Opinión
Ver día anteriorSábado 3 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Policía Federal en la ciudad de México
H

ace un par de semanas fui testigo de un incidente entre un automovilista amigo mío y tres policías federales que lo detuvieron en la glorieta de entrada a la Terminal Dos del aeropuerto de la ciudad de México. Mi amigo me dejó en la puerta de llegadas nacionales para recoger a un tercero; mientras yo buscaba a quien llegaba, mi acompañante circuló lentamente alrededor de la glorieta, sin estorbar a nadie y sin detenerse.

Los policías federales, en su patrulla azul marino balizada en blanco, le indicaron con altanería que se apresurara, pero como no había razón para ello, continuó circulando lentamente, lo que sin duda molestó a los federales que le indicaron a señas que se detuviera a un costado de la glorieta, casi a la entrada del área cubierta de la Terminal Dos.

Se detuvo, pero no se bajó del auto, se identificó y expresó que iba a recogernos frente a la puerta tres, lugar donde se permite el ascenso de pasajeros; para esto, ya estábamos en esa puerta y a la vista del vehículo de mi amigo y de la patrulla. Los policías insultaron a quien manejaba y lo amenazaron con bajarlo a la fuerza. Sin intimidarse, esperó a que llegáramos junto al auto mi otro amigo y yo; preguntamos qué sucedía y la respuesta fue que por desobedecer a la autoridad nos conducirían al cívico; entendí que se trataba del juez cívico, cosa extraña, puesto que la Policía Federal antes Policía Federal Preventiva, no tiene funciones de agentes de tránsito ni facultades para dirigir la circulación en los alrededores del aeropuerto, pero mucho menos para calificar violaciones a reglamentos locales de policía y buen gobierno.

Cuando vieron que la amenaza del cívico no atemorizó a nadie y que le dije que fuéramos, como ellos lo decían, ante el juez para resolver el incidente, el más insolente de los tres, con una chamarra oscura que cubría su gafete y su nombre y con unos lentes oscuros que ocultaban su mirada, dirigiéndose a mí y simulando que hablaba por un celular, me dijo que ya había hablado a Televisa y que nos darían cinito.

No pude menos que sonreír y contestarle que me gustaría mucho volver a declarar algo ante las cámaras de televisión. Fue su última carta intimidatoria, y otro de los policías menos agresivo nos dijo que en atención a mí, nos darían la atención y que podíamos retirarnos.

Al regresar al aeropuerto, horas más tarde, vi otras patrullas azul marino, con sus iniciales PF deteniendo en la misma glorieta a otros automovilistas y lo mismo pude observar en el aeropuerto de Monterrey el pasado fin de semana. ¿A cuántos les amenazarían con el petate de la televisión?

Mis comentarios: Qué pena que una policía tan costosa para el pueblo de México, con facultades constitucionales para investigar delitos federales, según recientes reformas, con elementos supuestamente entrenados para combatir el terrorismo y la delincuencia organizada, con muchas calificaciones y pruebas de confianza, se ocupe en cuidar el tránsito en los aledaños de los aeropuertos.

Qué pena que no sepan tratar con seriedad y educación a los ciudadanos a quienes detienen o dan órdenes; pero lo peor es que en su diálogo con nosotros, su máxima amenaza haya sido que llamarían a la televisión para exhibirnos y con ello, pensaban, hacernos temblar con la posibilidad de estar en la picota de la llamada pantalla chica, como reos expuestos a la vergüenza pública

No creo que estén autorizados para convocar a los medios, pero si lo están, qué malo y qué perverso. Lo que parece es que, siguiendo el mal ejemplo de sus jefes, creen que se puede guardar el orden y combatir a la delincuencia y al narcotráfico con amarillismo televisivo y puestas en escena, cinito le llamaron.