El PRD en San Lázaro
Doble discurso y cochupos
e tumbo en tumbo el Partido de la Revolución Democrática, o parte de él, está metido en un pantano de farsas en el que cada vez que trata de sacar la cabeza se hunde más.
Perdieron la brújula, dicen algunos que quieren disculpar el desvío premeditado con el que se mueve esa organización, aunque los críticos aseguran que lo que se perdió entre los amarillos fue la solidez ideológica, y, desde luego, la vergüenza.
No es difícil hallar la punta de la hebra de todo ese despropósito; basta con echar una mirada sobre las corrientes de ese partido, bien llamadas tribus, para explicar cómo se llegó a la situación que hoy causa pena y consternación a muchos de sus militantes.
Recordar qué es, y a quiénes pertenece Nueva Izquierda, la tribu que hoy, dividida, representan por un lado Jesús Ortega, presidente del PRD por la gracia del tribunal electoral, y René Arce, ex cacique de Iztapalapa, por el otro, da clara idea de la desgracia.
Pegado a esa tribu, pero instrumento siempre manipulado por Arce, Víctor Hugo Círigo, hoy diputado federal de cuota y antes tejedor de componendas a las que se llamó acuerdos
y alianzas
en la Asamblea Legislativa del DF, renunció al PRD el 15 de diciembre pasado, porque ese partido, dijo, ha dejado de ser para los ciudadanos una opción de gobierno viable, además de que no hace posible la reivindicación social de quienes son afectados directamente por el modelo económico
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Palabras. Lo que se escondía en ese falso alegato, y así se entendió en todas partes, fue que esa renuncia no era más que el pataleo del también ex delegado en Iztapalapa porque su tribu perdió aquella delegación a manos de Clara Brugada, fiel a Andrés Manuel López Obrador, su más acérrimo enemigo. Fue un golpe de muerte para la tribu de Arce.
No obstante, quedó clara su renuncia: el PRD no es opción de gobierno viable, aseguró, pero, tramposo como el chuchismo en general, no dejó la curul ni el jugoso salario de diputado. Además amenazó con seguir dentro de la fracción perredista como externo, aunque ese partido no sea opción.
Total, hace unos días, sin dejo de vergüenza, corrió entre los diputados del PRD en la Cámara de Diputados un documento que es parte de la agenda legislativa de ese partido, que habla de un convenio de la mesa directiva del grupo parlamentario del PRD y Círigo, además de Laura Piña, quien también renunció el mismo día que el diputado local.
El convenio de marras dice que la parejita –Círigo-Piña– se mantienen como integrantes del grupo parlamentario del PRD, salvaguardando sus derechos y prerrogativas, incluyendo los espacios físicos que tienen asignados, sus responsabilidades en la mesa directiva, y su permanencia en las comisiones y comités, y las prerrogativas económicas y de asesoría técnica
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Para sorpresa de muchos, quien abona tal cosa es nada menos que Alejandro Encinas, líder doblado por los intereses que paso a paso se han ido metiendo al dark side del perredismo, y lo mismo pretende engañar con el discurso de la unidad que procrea cochupos con quienes se han declarado enemigos de su partido.
Es muy posible que el patético acuerdo, por decir lo menos, sea rechazado por la mayoría de los miembros de la fracción, pero por lo pronto Círigo ya se siente de vuelta en el PRD, y en la nómina. ¡Vivan los principios y la lealtad!
De pasadita
¿Y qué esperaban, que nadie se diera cuenta de que todas las corrientes afines a López Obrador están fuera de la recién anunciada red de izquierdas que va en apoyo de Marcelo Ebrard? ¿Qué esperaban, que los excluidos se quedaran cruzados de brazos mirando pasar el camión de la precamapaña, en donde por cierto ya se metió Nueva Izquierda?, Pues no. Más pronto de lo que muchos imaginan los excluidos se harán presentes, y se deslindarán de la red, no tanto por lo que significa, que en términos de aliento partidista resulta una buena cosa, sino porque bajo su interpretación se les ha declarado la guerra, y si quieren guerra, guerra habrá. ¡Sopas!