n un pueblo perdido de Colorado, el cantante veterano de 57 años Bad Blake (Jeff Bridges), una leyenda viviente de la música country, se ve reducido a complacer en salones de billar al grupo de fans ya maduros que aún conserva, haciéndose acompañar por músicos jóvenes que afanosamente intentan recrear la atmósfera de los viejos tiempos.
Compositor de melodías exitosas, interpretadas hoy por talentos muy dinámicos, como Tommy Sweet (Colin Farrell), antiguo discípulo suyo, ahora un protector inesperado, la única posibilidad de figurar de nuevo en los grandes escenarios es abriendo el concierto de la estrella joven, presentándose con un aura de encanto crepuscular y dignidad maltrecha: Es un placer estar aquí esta noche; a mi edad es algo bueno poder estar en cualquier lugar
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Para su primer largometraje, Loco corazón (Crazy Heart), el joven realizador estadunidense Scott Copper elige la novela homónima de Thomas Cobb, cuyo tema central es la pasión por la música country y el legado de precursores tan notables como Hank Williams y Lefty Frizzel, y el declive de una estrella del género consumida (según las exigencias del melodrama) por el alcohol y el tabaco, la vida disipada, la renuencia al compromiso sentimental, y una sensación de fracaso existencial apenas aminorada por la solvencia artística. Lo resume con humor frío el cantante: Antes solía ser alguien; hoy ya sólo soy alguien más
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Bad Blake es un compositor y un intérprete notable, con una energía menguante por la tiranía de las adicciones, y su tardío encuentro amoroso la joven periodista Jean Craddock (Maggie Gyllenhaal) lejos de impedir su caída moral, la precipita lamentablemente.
El realizador, también un fan del género musical aludido, conduce con rigor y delicadeza el espinoso tema del fracaso existencial abordado en múltiples ocasiones por el cine hollywoodense (en la vertiente del boxeo –estupenda Ciudad dorada/Fat City, de John Huston, de 1972, estelarizada por un joven Jeff Bridges; o también en la música country, El precio de la felicidad/Tender mercies, de Bruce Beresford, de 1983, estelarizada por Robert Duvall, presente ahora en la nueva cinta).
Estas referencias apuntan a un aspecto interesante de Loco corazón: el paso de la estafeta de un actor casi octogenario, Duvall, quien en su momento conquistó un Óscar por su actuación en la cinta citada, y que ahora en tanto productor y actor de reparto, prepara el terreno para que otro actor, Bridges, conquiste de nuevo la presea. En efecto, Bridges es el candidato más sólido para llevarse hoy la estatuilla como mejor actor por su papel en esta película. Esto a su vez se relaciona con un tema capital en la trama, el reconocimiento que un cantante renuente al retiro definitivo hace de la calidad artística de su sucesor, Tommy Sweet, con el fin de garantizar, en la sucesión de talentos, la vitalidad y perdurabilidad de un género musical.
De Colorado a Texas, pasando por Santa Fe, Nuevo México, Loco corazón alude, con elementos de un road movie, a un género musical vinculado con la melancolía, el apego al terruño y a la práctica olvidada de la galantería, esa misma que Bad Blake ensaya con su joven pretendiente y también con su discípulo y rival musical en un inevitable ajuste generacional. Jeff Bridges canta, y lo hace muy bien; Colin Farrell, también lo hace con igual fortuna, como 26 años antes lo hiciera el propio Duvall. La canción tema de la cinta, The weary kind (La estirpe fatigada) evoca con lirismo sugerente los anhelos de una generación y la corrosión del tiempo; el vuelo interrumpido y las providenciales sorpresas en el trayecto de la caída.