Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El oráculo
NANOS VALAORITIS
Fiesta para Herta
ESTHER ANDRADI
Para un retrato
de Herta Müller
ESTHER ANDRADI
Herta Müller:
la patria es el lenguaje
RICARDO BADA
Las silenciosas
calles del poder
GABRIEL GÓMEZ LÓPEZ
Horizontes de la imagen
RICARDO VENEGAS entrevista con ENRIQUE CATTANEO
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Lástima: como siempre, por fin ya no (I DE II)
A cuatro situaciones alude el título inmediato superior, como sigue:
LÁSTIMA
La que da, junto con mucha grima, el galimatías argumental con el que malamente intentaron –desde luego que sin conseguirlo– salvar la cara los actuales, pero es de suponer que ya no vigentes, (des)organizadores del Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO). Como es sabido, hace unos días prefirieron escudarse en el anonimato tecnológico que twitter puede representar en casos como éste, para comunicar urbiet orbi que el FICCO se suspendía, luego que se cancelaba, más luego que no decían por qué pero que luego sí lo dirían, ya sin ocultarse detrás de vía tecnológica cual ninguna, para luego salir con supuestas razones que luego luego y a leguas se les veía la pinta de sinrazones, y total, que luego de tanto embrollo a lo mejor luego sí hay otra vez un FICCO. Luego de todo lo cual, sólo cabe imaginar lo que deberá estar sintiendo Paula Astorga, es decir la verdadera creadora y única directora del FICCO –única, pues quien tomó su lugar en la edición anterior y quizá última, lo hizo nomás nominalmente–, quien a finales del año pasado tuvo la deferencia de contarle a este sumaverbos algunos detalles de la incontestable fineza, el humanísimo trato empresarial y el muy elevado nivel de compromiso con el arte y la cultura, en posesión de los cuales una de las dos cadenas exhibidoras más poderosas del país ya hubiera querido estar cuando, hace siete años, se aventó al ruedo festivalero nada más que buscando darle en la torre a la otra cadena poderosa, que en aquellos entonces llevaba apenas la primera edición de su propio festival cinematográfico.
Más lástima, por supuesto, es que a consecuencia de tanto yerro como se fue cometiendo desde que a Paula Astorga se le impidió, con torpeza que crecía imparable, ejercer sus funciones a plenitud, los habitantes de esta chilanga capital ahora tengamos que permanecer ayunos de un evento que nos había estado salvando de la desnutrición que, en términos de cinematografía propositiva e inteligente, suele ser el azote de cada viernes, cuando se anuncian los estrenos en cartelera.
COMO SIEMPRE
Para no variar, una película mexicana probó la doblemente amarga hiel de haber sufrido una espera exasperante mientras veía cómo otras cintas sí eran estrenadas, casi todas ellas procedentes de un país que no es éste sino el del otro lado del río Bravo, sólo para arribar al desencanto cruel de que, después de tanto tiempo –en este caso más de un año–, recibe un trato indigno, como de pariente pobre, exactamente como lo relató el propio Salvador Aguirre, guionista y realizador, en la sección espectáculos de La Jornada del miércoles 27 de enero de este año. La película en cuestión es Amor en fin (2008), a propósito de la cual se habló en este mismo espacio el domingo 27 de diciembre del año pasado.
A lo dicho aquí hace seis domingos, cabe añadir un par de cuestiones, que no por repetidas deja de ser necesario mencionar una vez más:
a) mientras no se reglamente, y mientras no se aplique a rajatabla dicho reglamento, la conducta que debe seguir el segmento cinematográfico correspondiente a la distribución y la exhibición, al cine mexicano seguirá pasándole lo que a este Amor en fin: cancelaciones, asignación artera de horarios y demás arbitrariedades, que suelen ser justificadas con la sempiterna excusa ramplona del libre mercado salvaje: lo que no vende, y mucho, no importa nada.
b) Como es obvio, ese razonamiento tipo “tanto tienes, tanto vales” no daña solamente a una producción fílmica mexicana en un momento dado; también balda, constante, su brepticia y puede que indeleblemente, los criterios individual y colectivo en función de los cuales se accede a la formación de gustos y opiniones. El ejemplo más reciente de lo anterior es Avatar, esa chapuza dinerera con la que James Cameron ha vuelto a retacar de oro algunos bolsillos, incluido el suyo por supuesto. Así como el hecho de generar millones de dólares en ganancias no le da a la Coca Cola ninguna virtud nutriente, a Avatar no puede hacer la buena el hecho simple de ser la más costosa y/o la más vendida, pero la mercadotecnia y su machacona insistencia en destacar lo anterior como si se hablase de grandes cualidades, han conseguido que Medio mundo vaya al cine, deposite el importe del boleto como si de un tributo se tratara, y alimente la idea de que aquello no puede ser malo si tanta gente lo ha ido a ver.
(Continuará)
|