Seudodemocracia y toros
los repetidores de lugares comunes les encanta afirmar que la fiesta de toros es democrática, cuando en realidad confunden gritos, mentadas y petición antojadiza de orejas con la reflexiva cuanto ocasional voluntad mayoritaria, convertida ya en dócil espectadora de su propia enajenación.
Volvió a ganar notoriedad, que no jerarquía taurina, dada la escasa presencia del ganado que allí se lidia, la feria de Aguascalientes, más que por alguna hazaña torera debido a la gravísima cornada que recibió José Tomás, que a la consabida movilización mediática añadió cantidades industriales de sandeces, cursiladas y juicios de mala fe.
Lejos quedaron los tiempos en que la plaza monumental de esa bella ciudad perteneció al pueblo y gobierno del estado, cuyo mandatario tenía la facultad de nombrar al coordinador taurino responsable si no del éxito del serial sí de la edad y trapío del ganado que se anunciaba y de la contratación de toreros. Era una feria con toros, no con su aproximación o su caricatura.
Hoy, algunos gobernadores con un taurinismo oportunista hacen como que apoyan la tradición taurina de México sin querer entender que el soporte de la misma, lo único que puede garantizar su permanencia, es el toro bravo con edad, trapío, sin exceso de kilos y sus astas íntegras. De ahí la creciente confusión entre kilistas y becerristas, empeñados en engañarse a sí mismos y al público, trátese de empresas multimillonarias o de prestigiados –sobre todo entre figuras comodinas– ganaderos.
Dos ejemplos recientes: la novillada de Xajay lidiada el 30 de abril en Aguascalientes por un desvergonzado Juli, que ya le tomó la medida a los empresarios, ganaderos, público, crítica y autoridades de este atolondrado país, sin duda el más tonto del mundo en materia taurina. Y la mansada de Teófilo Gómez que el sábado enfrentó ahí mismo Sebastián Castella. ¿Por qué en Europa estos figurines actúan diferente? No por convicción, sino porque hay una autoridad que les impide que abusen.
Si en México los representantes de la autoridad en la plaza –juez, asesor técnico, inspector de callejón y veterinarios– no son respaldados por el gobernador, alcalde, jefe de gobierno o delegado político correspondiente y se pliegan a las exigencias y compromisos de empresas, figuras y ganaderos, la fiesta se sitúa en el extremo opuesto de la democracia y tiene sus días contados, con todo y gobernadores taurinos de ocasión.