n la misa de resurrección el pasado domingo, el Vaticano hizo rectificaciones defensivas y recibió toda clase de adhesiones en su defensa. Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo o frente a la ciudad y el mundo), el Vaticano se bate y se debate en sus propias excreciones creyendo que puede tapar el espectáculo con palabras sin credibilidad.
Como en inmensos movimientos telúricos, de los glaciares se desprenden gigantescas masas de hielo que forman los icebergs. Estas islas flotantes dejan ver una punta
equivalente a un octavo de su tamaño real. Debido a las corrientes marinas estos gigantes helados son arrastrados lentamente hacia latitudes más bajas, y ahora con el calentamiento global, con más frecuencia que antes contemplamos cómo de esa punta se fracturan grandes trozos de cientos de toneladas de peso que, como en un alud, caen estrepitosamente al mar.
La analogía con la Iglesia católica es notable, el iceberg-Vaticano es arrastrado lentamente hacia sus propias catacumbas más bajas, ineluctablemente, mientras a nuestra vista, ya sin azoro alguno, se le desprenden grandes pedazos y jirones hechos de sus propias mentiras, dogmas y crímenes diversos. Es así que este iceberg pernicioso va mermándose a ojos vista de la ciudad y del mundo. Esto que el mundo ve y los medios socializan, el Estado Vaticano lo siente como un ataque
al Papa. Como todos los políticos tiranos, el jefe de los miembros de este Estado sui generis, se defiende ya directamente, ya a través de interpósitas sotanas, buscando culpables. Hasta el maligno ha sido acusado de poseer a los curas pederastas mientras éstos poseían a sus víctimas.
El reservorio para engendrar nuevos jóvenes de sotana se achica velozmente, como se achica el iceberg mismo. De paso, aquí la palabra engendrar significa procreación de congéneres que incluye la procreación de engendros como a todos nos consta.
En Europa buscan nuevos candidatos hasta con lupa, y no los hallan; los africanos no son precisamente sus preferidos; los musulmanes son musulmanes; los chinos, chinos; entre los gringos hay pocos porque abundan los cristianos no católicos romanos. En América Latina hoy por hoy es donde encuentran más candidatos y es por eso que el Estado Vaticano puede ser gobernado pronto por un latinoamericano. La palabra pronto
, aquí habla desde luego de una velocidad que debe adecuarse al ritmo de escarabajo con el que camina esta institución cuya vetustez la hace andar a paso senil.
Es noticia conocida que la confesión decae como práctica inventada por los curas: nadie quiere contar sus cosas íntimas a personas desconfiables.
Todo indica que la iglesia como institución está chocheando, como nos gusta decir en México. Quién no recuerda a monseñor Schulemburg poniendo en tela de juicio el asunto de Juan Diego y la Virgen de Guadalupe. No es que monseñor no estuviera diciendo una verdad, sino que estaba hablando en términos políticamente incorrectos en extremo, que hizo que el Vaticano le asestara el soplamocos correspondiente. O como el predicador de la casa pontificia, Raniero Cantalamessa, que comparó el pasado viernes los ataques al Papa y a la Iglesia católica por los abusos sexuales de clérigos a menores, con el antisemitismo. Ni tardo ni perezoso recibió una severa desautorización por parte del portavoz vaticano Federico Lombardi –la única persona que puede hablar oficialmente en nombre de la Iglesia– por el incómodo paralelismo hecho por el tal Cantalamessa. Esta mesa cantó demasiado desafinado y fue jalada por la oreja.
El próximo 19 de abril Ratzinger cumple cinco años en su cargo actual y en su programa de gobierno prometió acabar con la corrupción sexual y apartar a los encubridores, en su mayoría miembros de la propia iglesia, pero ocurre que no sólo la cascada de las denuncias es cada vez más caudalosa, sino que el mismísimo Ratzinger supo más del caso del cura pederasta alemán Peter Hullermann cuando era obispo de Munich de lo que los informes eclesiásticos han sugerido hasta ahora, según informe de The New York Times. Este medio periodístico reporta que al actual Papa le fue remitido un informe en el que se decía que Hullermann iba a volver al trabajo pastoral parroquial unos días después de empezar el tratamiento para superar su pedofilia, terapia que el propio Ratzinger había autorizado. El informe refiere también una reunión del 15 de enero de 1980, encabezada por Ratzinger, en la que se habría aprobado el traslado de Hullermann de la parroquia de Essen en la que, se dice, dio rienda suelta a sus irresistibles tentaciones por la carne de los niños.
Las cosas duran hasta que se acaban, dice con malicia un dicho popular. Eso ocurre Urbi et Orbi con la iglesia católica apostólica romana: está instalada en un tobogán inescapable. Sólo que con esta institución las cosas no ocurren en tiempos humanos, sino generacionales. Muchos no veremos su aterrizaje final de tobogán, pero llegará. Sólo es de lamentar el profundo sufrimiento que están viviendo los feligreses, menor, de todos modos, que el que han vivido las miles de víctimas de la alborotada libido de estos curas.