Margarita Lecuona, a 100 años en la memoria
l pasado 18 de abril se cumplieron 100 años del nacimiento de Margarita Lecuona, autora, entre otros temas musicales, de los clásicos del repertorio afrocubano Tabú y Babalú. Sin embargo, la efeméride pasó desapercibida en el ámbito cultural cubano y de otros países en los que la artista fincó residencia.
Margarita Lecuona no sólo fue la compositora y cancionera que, guitarra en mano, apostó por la canción como género, en tiempos en que era difícil que una mujer se impusiera en ese ámbito colmado de nombres masculinos y de estigmas sociales, sino que, además, gracias a su trabajo musical ayudó a impulsar el conocimiento de la herencia africana de Cuba.
La interesante faceta musical de esta aguzada mujer –prima del pianista y compositor Ernesto Lecuona– se desarrolló justo en el momento en que lo afrocubano no era bien visto en Cuba, y un sector de músicos cultos
manifestaba un rechazo absoluto a toda influencia negra en sus partituras.
La afrofobia estaba, para decirlo en cubano, en candela
. A tal grado que en 1900 se emitió un bando municipal habanero, el cual manifestaba la prohibición del uso de tambores de origen africano en toda clase de reuniones, ya se celebren en vía pública o en el interior de los edificios
.
En época de tensión política y racial aquello fue el pivote que impulsó no sólo el descontento del pueblo, sino el de un grupo de intelectuales progresistas, como el etnólogo Fernando Ortiz, quien señaló que tal prohibición era, además de irracional, contra natura
, ya que la sociedad cubana como tal es un ajiaco en el que lo africano conforma el ingrediente principal
.
En ese sentido y con particular énfasis en lo musical, el estudioso señaló: Entendemos por afrocubana la música que el pueblo ha recibido de los negros de África, a veces adoptada por aquél a su nueva circunstancia o con ciertas modificaciones en combinación con otras de diversas procedencias que cohabitan en nuestro espacio
.
Con esa luminosa reflexión don Fernando propició que mucho de lo oscuro y pecaminoso que se pensaba y decía acerca de lo afro se convirtiera en virtud.
Por ese entonces, Margarita Lecuona era una adolescente de una familia de alcurnia. Su padre, Eugenio Lecuona, primo hermano de Ernesto, era diplomático de carrera, razón por la cual desde niña viajó con frecuencia. Estando en París se percató de la corriente negrista
que encabezaba la singular Josephine Baker. En Nueva York, donde su padre fue cónsul, observó a Al Jolson embadurnarse la cara de hollín para enloquecer a los neoyorquinos con su personaje de El cantante de jazz. Y en Cuba el ritmo sincopado de los tambores de rumba le reveló en definitiva el camino a seguir.
Margarita comenzó escribiendo boleros, apoyándose en la guitarra y en su inconmensurable talento. Su primera obra fue Soñadora, que estrenó en 1930. Luego vinieron piezas como Boca que miente, Por eso no debes y Eclipse, las cuales figuran entre lo más logrado de esos años.
Dotada de sentido rítmico fenomenal empezó a realizar pequeñas páginas afrocubanas, como Negro gangá y Amor Caribe que, en su brevedad, eran perfectos logros. Su primera composición de gran aliento, Tabú, que arregló el maestro Gonzalo Roig, se presentó el año de su creación (1934) por la Orquesta Sinfónica de La Habana. Se llevó a los estudios de grabación por la orquesta de Óscar de la Rosa y el Cuarteto Machín. En 1935, los Lecuona Cuban Boys hicieron lo propio y obtuvieron con ese tema uno de sus más resonantes triunfos europeos.
Muy pronto Margarita Lecuona alcanzó popularidad y renombre. Múltiples versiones del tema Tabú, como la de Stan Kenton, The Tokio Cuban Boys y Xavier Cugat se escucharon fuera de Cuba. Pero faltaba Babalú, la canción afro en honor a Babalú Ayé, orisha que se sincretiza con San Lázaro en la religión santera, que en la voz del inigualable Miguelito Valdés se convirtió en el tema por antonomasia de Margarita Lecuona y del cantante.