Se esperan propuestas del Kremlin en la conferencia de Londres
Jueves 28 de enero de 2010, p. 24
Moscú, 27 de enero. Al margen de que la creciente inestabilidad en Afganistán –con zonas enteras bajo control talibán y otras que dependen por completo de la presencia militar extranjera–, es una seria amenaza para la seguridad en su flanco sur, Rusia pretende convertir en un buen negocio la reconstrucción de la devastada infraestructura del país centroasiático.
Circulan aquí insistentes rumores de que este jueves el canciller Serguei Lavrov va a anunciar la disposición de Rusia para reconstruir en Afganistán 142 fábricas, hidroeléctricas, óleo y gasoductos, carreteras y otras instalaciones que, en la década de los 80 del siglo XX, edificó la Unión Soviética y que llegaron a constituir la base de la economía afgana, cerca de 60 por ciento del PIB de ese país.
El Kremlin –y este es el problema– considera que la comunidad internacional debe financiar ese programa, mientras las empresas rusas que las construyeron se encargarían de su restablecimiento por adjudicación directa.
Todo apunta a que Lavrov formulará esta propuesta en la Conferencia Internacional sobre Afganistán que se inaugura en Londres con asistencia de 77 países y organismos multilaterales, y en la cual el gobierno de Hamid Karzai tratará de recabar apoyo para asumir dentro de cinco años toda la responsabilidad en materia de seguridad y que, por lo pronto, se traducirá en un despliegue adicional de tropas foráneas.
A modo de sondeo, la cancillería rusa planteó el tema a nivel bilateral, pero el gobierno de Karzai adujo carecer de recursos y sugirió que Moscú se haga cargo de los gastos de la reconstrucción, lo cual no se aceptó con el argumento de que Rusia ya condonó 10 mil 380 millones de deuda afgana a la Unión Soviética.
Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tampoco respaldan la intención rusa y sostienen que el procedimiento de reconstrucción en Afganistán debe ser transparente y mediante licitaciones.
Aparte de insistir en que Rusia permita el tránsito de cargas letales
(armamento, proyectiles, municiones) para las tropas extranjeras en Afganistán, adicional al ya autorizado de cargas no letales
(medicamentos, comestibles, etc.), la OTAN quiere involucrar a Rusia en el suministro de helicópteros para el ejército afgano, en la preparación de militares y policías afganos en territorio ruso y, sobre todo, en programas conjuntos de combate al narcotráfico.
Para Rusia la Conferencia de Londres debe fijar con claridad los parámetros de transferencia de la responsabilidad al gobierno afgano y del retiro gradual de la presencia militar foránea, algo que se antoja imposible mientras ese país no cuente con fuerzas de seguridad propias y efectivas capaces de hacer frente al talibán y a los narcotraficantes.
El retiro de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) en Afganistán, a juicio de Moscú, debe llevarse a cabo exclusivamente por resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.
El Kremlin no comparte el optimismo de la Casa Blanca en el sentido de que el retiro podría comenzar en julio de 2011, pues antes hay que garantizar que Afganistán no sólo pueda valerse por sí mismo, sino devenga un Estado neutral, que no participe en bloques militares ni albergue bases militares foráneas en su territorio.