcelo Expósito.

Esta exposición se debe en gran medida al apoyo del director del Reina Sofía, quien desde que llegó al cargo se ha empeñado en transgredir los espacios de la pinacoteca, para que no viva al margen de las grandes crisis que afronta la civilización. De manera destacada, lo que él mismo llama la crisis sistémica del modelo neoliberal.

Borja-Villel explicó que “el Principio Potosí refleja una situación de explotación, de precarización laboral, de la cual la cultura es arte y parte, a la vez que la problematiza.

“Al crear una tensión entre las obras coloniales y un entorno ajeno a las mismas, el museo se barroquiza y actúa como las formas de resistencia indígena al proyecto colonizador. Se convierte en paradigma de una relación con el mundo en crisis que no soslaya el estado catastrófico del mismo mundo.”

Los comisarios Max Jorge Hinderer, Alice Creischer y Andreas Siekmann hacen referencia a los cuatro centros actuales de poder económico –Moscú, Pekín, Londres y Dubai– y a cuatro ejes conceptuales de la producción artística actual: Hegemonía, Acumulación, Derechos Humanos y el Reverso.

Nuestro proyecto quiere dejar constancia de que es imposible pensar la sociedad europea moderna y su sistema económico sin sus condiciones coloniales y los crímenes asociados a ellas; quiere señalar que estas condiciones siguen vigentes en todas partes.