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Felipe Garrido
Capitana
El viento iba tirando hojas para mecerlas en el agua bronce de la fuente. Yo me asomaba vacilante, del otro lado.
–Los más altos del mundo –decía mi padre y se arqueaba hacia atrás; Paulita se reía en sus hombros y me sacaba la lengua.
Papá nos veía doblar las hojas de papel.
–Ayúdale –decía, y Paulita se enfurecía porque no doblaba la punta; se ponía de pie gritando, arrugando la naricilla, hojas en el cabello. Papá la abrazaba, la cubría de besos, le mordía la panza. Los árboles crecían hacia el fondo. Yo alineaba mis barcos lamentables y Paulita les enfrentaba los que le había hecho papá.
–Anda, capitana –le decía mi padre y la sostenía para que los pusiera en el agua, pero entonces arreciaba el aire y caían algunas gotas y papá corría con Paulita acurrucada en los brazos.
–Apúrate, que nos mojamos –me gritaba, y yo, antes de correr tras ellos, iba arrugando los barcos de mi hermana, uno por uno, los iba tirando, los iba hundiendo en la fuente. |