Náufrago en la luna
n joven ejecutivo agobiado por las deudas –sus tarjetas de crédito acusan un fuerte sobregiro y los intereses se han triplicado– decide poner fin a sus días. Luego de arrojarse desde un puente al río Han, que atraviesa Seúl, en Corea del Sur, el hombre termina en un islote (reserva ecológica muy abandonada) frente a la gran ciudad, derrotado en su intento de suicidio, incomunicado y exhausto, sin teléfono celular e incapaz de alcanzar la orilla lejana por no saber nadar. El argumento de Náufrago en la luna, segundo largometraje del coreano Hae-Jun Lee es absurdo a rabiar, plagado de peripecias en su largo one man show y, cabe precisar, muy divertido.
Por si las ingeniosas estrategias de supervivencia no bastaran para animar una acción tan bizarra, el director añade un personaje que observa todo desde la ciudad con ayuda de un zoom fotográfico. En efecto, una joven ha decidido recluirse durante meses en su habitación, acumular basura, relacionarse con su madre sólo por mensajes de celular, y navegar infatigablemente por Internet, su único contacto con el mundo exterior.
La comunicación que establecen el joven náufrago y la mujer que espía cada movimiento suyo no es menos absurda que lo anteriormente planteado, pero la propuesta narrativa funciona muy bien gracias al notable trabajo de edición y a una dirección siempre ágil y segura.
Náufrago en la luna tiene como virtud central no hacer de sus sugerentes metáforas el objeto de obvias reflexiones sobre la crisis de valores en la sociedad de consumo, la enajenación juvenil cibernética o el modo en que un hombre en soledad extrema templa su carácter en la adversidad (como el Náufrago, de Robert Zemeckis, interpretado por Tom Hanks). Simplemente narra con gran desenfado una historia de amor con personajes tan excéntricos como los protagonistas de El espíritu de una pasión/3-Iron, del también coreano Kim Ki Duk, jugando libremente con sus neurosis y despropósitos en una de las propuestas más originales del cine oriental reciente.