Abren muestra con 130 fotografías que tomó durante sus travesías con el escritor
Uno debe conocer un poco de la historia, la literatura y el arte de cada lugar
, sugería
En Chichén Itzá fue atrapado por el misterio de la civilización maya, comparte su viuda
Viernes 22 de enero de 2010, p. 4
Viajar con Jorge Luis Borges a Ginebra, por ejemplo, debe haber sido como trasladarse con Gogol a San Petersburgo; pasear con Cortázar en París o con James Joyce en Dublín. En cualquier caso, una experiencia única. Uno lo supone, María Kodama, viuda y heredera del escritor, lo sabe: Borges era un compañero de viaje maravilloso y muy divertido, nada que ver con esas cosas que dicen los que no lo conocieron íntimamente: que era un viejo infeliz y manipulado, sólo interesado en los laberintos
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Fueron incontables los viajes que hicieron juntos. A muchos de ellos Kodama llevaba una cámara para tomar fotos como cualquiera que viaja con su familia, con su esposa y sus hijos
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Reunió y guardó cajas y cajas
de fotografías, suficientes para hacer varios libros. Durante años, después de la muerte del autor de El Aleph, Kodama no las podía ver, por el dolor de la pérdida y porque todos esos momentos ya no iban a volver o no de la misma forma
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Cuando ya pudo verlas e incluso disfrutar del recuerdo de esos viajes, seleccionó 130, son las que integran la exposición El Atlas de Borges, organizada el año pasado como parte de las conmemoraciones por el centenario del escritor, de la cual La Jornada publicó un par de ejemplos en su edición del miércoles, y que hoy se inaugura en la galería ARTeria. Por eso está Kodama en la ciudad de México.
Fascinación por Creta
“Viajar por ciudades de América era un descubrimiento mutuo, y viajar por Europa no tanto, porque lógicamente él había ido ahí desde niño, con sus padres. Entonces, cuando llegábamos a Ginebra me decía: ‘no vaya a buscar nada, porque yo la voy a guiar, le voy a hacer descubrir Ginebra’ y, sí, me enseñó todos los rincones, todos los lugares, todas las escaleras; era una delicia viajar con un hombre que tenía todo ese conocimiento de las cosas.
“Él decía que era en vano viajar si uno no conocía un poco de la historia, de la literatura y el arte de cada lugar, porque podía uno terminar siempre en el centro y haciendo shoping. Cuando estábamos en Europa me decía: ‘vamos a saludar a nuestros amigos’, y resulta que nuestros amigos eran pintores que él había visto y a los que adoraba. Entonces era maravilloso el viaje y todo lo que subyacía en el recorrido.”
–¿Ginebra era la ciudad que más le gustaba?
–Era una de sus patrias. Le gustaba sobre todo porque era una ciudad vieja que no había cambiado, y por ese hecho podía recorrerla y rencontrar los lugares de su adolescencia, lo que para él era una cosa increíble. Era un poco como los griegos que tomaban la parte por el todo, así él decía que Ginebra era su país como también lo era Buenos Aires. Y así como los griegos unían su nombre al de la ciudad en que habían nacido, como Tales de Mileto, por ejemplo, así él era Borges de Buenos Aires. En general le gustaban las ciudades europeas porque se podían recorrer a pie.
Lo que al escritor argentino no le gustaba y evitaba siempre que podía eran los hoteles de cadenas, porque eran iguales en todos lados: Le gustaban los lugares que no se repetían
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–¿Cuál fue el sitio más extraño al que fueron?
–Uno de los más extraños y que más le emocionaron fue Creta; descubrir el lugar de dos de sus temas fundamentales, que son el minotauro y el laberinto, y todo lo que Borges unía al laberinto como símbolo de la perplejidad humana ante el universo. Después, Egipto, país por el que sentía gran pasión desde niño, igual que yo, por toda esa mitología terrible pero al mismo tiempo fascinante de chacales, halcones y dioses.
Milagro secreto
María Kodama, presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, asegura que venir a nuestro país también fue emocionante para el autor de El jardín de los senderos que se bifurcan: Para él México era Alfonso Reyes; nunca olvidó todo lo que le ayudó en su carrera y las conversaciones que tenían cuando Reyes fue embajador de México en Argentina
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–¿Cómo era Borges en los aviones, en los aeropuertos?
–Le encantaban, además de que todo mundo lo mimaba.
–Hay una foto en la zona arqueológica de Chichén Itzá. ¿Cómo fue ese viaje?
–Lo pasamos lindísimo, estaba fascinado por el misterio de esas civilizaciones de tantos siglos que alcanzaron una serie de conocimientos que luego el tiempo reveló como reales; eso era verdaderamente extraordinario.
–El era muy anglófilo, ¿cómo veía esas culturas?
–Fue, pues justamente los ingleses junto con los alemanes son de los que más se han interesado por las culturas antiguas. Así que él sintió todo eso de una manera muy fuerte.
–¿Fue difícil escoger sólo 130 fotografías?
–Bueno, cuando Borges murió me propusieron hacer una exposición de fotos, pero yo les dije que en ese momento no podía verlas, era imposible.
“Después de mucho tiempo, ya sin ese dolor, las pude ver y fue como volver a estar con él. Pero cuando una persona, como dicen los florentinos, recién entra al mar, es muy difícil separar el dolor de la pérdida, porque esos momentos no van a volver, no de la misma forma, pero ya están en mi memoria.
Hoy para mí es como si Borges no hubiera muerto. Les digo a mis amigos que es como un milagro secreto porque siempre estoy hablando de él, trabajando con su obra, dando conferencias. Es como si él continuara dentro de mí para siempre.
(La muestra El Atlas de Borges se inaugura hoy a las 19:30 horas en ARTeria, ubicada en Isabel la Católica número 12, Centro Histórico, entre 5 de Mayo y Tacuba; estarán presentes María Kodama y Hernán Lombardi, ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires; permanecerá abierta hasta el 28 de marzo.)