Mascarada y bodas carnavalescas
esde las primeras planas y pantallas nos acusan las miradas tristes de los niños de Haití. ¿Y qué pasará cuando se vayan la cámaras y las luminarias, todo el aparato imponente del espectáculo electrónico global? Por lo pronto, el agua y los alimentos llegan apenas a los damnificados, y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) denuncia que ha empezado el bestial tráfico de niños. Huérfanos o no, desaparecen en el éxodo de la trágica nación, para la que anuncian, los burócratas de las instituciones internacionales, un nuevo Plan Marshall.
Más de 100 mil muertos. Y sigue la cuenta. México envía navíos cargados de donaciones del mexicano generoso y solidario
que padeció el sismo de 1985 y cierra los ojos al hambre de millones de compatriotas. Más de la mitad de los mexicanos hundidos en la pobreza: el triple de la población entera de Haití padece hambre cotidianamente y sobrevive con unos centavos más que el dólar y medio de ingreso diario que mata de hambre a los haitianos. Y el señor Ernesto Cordero, secretario de Hacienda de Felipe Calderón, viaja al vecino país del norte y pronuncia infantiles despropósitos, embrollo de macroeconomía indigesta en apabullante jerigonza. Ni hablar de pasos tentativos de primerizo. Simplemente no tiene idea de lo que dice ni decirlo como se debe. Nadie presta atención. Si pone adverbios donde tendría que usar un adjetivo: menos mal. Después de Fox, todo tartajeo, toda estulticia, son luces que iluminan el laberinto de la transición en presente continuo.
¡Es la economía, estúpido! Pero no basta el mantra de campaña de Bill Clinton. Es el desinterés por las consecuencias trágicas de la visión macroeconómica de las finanzas y la visión microscópica del daño a la vida de los seres humanos. No hay que hablar mal de México, sentencia el presidente Calderón en pleno desastre. Apaga las velitas del pastel en la fiesta de 50 años del ISSSTE y atento al clamor de las galerías empuja el rostro de Miguel Ángel Yunes sobre el cremoso pastel. Jefe y subordinado comparten sonrisas. Y el torvo rostro de Javier Lozano –secretario del Trabajo, denunciante de actos terroristas, perseguidor de trabajadores sindicalizados– se distorsiona en simulación de sorpresa. Como si no hubiera complicidad en el acto cortesano de sumisión palaciega, a la manera de los cómicos del cine mudo en las orgías cinematográficas de pastelazos durante la Gran Depresión.
Felipe Caderón vuela a Davos. Desde la Montaña Mágica asistirá divertido a la mascarada de bodas carnavalescas que César Nava dirige en la gran carpa nacional de la pluralidad democrática. Sonría: a César lo que es del PAN y a Jesús Ortega la prístina mano de Lino Korrodi. En los avatares electoreros de 2000, Ortega acusó a Korrodi de ser la mano negra que invertía ilegalmente millones de pesos de capital privado, nacional y extranjero, a la campaña electoral de Vicente Fox. Quién podría olvidar la sombra misteriosa de la señora Robinson y el acoso de la prensa especializada en la política del espectáculo, a las puertas del edificio donde vivía Mrs. Robinson y adonde llegaba el otoñal pasante de delincuente electoral. Jesús Ortega aspira a liquidar el poder de los cacicazgos, aunque el PRI lo venza como el cadáver del Cid.
Eugenio Hernández se hizo pontífice. Abrió al tránsito el paso de Reinosa a Mission, Texas y dio vía libre a Rodolfo Torre Cantú, precandidato único del PRI a gobernador de Tamaulipas. Va a ganar. Jesús le habrá dado a la derecha lo que es de César. Y Manuel Camacho podrá poner otra línea en el instructivo de la democracia sin adjetivos, y sin prejuicio alguno que se interponga en su camino. Lo importante es ganar: si no armamos coaliciones con candidatos atractivos a los grupos de poder real, competitivos, según los encuestadores, el PRI va a ganar todo en 2010 y no habrá manera de impedir que gane la Presidencia en 2012. Y, a propósito de la tarea de conducir al poder que uno no pudo alcanzar, nada importan izquierda y derecha. Si acaso, el centro absoluto, grato a mochos y jacobinos, anarquistas y sinarquistas, ricos y pobres, explotadores y explotados.
Manuel Camacho se quedó en la orilla cuando Carlos Salinas designó sucesor a Luis Donaldo Colosio; aceptó ser canciller y al llegar la rebelión de año nuevo en Chiapas abandonó el puesto con tanto entusiasmo que motivó el inolvidable: ¡No se hagan bolas!
Oyó las brujas de Macbeth y vio caminar al bosque. Hizo y deshizo su partido. Y se montó a la carroza alegórica del Peje. Pero lo suyo es la alquimia, la búsqueda del movimiento continuo. Y ahí está. Encargado de la refundacion de la izquierda en la que nunca militó. Pero en el Distrito Federal el PRD heredó la clientela del PRI, y Marcelo Ebrard el puesto y las aspiraciones presidenciales del refundador que convoca a coaligarse con quien sea con tal de sacar al PRI del sitio desde el que perpetúa como cacicazgo
el cesarismo sexenal. Prepara la bodas de Camacho y Ebrard viaja a Washington donde nos dicen, pero no publican la foto del anhelado encuentro, se entrevistó con Barack Obama.
La va a necesitar si su mentor hace el milagro y Andrés Manuel hace el Tancredo para que PRD-PT-Convergencia y PAN hagan a Gabino Cué su candidato a gobernador de Oaxaca. Pero flaco favor le hacen al decir que es un buen hombre
. Caballo grande tira a penco..., dicen los rancheros. Pero esos son otros López. Andrés Manuel asegura que Gabino Cué tiene proyecto de gobierno. Y ahora a ver qué hacen Jesús Ortega, Diódoro Carrasco y Manuel Camacho. Porque en el PAN saca la daga florentina Manuel Espino. Y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, solemne como un ministro del interior, declara que las coaliciones de coyuntura, sin programa de gobierno común, son un fraude a la ley electoral.
La mascarada adelantó el carnaval de Veracruz. Y el de Mazatlán, porque Manuel Clouthier calificó de narcogobierno al de Sinaloa y al gobernador priísta Jesús Aguilar Padilla no le tembló el pulso para responder de inmediato que era una pena que recurriera a la misma ruindad de los que acusaron de eso a su señor padre; al Maquío, cuya estatua erigieron los panistas del vuelco. Y de paso el aspirante del PAN diluyó las diferencias internas del PRI y Jesús Vizcarra, presidente municipal de Culiacán, se consolidó como el candidato potencial de unidad. En Chihuahua ya lo es César Duarte y no parece que Carlos Borruel pudiera recuperar la plaza para la derecha.
Quede para el momento en que se decida la historia de Xóchitl Gálvez como candidata del PAN y del PRD en Hidalgo. Le sobran barajas a Miguel Ángel Osorio Chong: Jorge Rojo, Omar Fayad, David Penchyna y Francisco Olvera: todo indica que éste será el candidato. Lo de Puebla se redujo al tamaño político de Mario Marín: Javier López Závala es el suyo; Rafael Moreno Valle, el de la coalición anticipada, se diría que heredada con el fierro del PRI.
Lo de Veracruz fue en serio. Tres discursos combativos que reivindicaron la ideología laica y liberal del juarismo; la social de la Revolución; la integración pluriclasista y la convicción agraria y obrerista de su partido. Mensajes a cargo de Fidel Herrera, Francisco Rojas y Beatriz Paredes. La tlaxcalteca rindió homenaje a Adolfo López Mateos y su afirmación: de izquierda dentro de la Constitución.
Pero sobre todo a Juárez, a Lerdo, a los hombres de la Reforma: somos una república democrática, laica, representativa y federal.
Laica, ante todo, laica. Y dicen que no se definía la que heredó los recuerdos del porvenir.