n plena época de dominio de los Baby Doc y los Papa Doc pasamos por Puerto Príncipe como punto de ruta de un viaje turístico familiar en crucero que tocó Haití, cuya belleza contrastaba bruscamente con el pequeño muelle a través de una callecita angosta desde la que dominaba el olor de los talleres de reparación de autos, donde destacaban llantas viejas colgadas en palos de árboles.
Se quebraba el ánimo de seguir adelante y rebotaba la vista con los jóvenes y los hombres que, en vez de trabajar, se les veía recargados en la sucia barda de esta callecita que llevaba al palacio de gobierno, el cual resaltaba por su blancura. El turista podía apreciar que a las faldas de los cerros se levantaban grandes residencias, generalmente blancas, sobre todo en la parte alta de Puerto Príncipe, donde se ubicaban las zonas más privilegiadas de la ciudad, desde las que podía apreciarse las impresionantes bellezas naturales. La clase más adinerada de Haití disfrutaba ampliamente del paisaje desde las colinas cercanas al puerto.
El calor se mezclaba con el polvo y despertaba en el turista sentimientos encontrados; los míos vencieron el optimismo previo con el que el viajero aborda los enormes cruceros para hacer el viaje que arranca y termina en Miami, donde placer y bienestar se juntan con tanta fuerza como igual se enfrentan los contrastes entre los ricos de Haití con la mayoría de la gente que deambula por las callecitas estrechas y sucias.
Resulta imposible dejar de comparar las imágenes entre uno de los puertos más ricos y prósperos del mundo con el otro, que no se sabe si casualmente fue puesto en esa ruta con una intención muy sesgada. Tan pronto como llegamos a esta zona de Puerto Príncipe regresamos al barco: el sitio perfecto, cuyo único defecto radica en lo costoso que resultan estos viajes tan placenteros.
De la evidente miseria de hace 30 años parece que lo único que ha cambiado es el calendario, ahora con el agravante del terremoto de 7.3 grados en la escala de Richter, que sacudió a ese país el martes 12 de enero, a las 14:17 horas.
Las noticias del terremoto en Haití llegaron hasta el día 18, pero cada día nos horrorizaba de manera creciente. La Jornada y el New York Times no han dejado de tenernos al tanto sobre los daños humanos y materiales que dejó esta terrible tragedia que afecta a los haitianos y a todos los que tenemos por lo menos un poquito de interés en lo que le pasa a la humanidad cuando se confronta con las fuerzas de la naturaleza.
El País dice: Sábado 16 de enero de 2010. La desesperación da paso a la ira en Haití por la falta de ayuda
. Los supervivientes protestan contra la lentitud de la respuesta internacional y se lanzan contra las ruinas de las tiendas
(Pablo Ordaz, Puerto Príncipe).
Nos referimos, por supuesto, al título de nuestro encabezado y la coincidencia de que Pablo Ordaz tiene la misma interpretación que nosotros de que finalmente lo que prevalece en Haití es la incapacidad potenciada por la furia
.
El País destaca la desesperación y la ira en Haití, que atribuyen a la falta de ayuda, en lo cual no estamos totalmente de acuerdo. El diario español señala que la falta de ayuda transforma la angustia en ira, lo cual puede ser indudablemente la justa conclusión del New York Times.
Ray Rivera y Marc Lacey se refieren en su artículo a la cantidad de armamento que Estados Unidos dejó y a la larga dictadura de Papa Doc, quien heredó toda clase de riquezas a su familia mientras los haitianos del pueblo se debaten hoy en la miseria y en el abandono.
Más adelante, también proveniente de la pluma de Marc Lacey, quien escribe desde Leogane, se lee: Después del golpe que tuvo una magnitud de 6.1 y que llegó a otros pueblos de Haití, como Leogane, alrededor de las seis de la mañana del día siguiente fue centrado sobre Gressier, que es una villa al occidente de la capital de Puerto Príncipe. El más potente para golpear a Haití desde el sismo inicial ocho días atrás causó algún daño adicional a la castigada capital; Naciones Unidas aseguró que esa organización mundial estaba tratando de evaluar con mayor precisión de cuánto fue el sismo
.
Los párrafos anteriores expresan análisis sostenidos por medios internacionales de prensa y lo que nosotros decimos puede sintetizarse en el título de este artículo, pues es verdaderamente cierto que la furia del pueblo, de por sí desde antes trajelado por la miseria, por las drogas y la falta de libertades democráticas, fue potenciada por la incapacidad para hacer frente en un nivel aceptable a las consecuencias que dejó en Haití este sismo como expresión de las fuerzas de la naturaleza, que cuando deciden manifestarse nos hacen ver cuán pequeña es la capacidad que tenemos la mayoría de las sociedades nacionales en la actualidad para afrontar un desastre y tambien lo poco que puede hacer un gobierno autocrático y un pueblo empobrecido al que lo único que le queda quizás es expresar su ira de la peor manera: lanzarse en contra de los más elementales principios sociales y políticos, en vez de ayudar a mejorar la situación, que de esta manera se empeora considerablemente.