A semanas del fallecimiento del jesuita Ricardo Robles Oyarzun, sacerdote que optó por los indígenas y los pobres, sus palabras volvieron a escucharse a través de las voces de amigos e intelectuales que destacaron los ideales y principios de vida del sacerdote; sobre todo, dieron testimonio de sus persistentes acciones como acompañante de los pueblos indios de México.

También conocido como Ronco, el religioso optó por compartir al menos los últimos 45 años de su vida al lado de los indígenas y de los pobres, lo que devino paso trascendental al convertirse en rarámuri honorario, viviendo y asumiendo las consecuencias que este hecho y decisión implicaban, se destacó la noche del lunes en el foro organizado por La Jornada y Casa Lamm.

El jesuita, que el mes pasado falleció a los 72 años, desarrolló la mayor parte de su actividad pastoral en las comunidades de Norogachi, Pawichiki, Tewerichi y Sigoguichi, desde donde editó 99 ejemplares de la revisa Kwira.

Magdalena Gómez –articulista de este diario– exaltó la labor del jesuita al lado de los rarámuris, a quienes apoyó para que tuvieran presencia y voz en el país, debido a que desde hace cinco siglos este pueblo es persistentemente amenazado por invasiones y despojos.

Alfredo Zepeda, coordinador del Comité de Derechos Humanos Sierra Norte de Veracruz, refirió que en las reuniones pastorales de Robles aparecieron una y otra vez el diagnóstico y la denuncia colectiva de los graves problemas que viven los rarámuris.

Sobre el también asesor del EZLN durante los diálogos de San Andrés, Adelfo Regino Montes, coordinador de servicios del pueblo mixe, expuso que el trabajo de Ronco trasciende, porque dio un trasfondo intercultural a ese proceso de diálogo.