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Todo lo perdí, dice el ex campeón mundial, quien ahora vive en un cuarto de azotea

Salí de un infierno de drogas y alcohol, relata Isidro Pérez

Cuando conquisté el título ya estaba infectado del vicio

Dejé de hacer ejercicio y de comer porque con la cocaína no se siente hambre, ni frío ni calor, refiere el actual mánager

Foto
Sid Pérez regresó al gimnasio Nuevo Jordán, ahora como manejadorFoto Carlos Hernández
 
Periódico La Jornada
Jueves 25 de febrero de 2010, p. a16

Hace seis años Isidro Pérez, ex campeón mundial mosca, caminaba tambaleante con otros dos latinos en una calle de Arizona en busca de estupefacientes. “Ya iba muy drogado de crack y de vino y por eso apenas si podía caminar. Los otros dos se adelantaron y en un callejón los picaron. Yo, por como iba, ni siquiera pude entrar al callejón...”

Esa es una de las varias veces que el ex boxeador ha librado a la muerte. Pude haber muerto en varias riñas callejeras o con una sobredosis de alcohol y cocaína, dice el ahora mánager, y relata sus ingresos al Memorial Hospital de Los Ángeles, y dos veces a un nosocomio de Acapulco, adonde lo llevaron para rescatarlo después de días y días de andar en el vicio.

El Sid Pérez estuvo internado dos ocasiones en Alcohólicos Anónimos. Me amarraban como puerco y estuve unos seis meses anexado, pero al salir caía otra vez en lo mismo, o creo que hasta salía peor.

El llamado Muchacho Alegre de Puerto Marqués había tocado fondo. Lejos estaban los tiempos en que había sido monarca mundial de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) y ganado alrededor de medio millón de dólares. Terminé con todo. Perdí a mi esposa, mis hijos, mis casas, terrenos, coches y departamentos. Hasta llegué a vender oro, dice el ex peleador sentado en una banca del gimnasio Nuevo Jordán.

La cumbre en 1987

Accede a contar su historia. Dice que para que sirva de ejemplo a los pugilistas jóvenes. Tengo 46 años y 20 más que me reventé, refiere con sentido del humor sobre su apariencia de un hombre mayor, acrecentada por su calvicie y los muchos días en que no sentía hambre por tanta cocaína en su cuerpo.

Isidro Pérez tuvo su momento cumbre en 1987, cuando le pagaron 50 mil dólares –en ese entonces era muchísimo dinero– al ser retador oficial del peso mosca de la OMB, título del que pudo realizar tres defensas y lo perdió en la cuarta.

“Cuando fui campeón llegué infectado por el vicio –admite–. Ya no tenía disciplina y había festejos de meses después de cada pelea. Nada más venía un ratito al gimnasio para taparle el ojo al macho y que me vieran mis mánagers o la prensa. Pude haber hecho muchas defensas más, pero todo era alcohol y coca.”

El problema es que te deslumbras, crees que siempre vas a estar en el poder y se te abren las puertas por todos lados y te llega gente buena y mala. La mayor parte de los boxeadores venimos de la pobreza y de repente tienes dinero, fama y mujeres al por mayor. Pierdes el piso y el juicio. Fíjate: yo estudié administración de empresas y no supe administrarme.

Empezó como bebedor social a los 17 años, pero después ya no ves la línea divisoria entre alcohólico y social. Yo no podía estar un día sin vino y droga, sin algo fuerte. La sangre me lo pedía. El alcohólico se aprovecha de todo. Yo lo hacía de la fama, de haber sido campeón mundial, y me daban o me prestaban.

El Sid compartió correrías con los ex campeones Carlos Zárate, Alfonso Zamora, Genaro León y el Gato González: Y digo sus nombres porque ellos ya lo han aceptado... estábamos cabrones, la verdad.

Dejó de hacer ejercicio y de comer porque con la cocaína no se siente hambre, ni frío, ni calor, ni la familia ni nada. Me tenían que poner suero con vitaminas para que me dieran ganas de ingerir alimentos... Era un infierno, y a veces hasta me daban ganas de suicidarme.

Admite que estaba en el fango y que no tenía futuro, por lo que él mismo se internó en el Centro Cristiano Jesús de Nazareth.

Y desde hace dos años y dos meses está limpio, no ha probado ni una gota de alcohol y ni una pizca de coca: Fue un milagro de Dios, es el único que pudo rescatarme. Y ahora camino por la voluntad de él, porque mi voluntad no sirve, es frágil.

Sin embargo, está solo. Su familia se quedó en Estados Unidos y él ahora vive en un cuarto de azotea de la colonia Roma, donde sus ex compañeros de parranda ya sólo lo saludan y nada le invitan.

Desde hace dos años estoy reacomodando mi vida. Hago planes y lo único que tengo es la salud y la misericordia del Señor, dice, e indica que en el aspecto material sólo le quedó una casa en Puerto Marqués, donde viven su mamá y hermanos.

Después de haber trabajado como mánager en Los Ángeles y Acapulco, Pérez decidió entrenar en el Nuevo Jordán.

Aquí no se gana dinero, no se saca ni para el agua. Tengo pocos pupilos amateurs y es difícil hacer un campeón mundial, porque si alguien empieza a destacar, te lo roban. Pero esto me ayuda a entretenerme, a hacer ejercicio y a rehabilitarme de las drogas. Estos años he sobrevivido con la bendición del Señor, porque sólo así he podido controlar mis impulsos.