or definición, ninguna revolución es repetible. Pero, para un sector de los marxistas mexicanos, costó mucho aprenderlo; el elemento unificador era, a fin de cuentas, la búsqueda de una sociedad justa, representada por un Estado que evolucionara para favorecer la igualdad, el humanismo, el derecho de todos. Hoy, para algunos de entonces, la renuncia a estos postulados es consigna.
En esos debates y pensando en avanzar se atravesó el concepto de la lucha por la democracia
en medio de una sociedad económicamente injusta. Era ésa nuestra particularidad bajo el sistema corporativo y clientelar, pero nunca un modelo imperial a imponer a otros.
En poco tiempo la izquierda abandonó también la lucha por la democracia, por el poder sin adjetivos. Ganaron el pragmatismo y el oportunismo; por ello, el viejo régimen está de vuelta ante la ineficiencia de sus aprendices de la derecha y la izquierda. Hoy, lo moderno no es el fondo, sino sólo actuar en la superficie, asociando la democracia con sus insultos de forma, ya que hay una coincidencia de fondo, que convierte el supuesto pluralismo en una democracia vacía al servicio de la oligarquía y sus monopolios.
En este México estable, aunque enfermo crónico, han surgido los defensores de la democracia en otro país
y se abrazan causas como la de los cubanos blancos contra Cuba, ante la ineptitud de defender la democracia bajo las condiciones de nuestro propio país.
El debate sobre Cuba es profundamente ideológico, pues si analizamos uno a uno los renglones entre ambos países, resulta el nuestro con una cola larga que nos acerca más a la obra estadunidense en Haití, pero nos aleja de la obra de la revolución cubana.
Si lo vemos desde el punto de vista de la salud, en ningún aspecto –ni en el de la niñez ni en el preventivo ni en el de los derechos de la tercera edad ni de las mujeres ni en el hospitalario ni en el de la investigación científica– podríamos compararnos.
Si es en el aspecto educativo, ¿qué quieren comparar nuestros demócratas? Es mejor que ni lo intenten, no sólo con respecto a la educación formal, sino en el sentido comunitario, cultural, forjador de pensamiento crítico. Hay en Cuba, en todo caso, una de las dictaduras
más extrañas, que se esfuerzan por dar todo tipo de educación y cultura a sus habitantes para que sean libres. Un cubano promedio sabe por la educación oficial más sobre la revolución francesa, estadunidense, mexicana e industrial que un mexicano a la edad que gusten comparar.
La alimentación en Cuba es de un país pobre, con proteínas y diversidad escasa y controlada. Una parte es de hábitos culturales, otra es de condiciones del bloqueo comercial. Sin embargo, los más pobres de Cuba, como antes los más pobres de México que comían sólo frijoles, chile, agua de frutas y tortillas, tienen una alimentación mejor que la de nuestros pobres de hoy a base de churrumáis, sopas Maruchan, refrescos (gasto de 170 mil millones de pesos al año). ¿De qué nos sirve tener todo
?
Si a Cuba se le critica la propiedad del Estado, aquí en México la concentración del comercio en grupos como Wal-Mart, Oxxo, etcétera, que por cada empleo que dan destruyen al menos 10, nos hace pensar que mientras en la isla hay una tendencia al mercado entre iguales, aquí vamos hacia los monopolios y la importación de todo.
En lo relativo a democracia: en México la libertad de elegir solamente nos sirve cinco minutos para votar por legisladores y gobernantes de distintos partidos que terminan todos haciendo y diciendo lo mismo. En Cuba sí hay comicios para elegir de manera directa a sus ciudadanos que los representan en lo legislativo, lo cotidiano y para la gestión social sin dobleces de falso plurlismo. No son formas iguales, pero de nada nos serviría compararnos cuando nos presentamos con la actual que vivimos en México, costosa y divorciada de sus electores.
En cuanto a seguridad, en México los delincuentes no son politizados ni respaldados desde el exterior como en Cuba, sólo se amotinan en los reclusorios por hacinamiento. Allá hay seguridad interna, no hay secuestros ni ejecuciones diarias. Aquí, el saldo es de 15 mil ejecutados en tres años y no hay protestas ni nacionales ni internacionales de los derechos humanos.
No cabe la menor duda de que Cuba tiene imperfecciones y muchas. Que ahí hay grandes problemas que solamente deben resolver los cubanos. A diferencia de nosotros, en Cuba la política está al mando y los medios, el Ejército, el sistema financiero actúan en función de un objetivo y un concepto nacional con alto nivel de consenso. Nosotros lo perdimos hace mucho y eso no es democracia: es la dependencia colonial del patio trasero.
La campaña contra Cuba busca que eso distinto se acabe. Pero hay una mayoría cubana que ha construido un futuro humano sin Estados Unidos, es una decisión democrática y soberana. ¿Por qué querer que nuestra corrupción, fraudes, demagogia, nuestra derrota y nuestro desastre sean un modelo de país? No necesitamos dar lecciones de democracia, sino un espejo.
http://www.marcorascon.org