Reconocen su dedicación a Mesoamérica; la del pasado y la viva
, aclara el historiador
El académico de la UNAM lo recibirá el día 29 en la Universidad Complutense, en Madrid
Disertará sobre los humanistas españoles que durante la conquista defendieron a los indígenas
Martes 26 de enero de 2010, p. 4
El historiador Miguel León-Portilla asegura que es la universidad la que lo mantiene sano. A sus casi 84 años de edad, el investigador conserva una pasión e interés por su disciplina como si fuera un joven aprendiz.
A lo largo de 60 años de labor académica ha recibido diversos reconocimientos y este 29 de enero sumará uno más en su historial: la Universidad Complutense, de Madrid, le entregará un doctorado honoris causa por una trayectoria dedicada a la cultura mesoamericana –tanto la del pasado como la viva
, aclara– y por su voluntad incesante de desentrañar la esencia nacional.
Como antropólogo, historiador, filólogo y filósofo, León-Portilla ha centrado su interés en los pueblos del México prehispánico y en la labor de los humanistas españoles que llegaron a tierra mesoamericana con la conquista. Pero su amor por las culturas indígenas surgió desde la infancia, gracias a su tío, Manuel Gamio, considerado el iniciador de la antropología moderna en el país, quien le mostró el esplendor del mundo precolombino.
Fue un tío muy cercano, desde pequeño me llevaba a Teotihuacán y Copilco, y me explicaba. ¡Imagínense el privilegio de escuchar eso de boca de quien realizó la primera excavación estratigráfica en México y quien descubrió los templos teotihuacanos de Quetzalcóatl y Tláloc!
Diálogo con misioneros españoles
Miguel León-Portilla nació en la ciudad de México el 22 de febrero de 1926. Estudió en Los Ángeles, California, donde obtuvo una maestría en artes en 1951. En 1956 recibió el doctorado en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es miembro del Instituto de Investigaciones Históricas de la máxima casa de estudios e investigador emérito.
Entre sus libros más importantes destacan La filosofía náhuatl (1956), La visión de los vencidos (1959), Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares (1961), El reverso de la conquista (1964), Literaturas indígenas de México (1992), Tonantzin Guadalupe: pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el Nican Mopohua (2001), entre muchos otros.
Sostiene que los vínculos de los mexicanos con España no se fincan en la conquista, sino en los humanistas españoles que llegaron a México. “El mundo indígena no se entiende desvinculado de España, por eso me he dedicado a estudiar las obras de misioneros hispanos, como Andrés de Olmos, Bernardino de Sahagún o el padre Las Casas, con quienes mantengo un diálogo constante”.
Desde la adolescencia su interés por la historia creció gracias a obras como la Historia antigua de México, de Francisco Javier Clavijero. Pero fue durante su maestría en Los Ángeles cuando llegaron a sus manos los adecuados
: Poesía indígena de la altiplanicie y Épica náhuatl, publicados en la Biblioteca del Estudiante Universitario y compilados por Ángel María Garibay, fueron los libros que le cambiaron la vida.
Fue tal el impacto que por mucho tiempo una pregunta rondó su mente: ¿Quién era el padre Garibay?
, por lo que se empeñó en conocerlo.
Relata que lo primero que le dijo a aquel hombre, que a la postre sería su profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, fue: Padre, quiero estudiar todo eso que usted sabe
, a lo que el sacerdote contestó: Está bien, pero no porque haya helenistas que no sepan pizca de griego usted crea que no es necesario saber náhuatl para estudiar estos temas. Si quiere hacer las cosas en serio, conmigo va a aprender esa lengua
. Fue así como el ahora reconocido historiador lo aprendió.
Afirma sentirse muy contento por el doctorado honoris causa que recibirá el viernes en Madrid, el número 23 en su trayectoria; son muchas las cosas que me ligan a España, mi esposa es española
. En la ceremonia hablará de los humanistas que durante la conquista defendieron a los pueblos indígenas.
La visión de los vencidos es su obra más reconocida. Editada hace más de 50 años, en ésta se aventuró a algo que parecía imposible: desmentir a uno de los intelectuales más importantes del país, José Vasconcelos, quien en su libro Breve historia de México (1937), aseguraba que los indígenas no habían dejado testimonio de lo que sucedió en la conquista.
Garibay había traducido textos del náhuatl sobre la llegada de los españoles que Bernardino de Sahagún recogió de labios de los ancianos; también estaban los anales de Tlatelolco y había muchos códices con imágenes de la conquista. Entonces, se me ocurrió decirle a Garibay, ¿por qué no lo hacemos y demostramos que los indígenas sí dejaron testimonio, padre?, y él aceptó
; así nació este libro, traducido a casi 20 idiomas y que este año se editará en náhuatl.