Aporreado y totopos
l aporreado o aporreadillo es el platillo tradicional de Carácuaro, Michoacán. Siendo un municipio ganadero, están presentes desde antaño las técnicas de conservación de la carne de res y de la leche de vaca.
La carne se deja secar al viento y al sol en tiras delgadas. Cuando se va a preparar se golpea con la mano del metate o con un mazo de madera; de ahí el nombre de aporreado. Los trozos se fríen con ajo y cebolla picados. Se mezclan con huevos medio batidos y una salsa de chile guajillo o verde, que varía de familia a familia. Se sirve con tortillas hechas a mano.
Así lo saboreamos en el restaurante Carácuaro, acompañados de Filiberto Vargas y Guadalupe, su esposa. Familiares de aquella población han tenido gran éxito ofreciendo la cocina de su tierra a los morelianos y a sus paisanos. La tía Ofelia elabora y envía diariamente la crema, el queso y el requesón.
Comimos queso con chile, huevo con chile, un fino queso añejo, frijoles güeros de la olla, trocitos de cecina de res muy tostada, toqueres dulces, uchepos y salsa molcajeateada; ya en casa siguieron los recuerdos.
Don Fortino Vargas comerciaba con telas y ganado desde Morelia hasta lugares distantes como Guanajuato. Muchas veces pasaba por su tierra natal, Carácuaro, en su ruta a Coalcoman. Recordábamos con emoción que por estos rumbos caminó el insurgente José María Morelos, quien fue párroco de Carácuaro y Nocupétaro.
El padre vendía telas y compraba becerros y puercos que dejaba donde los adquiría. Cuando terminaba de vender las telas rehacía el camino recogiendo los animales que había comprado; dividía el día en dos jornadas cortas para que no perdieran peso. Se iba hacia Guanajuato vendiendo el ganado, regresaba a Morelia, descansaba y volvía a emprender el viaje. A veces llegaban hasta la costa.
Cuando Filiberto acompañaba a su padre, su mamá les preparaba totopos como bastimento. Se trata de unas tostadas hechas con masa que se baja del metate dejando pequeñas rayitas a la manera de las pacholas. Se cuecen muy bien en el comal hasta dejarlas sin humedad; pueden ser saladas o dulces.
También les hacía pinole con azúcar y canela. Lo disolvían en agua de los ríos, en un pozuelo que hacía las veces de jícara. La carne seca formaba parte de este itacate.
En temporada había pitayas, bonetes o ciruelas silvestres. Con ciruelas agrias se preparaba en las casas una sabrosa salsa, así como agua fresca y atole. Cuenta Emelia Vargas que su padre traía a veces melaza en una botella tapada con olote; la comían con limón en tostadas y era el mejor postre.