Opinión
Ver día anteriorDomingo 18 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Colmado de voz
L

a mujer detrás de La cámara oscura o ante La cámara oscura de Nilo Palenzuela es ángel arcángel de Nilo Palenzuela, le señala el camino y lo protege al mismo tiempo precursora y guía, guardaespaldas presente en todo momento omnipresente desde el arranque del relato de Palenzuela, del flujo que brotó de su experiencia y de sus sueños, cargado como estaba de paseos acumulados durante medio siglo, de conversaciones imaginadas y sostenidas entrecortadas en soledad o con Carlos A. Schwartz, que cada tanto apretaba el gatillo, disparaba y aparecía un gato, La cámara oscura o chorro desbordado de incursiones en fábricas abandonadas, en bares soñados y también reales, en noches colmadas de humo, que es nube y agua hecha vapor, es decir, algo y nada, algo que llora o nada que escurre o que chorrea, deseo y olvido, porque la mujer de La cámara oscura llegó de lejos a la vida de Palenzuela y Schwartz y delante de ellos desempacó, enfrente les tendió libros y les señaló el camino sin anular el anonimato, aunque en un pie de foto o en un descuido Palenzuela o Schwartz o el editor de La cámara oscura la nombran, del Medio Oriente y fumadora, viajera por supuesto, de lentes oscuros por enigmática. Borges fue enigmático y Palenzuela también se apellida Borges y es catedrático de filosofía además de serlo además de letras españolas y de arte en la Universidad de La Laguna, ULL, en Tenerife, y crítico igualmente que nació en 1958 en las Islas Canarias.

En el prólogo al desbordamiento que es La cámara oscura, Palenzuela da vida al Avispero, un local de la isla irreal y real a un tiempo y parece que de paso da el paso a la amistad con Schwartz, como si Schwartz encarnara al amigo ideal que uno, que Palenzuela, tuvo en la antejuventud o quiso tener, y el encuentro avispado dio vida a la amistad contenida en el tiempo, evocada sin el eco del reflejo de la realidad, de pronto a mano, igual que la cámara del fotógrafo, lista para enfocar y captar, ahora sí, las conversaciones que no fueron, de ahí que en la realidad real se den entonces de forma fragmentaria, convulsamente porque esperaron impacientes décadas en silencio. Los dos amigos desempacan sus respectivos recuerdos que extienden bajo el humo y el alcohol del Avispero, sobre mesas de madera y páginas en blanco, ante la cámara, detrás de la lente, y corre el relato conjunto de temas mezclados afines sin fin que la pluma recoge y el fotógrafo concreta. Lo que no existía ya existe, en blanco y negro, un gato que no estaba y que emerge y mira sin expresión, no se cansa de ser impávido, con los únicos ojos que ven mejor en la oscuridad que en la luz, el embrollo despierto.

Imagino la libertad que sobreviene a un catedrático súbitamente habitado por la libertad del gato que se ve saltando, como él, de la estructura de la lógica al abismo de la libertad liberada, del tapón de la botella al mar descorchado y salvaje, la navaja de la razón arrancada al fin del pecho que escupe prosa emite liberación grita libertad insiste. No es fácil. Tampoco lo es vivir. Ni escribir. Ni fotografiar. Ni ver. Ni oír. Ni ser. Lo sabe Palenzuela y lo sabe Schwartz y lo sabe también aunque lo calle la mujer que llegó de lejos y se prefiere anónima y lo calla. Guarden mi secreto, soy su ángel de la guarda que los aguarda y los resguarda.

Schwartz retrató a Borges en Buenos Aires, a Henry Moore en Londres y a Cabrera Infante en París, a Edouard Jaguer, cuando París era una fiesta, porque siempre ha sido París la fiesta de la fiesta, ¿o no? Mira, no lo sé de cierto. Sé que La cámara oscura de Palenzuela es poesía, o lee como leo: Al paso estaban junto a nosotros/ otros seres/ la estela del atardecer/ y de la noche/ la arena todavía visible de la vida.

El hada o precursora y guardaespaldas o Dama de la Noche, de origen libanés y un talento atávico a la adaptación y la paciencia, tiende a Palenzuela y Schwartz Les mystères de la chambre noire de Jaguer el surrealista. Pero Palenzuela rinde homenaje también a fumadores y a gatos y a observadores de gatos, incluidos los romanos, observadores y gatos. A ciudades, a formas, a miradas, a lenguas, a rumores, a oleajes, a sabores, a intuiciones, a tactos, a libros, a preocupaciones, a temas, a sombras, a personas, a artistas, a flores, al Floripondio que Palenzuela llama santasnoches, que se da en su vega lagunera y en nuestros jardines.