a Red Euro-Latinoamericana de Gobernabilidad para el Desarrollo (RedGob), un organismo de estudio y debate sobre gobernabilidad, políticas públicas y desarrollo en Europa, América Latina y el Caribe
, que coordina el Banco Interamericano de Desarrollo, abordará en su próximo encuentro el tema de los poderes fácticos en esta región.
Por lo menos eso fue lo que acordó en su reciente reunión (la séptima), organizada por la Universidad de Salamanca en el Instituto de Iberoamérica. Los análisis sobre el Poder Legislativo en América Latina, tema del cónclave, omitieron toda referencia a los poderes fácticos (el conjunto de instituciones que integra la parte civil del Estado).
No es gratuito examinar tales poderes y su incidencia sobre los legalmente constituidos. Con la expansión del capitalismo en acto, las empresas –legales e ilegales– que lo encarnan han potenciado esa incidencia mediante el debilitamiento de los poderes formales vía la corrupción.
La corrupción de los servidores públicos, sobre todo la de aquellos que actúan en calidad de representantes de la soberanía popular, está vinculada fundamentalmente a las elecciones. Así se lo explica Carlota Vargas, destacada priísta y ex diputada (federal y local) en el caso de la zona protegida conocida como Parque La Pastora. Ubicada dentro de la zona metropolitana de Monterrey, a esta área, que mide 260 hectáreas y constituye el principal pulmón regiomontano, le será mutilado casi 10 por ciento de su superficie (25 hectáreas) para construir un estadio de futbol. Dice Carlota Vargas:
Nadie quiere quedar mal con Femsa, porque a todos nos da miedo defender el interés ciudadano, porque a lo mejor pensamos que en el futuro nos puede financiar alguna campaña, no debe ser así. Los representantes del pueblo deben representar al pueblo.
Una mujer con la experiencia de Vargas sabe de lo que habla. Y nos permite inferir que la concesión a Femsa debe interpretarse no como una contraprestación a futuro, sino como el pago de una factura de campaña.
La construcción del estadio es un negocio del grupo Femsa presidido por José Antonio Fernández. Como se sabe, este grupo vendió la Cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma, industria que fuera insignia de la industrialización de Monterrey, a la trasnacional Heineken. La decisión de ceder esa superficie en un desmesurado comodato a 60 años –y renovable– fue tomada por el Congreso de Nuevo León, salvo el digno voto de un panista, Arturo Benavides, y de María de los Ángeles Herrera, diputada por el Partido de la Revolución Democrática.
El gobierno del estado invertirá en infraestructura 500 millones de pesos. Es un gasto prioritario el que supone el estadio si se considera que para la rehabilitación de 105 colonias (pobres) erogará 450 millones.
El encarecimiento de las campañas da lugar al condicionamiento del ejercicio de gobierno por aquellos que cuentan con recursos para invertirlos en las coyunturas electorales. Estos sujetos no son otros que los grandes empresarios legales y los narcotraficantes. Ximena Peredo, editorialista de El Norte y activista en la defensa de la integridad del Parque La Pastora, ha homologado a unos y otros llamando a los primeros cártel de cuello blanco.
La respuesta del Congreso nuevoleonés es eco de la del Ejecutivo del estado sobre un proyecto que afectará el de suyo precario ambiente de la zona metropolitana de Monterrey. Aquí hay déficit de 95 por ciento de áreas verdes, pero una prensa filoempresarial y el futbol impiden arañar siquiera la conciencia de estarnos asfixiando.
El manifiesto desprecio de las autoridades por los argumentos ecológicos, técnicos y sociales del movimiento ciudadano que defiende los pocos espacios verdes que ha dejado la depredación empresarial, no han hecho sino ahondar el sentimiento de desconfianza en las instituciones.
Ese movimiento (minoría gritona
, lo ha llamado el presidente de Femsa) ha venido documentando el atentado ambiental y social de la ingente cantina con facha de estadio por conducto de un interesante sitio (www.sialestadioperoenotrolado.org). Servirá, sin duda, para la realización de estudios de caso y como referencia para las cada vez más enconadas luchas que se librarán en torno a la disputa por los recursos naturales.
En Monterrey hay una mancuerna de palabras que prevalece en su universo vocabular: Tigres y Rayados. Le sigue otra mancuerna: competitividad y sustentabilidad. La tercera es primer mundo y clase mundial.
Los equipos de soccer Tigres y Rayados tienen una doble función: ideológica y mercadológica. La ideológica sirve para dar a la población una identidad vicaria: siente que juega y compite viendo en la camiseta de su equipo una segunda piel, al tiempo que se mantiene absorta en una monotemática: la del futbol, sus goles, ganadores (casi nunca) y perdedores (casi siempre). Y la mercadológica, que convierte a los futbolistas en agentes de ventas de cerveza.
La competitividad y la sustentabilidad van juntas, como lo ha visto, por ejemplo, la Unión Europea. La copia fácil ha hecho que empresarios y gobernantes reduzcan la competitividad a la adopción de una polaridad perversa: taylorismo tardío e ingresos residuales para los pobres y desmesurada concentración de la riqueza para un puñado de ricos-Forbes. Y la sustentabilidad les resulta como un libro D’Etiquette, imposible de aprender, pero útil para recitarlo en las ocasiones solemnes. Como han visto los defensores de La Pastora, Heineken no podría hacer en Holanda lo que hace en México su filial regiomontana.
En cuanto a aquello de primer mundo y clase mundial, ¿alguien podría imaginar, comenta el ecologista militante Guillermo Martínez Berlanga, a los neoyorquinos permitiendo la construcción de un estadio en el Central Park o a los parisinos dejando que su gobierno cediera una parte del bosque de Vincennes a un particular para fines de lucro?
Si quisiéramos formar parte, en caso de que eso fuese posible, de la Unión Europea, no podríamos. No somos competitivos en materia de calidad de vida, cuidado del ambiente ni respeto a los derechos humanos. Y estos son requisitos que se han impuesto los países miembros de esa región. Las naciones a las que nos queremos parecer compiten, ante todo, con su sociedad y con su hábitat. De lo que sí podemos estar seguros es de que hemos diversificado a los usuarios que tienen en nuestro territorio su patio trasero: ya no es sólo Estados Unidos, sino también varios de los países de Europa.