La Sociedad Mexicana de Directores-Realizadores de Obras Audiovisuales lamenta el fallecimiento del director y actor Alberto Mariscal, acaecido el pasado sábado 24 de abril, en la Los Ángeles, California, donde residió en los últimos años.

Hace unas semanas, el mencionado gremio le rindió un homenaje en reconocimiento a su trayectoria. Allí se dijo: es uno de esos directores que muchos han catalogado de grandes artesanos. Nacido en Estados Unidos, hizo su carrera en México y es uno de los más inteligentes y destacados directores del cine nacional, que demostró su talento en toda una serie de películas de acción y género.

Mariscal, alumno de Fernando Wagner, Seki Sano, Celestino Gorostiza, Xavier Villaurrutia y Andrés Soler, entre otros, debutó en Barrio de pasiones, de Adolfo Fernández Bustamante, en 1947. También destacan sus intervenciones en las cintas Confidencias de un ruletero (Alejandro Galindo), Ventarrón (Chano Urueta) y Vagabunda (Miguel Morayta), en 1950, año en que partió a Los Ángeles, donde cursó cine en la UCLA.

De regreso en México actuó en filmes como El mártir del Calvario, María del Mar y Padre nuestro, y se hizo asistente de dirección de Rafael Baledón, Federico Curiel, Arturo Martínez y Manuel Muñoz.

De manera independiente filmó documentales sobre la provincia mexicana que no se hicieron públicos y, en 1963, debutó con El mundo de las drogas y División narcóticos, cintas rodadas al mismo tiempo para los Estudios América.

Fue codirector técnico de Réne Cardona, en Gabino Barrera y El hijo de Gabino Barrera, en 1964. Ese mismo año ingresó al STPC con El pícaro, comedia sobre futbol y filmó su primer western –género en el que se especializó–, Los hijos del condenado, con la actuación de Fernando Almada.

De su trabajo de director destacan Cruces sobre el yermo, Crisol, Bromas SA, la tetralogía Todo por nada, El tunco Maclovio, Kalimán, La ley del monte y La bestia acorralada. En 2000 filmó Blind Heart/Blind Love, con Adolfo Martínez Solares.