a corrida de Autrique que se presentaba en la Plaza México era una procesión de torrillos bravos con los caballos y posteriormente débiles al llegar a la muleta. Con la cabeza alta, sin recorrido, ni transmisión, nunca rompían. Llevaban el festejo a una aburrición total. Más apareció el cuarto toro y la decoración cambió. El veterano Manolo Mejía le fue a brindar el toro a Juan Ramón de la Fuente, ex rector de nuestra universidad, y la plaza se calentó. Sorpresivamente en un coso taurino, en vez de los gritos de torero, surgió el: ¡cachún cachún ra rá, cachún cachún ra rá. Goya, universidad! No sólo el tendido ardió, Manolo se despejó la modorra e influido por el ex rector sacó del ropero de utilería de su interior, la maestría que ha atesorado en años.
Y venga a torear al natural, ofreciendo un concierto de pases naturales que dejaron satisfechos a los cabales
. Obvio que el toro de nombre Lugareño era pastueño, claro, noble, no tiraba una cornada y tenía un lado izquierdo con el que sueñan los toreros. Manolo no se atarantó y realizó una faena en tiempos precisos y a la distancia justa, rematada con una estocada en que vació a perfección y dejó el estoque en todo lo alto. Vinieron las orejas y la vuelta al ruedo despaciosa, interminable, quizá, porque le pesan los kilos que le sobran.
Muchos años han llovido desde su faena en una corrida nocturna al toro Costurero. A partir de ese momento echó a volar de su barrio tacubense. Una vida dando tumbos por pueblos, novenarios y pachangas. No es ya Manolo Mejía aquel joven espigado que se fue a correr el mundo, camino a llegar a ser el torero por excelencia en los tentaderos. Aunque ni el mismo lo crea ya tiene 45 años y apenas mueve los pies de tanto torear hasta llegar a la maestría que exhibió ayer.
Hilda Tenorio la niña torera que ayer recibió la alternativa se encontró al sexto de la tarde que pese a ser débil, era noblote hasta confundirse con menso, fijo, rítmico. Más con poca transmisión y se echó rápidamente. No importa, Hilda salió cobijada por Manolo Mejía y un público que la idolatra y se llevó una benévola oreja después de un pinchazo y una estocada pulmonera. En un mundo de machos le espera un mundo difícil pero la simpatía que atesora y cierta torería le pueden redituar. Eso sí, tendrá que sacarle filo a sus espadas, si quiere avanzar.