Se ha encontrado que la proporción de niños entre seis y ocho años a los que se les asigna tareas en un día dado ha aumentado de 34% en 1981 a 58% en 1997, y que el tiempo semanal de estudio en casa es más del doble.

Las tareas escolares:
¿necesarias o prescindibles?

Miriam Sánchez

Las tareas escolares para realizar en casa forman parte de las actividades de los estudiantes de todos los niveles educativos; sin embargo, los profesores no siempre tienen claro el sentido y el objetivo de las mismas. En ocasiones no son revisadas o, si lo son, se devuelven con alguna marca o calificación y no con una retroalimentación.

A los niños les disgustan las tareas: “me quitan tiempo de jugar”, “no sirven para nada”, “el maestro no las revisa”, “las ponen para tener con qué calificar”, dicen. Los estudiantes mayores las evaden aprovechando los medios electrónicos y las herramientas “copiar y pegar” o haciendo páginas en donde “suben” y “bajan” tareas, porque saben que los profesores, aun de distintas escuelas, ordenan trabajos similares. Algunos hacen las tareas de otros y cobran por ello. Se crean lugares o centros de apoyo para las tareas escolares. Hay textos de recomendaciones para los padres de cómo ayudar a sus hijos en las tareas y tiendas en donde los profesores pueden comprar ejercicios para asignar como tareas.

El estadounidense Alfie Kohn revisó las investigaciones que en su país había sobre los argumentos pedagógicos que soportan la idea de dar tareas a los estudiantes para realizarlas en casa, y escribió el libro The Homework Myth. Why Our Kids Get Too Much of a Bad Thing, editado en 2006 por Da Capo Press, EUA, que se puede traducir como El mito de las tareas. Por qué nuestros niños reciben tanta información equivocada. Los estudios que él señala buscan la correlación entre la cantidad de tareas y el tiempo que éstas se llevan, y los puntajes de calificaciones, el dominio de habilidad, la adquisición de conocimientos y de buenos hábitos. Algunos de esos estudios fueron los siguientes:

“Una encuesta nacional (en EUA), a gran escala y a largo plazo, halló que la proporción de niños entre seis y ocho años a los que se les asigna tareas en un día dado ha aumentado de 34% en 1981 a 58% en 1997, y que el tiempo semanal de estudio en casa es más del doble”. Sandra Hofferth, de la Universidad de Maryland, una de las autoras del estudio, en una actualización basada en datos del 2002 encontró que “la proporción de niños pequeños a quienes se les asigna tareas en un día dado subió a 64 %, y la cantidad de tiempo que dedican a ellas aumentó en un tercio. “Aquí la ironía –dice Kohn– es dolorosa porque la evidencia para justificar las tareas a los más pequeños ni siquiera es dudosa, simplemente no existe”.

“No solamente no logramos encontrar ninguna relación positiva, sino que las correlaciones generales entre el rendimiento promedio nacional de los estudiantes y los promedios nacionales [en cantidad de tareas asignadas] son todas negativas.” Es decir, la cantidad de tareas no afecta el rendimiento, para no hablar del aprendizaje.

En cuanto a resultados de exámenes nacionales e internacionales, Kohn ejemplifica con el documento “Tendencias en el estudio de matemáticas y ciencia de 1994 y 1999”, con datos de 50 países que obtuvieron los investigadores David Baker y Gerald Letendre, de quienes dice que difícilmente pudieron disimular su sorpresa cuando obtuvieron sus resultados: “No solamente no logramos encontrar ninguna relación positiva, sino que las correlaciones generales entre el rendimiento promedio nacional de los estudiantes y los promedios nacionales [en cantidad de tareas asignadas] son todas negativas.” Es decir, la cantidad de tareas no afecta el rendimiento, para no hablar del aprendizaje.

Kohn dice: “descubrí que décadas de investigación han sido inútiles para obtener cualquier evidencia de que las tareas son beneficiosas para los estudiantes de primaria”. Y se pregunta por qué las imponemos cuando los perjuicios (estrés, frustración, conflicto familiar, pérdida de tiempo que podría utilizarse para practicar otras actividades y la posible disminución en el interés por el aprendizaje) claramente son superiores a los beneficios. “Las posibles razones incluyen una falta de respeto por las investigaciones, una falta de respeto por los niños (implícita en la determinación de mantenerlos ocupados después de la escuela), una resistencia a cuestionar las prácticas existentes y la presión, en todos los niveles, de enseñar más cosas en menos tiempo para ganar más puntos en las evaluaciones y poder decir ¡Somos los primeros!”

Y en México, ¿qué sucede?

Sucede que las tareas escolares son comunes a todo el sistema educativo y que no han sido precedidas por un debate sobre sus objetivos, naturaleza, características, duración y revisión, por lo que su asignación puede ser arbitraria o al menos desigual, pues con frecuencia se dan sin claridad en cuanto a su relación con el aprendizaje y con el desarrollo del pensamiento. Recordemos que tampoco está regulado el tiempo que los estudiantes deben dedicar a las tareas y al trabajo escolar en su conjunto. La Ley General de Educación Pública, en el capítulo dedicado al proceso educativo en su sección tres, se refiere sólo al calendario escolar, en donde se mencionan los días establecidos de asistencia a clases y no se dice nada respecto de la jornada escolar, mucho menos de la jornada extraescolar para los estudiantes. La ley de Trabajo sí establece las horas máximas de trabajo. ¿Deberían establecerse por ley las jornadas escolares?

Ante estos hechos contundentes, pensamos que la reflexión sobre las tareas debe formar parte de la agenda del debate educativo nacional. Proponemos a los distintos actores educativos algunas tareas para tal fin. Eso sí, se recomienda hacerlas dentro de la jornada escolar o laboral:


Foto: María Emilia Martínez Negrete

1. A los directivos, profesores, padres de familia y estudiantes, que se organicen para reflexionar y hacer investigación en sus escuelas sobre las tareas, guiados por preguntas tales como: ¿Qué tipo de tareas se asignan en esta escuela? ¿Con qué objetivo? ¿Cuáles son los resultados? ¿Cuánto tiempo dedican los estudiantes a realizarlas? ¿Qué hacen los profesores con las tareas que los estudiantes entregan? ¿En qué y cómo las tareas benefician al estudiante? Que como resultado de tal reflexión establezcan políticas internas soportadas con argumentos psicopedagógicos sobre la adjudicación de tareas.

2. A las autoridades educativas, que promuevan investigaciones sobre la pertinencia de las tareas y sobre el tiempo de dedicación a la actividad escolar, y que establezcan políticas educativas amplias soportadas con argumentos psicopedagógicos consistentes.

3. A las universidades, que investiguen y promuevan la reflexión y el diseño de políticas educativas.

La Universidad Autónoma de la Ciudad de México asume la tarea de contribuir a la investigación y reflexión, así que, quien lo desee, puede enviar los resultados de las tareas sugeridas para debatir y compartir, al Programa Galatea.

Miriam Sánchez Hernández es coordinadora del Programa Galatea de la UACM
[email protected]
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