Lo celebrado de 2009 (rock anglo I)
orque 2010 sigue sonando a 2009, porque las tendencias marcadas en el año de la influenza reflejan que el gusto de las audiencias está mudando de las guitarras estruendosas a las melodías melancólicas o a las acuarelas sónicas de gran onirismo, y porque buenos músicos del orbe, componiendo buenas piezas, nos ayudaron a no fenecer del todo, he aquí el recuento de los discos más destacados del año pasado, a decir de este apartado. Hoy, la primera parte de los de rock; ya vendrán los de electrónica, hip hop y en español, una vez superado el listado de los álbumes de la década de los 00.
1. The Flaming Lips. Embryonic. Entre motivos astronómicos, el entrañable y fantástico combo de Oklahoma ofrece una travesía interestelar entre celestas, sampleos, teclados y voces suaves, que los corona para la posteridad. Mientras más encanecen, más se siguen aventurando. Una maravilla.
2. Grizzly Bear. Veckatimest. El tercer plato de este cuarteto de Brooklyn los ubica como una de las más finas agrupaciones de paisajismo sonoro
del rock actual. Profundidades acústicas, guitarras borrosas de ascendencia folk, se funden con ensambles vocales, flautas, clavicordios, cuerdas, rumbo a una paz doliente muy de nuestro tiempo.
3. Animal Collective. Merryweather Post Pavillion. Delirantes y sicodélicas capas de pop soleado se van desgajando de manera soñadora, extraterrestre. Mucho teclado, voces con eco, percusiones obsesivas, reales y sintéticas. Frondosa, original y extravagante, la octava entrega del conjunto de Baltimore.
4. DM Stith. Heavy ghost. Deslumbre casi ignorado, el debut del cantautor neoyorquino David Stith, quien con influencias clásicas hace un álbum devastador, pleno de guitarras acústicas, pianos tristes, delicadas e intrincadas voces espectrales y arreglos impredecibles. Bellísimo.
5. The Horrors. Primary colours. Geoff Barrow, genio tras Portishead, produce este discazo, en el que los de Southend, Inglaterra, se transforman, en una segunda producción sucia, pero clara, hipnó- tica, oscura, elegante, influida por Bauhaus, My bloody valentine o Psychedelic furs. Post-post-punk fantasmal de integridad sorpresiva.
6. David Sylvian. Manafon. Decano inglés de la música contemporánea, con voz frontal, dolorosa, brinda a oídos y almas un minimalista reto existencial, que camina sobre sonidos discretos, pero punzocortantes, aislados, disonantes. Piano, contrabajo, cello, guitarra acústica, ocasionales bichos digitales, y ninguna percusión. Escalofrío e intriga colmadas de delicada beldad.
7. Bob Dylan. Together trough life. En la rugosa línea de sus discos recientes, Dylan se pone más melódico en la voz y menos murmurante, al cantar ajado y sentimental, en un álbum que, a diferencia de Modern Times (2006), deja de hablar de la muerte para cuestionar el significado de la vida y enaltecer el poder del amor, en canciones coescritas con Robert Hunter (otrora letrista de Jerry Garcia), espontáneas, old-blueseras, con harto acordeón terregoso. Rasposísimo.
8. PJ Harvey y John Parish. Siempre en el lado oscuro, la confesional Polly Jean, con voz cada vez más pulida, humor ácido e histriónico, se hace acompañar por el experimental Parish para hacer un disco de radiantes saltos atmosféricos, ya con banjo, flautas, órganos, guitarras fuertes, y gritos/alaridos a lo Nick Cave. Aunque pocos lo notaron, Harvey está en gran momento.
9. Antony and the Johnsons. The crying light. Desgarrador segundo disco, el del andrógino cantautor y actor neoyorquino Antony Hegarty. La particularidad indefinible de su grueso timbre vocal, entre frágiles instrumentaciones y un corazón desolado, hacen del ganador del Mercury Prize 2005 un espejo de muchas almas.
10. Jim O’Rourke. The visitor. El respetado autor que compone y ejecuta música electro-acústica, jazz y rock, otorga un solo track instrumental de 38 minutos, cuyos pasajes varían dóciles de la guitarra al piano. El clarinete, el órgano, el cello, y demás riqueza acústica, nadan de una emoción a otra. Su hechura implicó más de 200 tomas. Espléndido.
11. The Dead Weather. Horehound. Atmósferas densas y guitarras fieras, mega-rocanroleras, invaden el reciente proyecto de Jack White, quien ahora tras batería, compone para que la guapa Alison Mosshart, de The Kills, cante aguerrida. Oscuridad brillante la de uno de los pocos que quedan haciendo agraciado rock de buena cepa.
12. Sonic Youth. The eternal. Quinceavo álbum, y nada sereno: el cuarteto de Nueva York vuelve al punk-noise disonante que los encumbró, ahora con el desorden ordenado que les da haber pasado por el asentamiento y claridad de sus tres discos previos. Dulzura furiosa, sensualidad sórdida. Con Mark Ibold de Pavement como invitado, reafirman su eterna juventud estos ruidistas.
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