l gobierno panista de Calderón no cesa de menguar aceleradamente. Los espacios que las instituciones ceden por la inacción o la acción de gobierno
contundentemente equivocada, han ido llenándose de rupturas profundas múltiples del tejido social a lo largo del territorio. Es la ya no tan paulatina configuración de un caos que puede agravar a grados inimaginables la crisis social y económica. Y frente a esa ola caótica que avanza, no hay gobierno, no hay ideas ni acciones que tiendan a corregir algo en alguna medida.
Es imposible prever el desenlace de corto plazo de las reacciones del pueblo mexicano aquí y allá en vastas áreas del territorio nacional, después de lo que ocurrió en Juárez, pero no es imposible que marchas y acciones de todo tipo, de coraje, de dolor, de desagravio, de desesperación, comiencen a multiplicarse en medida mayor. De cara a esa posibilidad, resulta imposible prever el tamaño de la inanidad de las próximas decisiones del gobierno, o arrojando gasolina al fuego.
Hace años que padecemos violencia creciente por una interminable cadena de causas en una dinámica de empeoramiento constante. Pero frente a esa dinámica nadie ha hecho tanto para empeorar las cosas, especialmente la violencia, que el gobierno de Calderón. ¿Es posible que este gobierno no vea que la espiral de la violencia creciente se originó en sus propias decisiones? ¿Es posible que continúe tanta obcecación? Es más que posible: no conoce otra ruta.
Si usted vio la cara del Presidente, por momentos con la boca semiabierta, frente a la actitud resuelta, dolorosa, amarga, llena de coraje y de valor civil de Luz María Dávila, madre de dos de los adolescentes asesinados en Juárez, haciéndole saber que no era bienvenido debido a su absoluta inutilidad, usted habrá visto la cara misma del desconcierto, de la obnubilación, de la impotencia, de alguien de talla microscópica frente a la situación que le rodeaba y amenazaba con aplastarlo. De una vez por todas ¡trágame tierra!, podían ser sus sentimientos más profundos.
Aprisionado y sin salida, atado de pies y manos por sus propias incompetencias y su ausencia de ideas, el hombre que se metió en un callejón al que él mismo tapió la salida, está absolutamente agobiado, exhausto, abatido. Especialmente el Congreso de la Unión no puede quedarse impávido frente a un Ejecutivo que no puede hacerse cargo de un país del tamaño y la complejidad del nuestro, al que no le falta ninguna desgracia que padecer.
Pleitos entre pandillas, fue su inmediato diagnóstico desde Japón. Evidentemente se trata de la información policial o de inteligencia
que le suministraron sus colaboradores. Está claro que se trata de una irrebatible medida de la incompetencia del gobierno en su función más sustantiva de dar seguridad a la sociedad.
Pero Calderón no puede ver que la violencia que se combate con violencia crea eso: violencia sobre violencia hasta llegar al alud que comenzamos a ver frente a nosotros. Violencia del narcotráfico, que el ejército y la policía multiplicaron por mil; violencia sobre el narcotráfico que el ejército y la policía lo multiplicaron ahora en una amplia gama de nuevos delitos, como el secuestro que también practican los cárteles. Criminalidad común que se multiplica en ese caldo de cultivo, debido al crecimiento permanente de la impunidad y de la corrupción.
Es absolutamente incomprensible para cualquier terrícola que haya seguido por lustros y lustros el asesinato de mujeres en Juárez, sin que ningún nivel de gobierno haya sido capaz de hacer absolutamente nada, que nada haya pasado a la incompetencia proverbial de unas instituciones de seguridad que están ahí pero que no existen. Los asesinos de mujeres quedaron ahí impunes, y ahí siguieron, y llegó Calderón con sus planes contra la delincuencia, y milagrosamente multiplicó los panes de la muerte y la extensión y número de delitos impunes.
Y todo ello se multiplicó también por todas partes. Todos los días los medios nos informan de los decapitados, de los asesinados, delincuentes e inocentes, de los secuestros, de los levantados, de la penetración del narcotráfico en las instituciones, de la multiplicación de las cárceles para encerrar al ¿2, 3, 4 por ciento de los delincuentes atrapados?, como nos informan de las cascadas de estimaciones de los delitos cometidos en tierra de nadie: ni quien se ocupe de ellos. El gobierno se halla hundido por el crimen.
¿Y quién nos sacará de aquí?
Nada a la vista. El sábado pasado el presidente del Senado de la República, Carlos Navarrete Ruiz, anunció en Michoacán que el próximo martes 16 de febrero comparecerá ante los representantes populares el Gabinete de Seguridad federal
. ¿No siente usted frente a esta noticia un gran entusiasmo y una gran expectativa? El senador aseguró que el objetivo de la rendición de cuentas de los citados funcionarios es para escuchar los resultados en contra de la inseguridad y solicitar la reorientación de la política federal en contra de la delincuencia
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Muy bien señores senadores, mañana leeremos llenos de agradecimientos lo que escucharon
y el atole con el dedo de su solicitud de reorientación de la política federal contra la delincuencia, así como el atole con popote de la respuesta del gabinete de seguridad
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