Opinión
Ver día anteriorJueves 21 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nuestra Señora de las Nubes
E

l Taller de Teatro de la Universidad Autónoma de Sinaloa (TATUAS) se diversifica y va dando lugar a que diferentes directores emanados de su colectivo, como Arturo Díaz de Sandy, presenten sus proyectos casi siempre ligados con la realidad y la dramaturgia latinoamericanas, una vez que los derechos de la obra de Óscar Liera le fueron arbitrariamente retirados, como ya constaté en estas páginas, y la compañía que ha sido modelo en el teatro regional se abre a otras propuestas. Ese sería el caso de Nuestra señora de las nubes del dramaturgo argentino radicado en Ecuador al frente del colectivo Malayerba, Arístides Vargas, con cuyo montaje el TATUAS representará a nuestro país en algún festival y que se presenta en muy breve temporada en el Teatro Casa de la Paz de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Arístides Vargas es conocido en nuestro país con escenificaciones de sus textos como La edad de la ciruela y anteriormente con Jardín de pulpos, la última presentación del Taller del sótano. Algunos integrantes de ese grupo, como Teresa Rábago hicieron un último intento por revivirlo montando, precisamente, la obra de Vargas que nos ocupa, en una versión muy libre que hacía hincapié en aspectos políticos de Latinoamérica, como alusiones a la terrible Operación Cóndor que en el original no existen o se muestran soslayados, excepto el doloroso tema del exilio que el propio autor hubo de sufrir. En la interpretación del director Arturo Díaz de Sandy, que actúa junto a la actriz invitada Norma Angélica, se pueden apreciar los valores y las fallas de este texto, incluido el llamado realismo mágico con el que pareciera querer signarse lo producido en nuestro país y que aquí se presenta un poco forzado en los diálogos de ese hombre y esa mujer que se encuentran exiliados en una especie de limbo, recordando la patria perdida, él hablando de su muerte, ella afirmando que fue un pájaro y sosteniendo, en diálogo posterior, que tuvo alas.

Los dos actores encarnan a todos los personajes del recuerdo de la vida en ese inexistente país –pero que puede abarcar muchos de nuestro continente– llamado Nuestra Señora de las Nubes. Están, entre otros, la solterona y su padre que le exige casarse, la abuela que narra al nieto con retraso mental la serie de parentescos de los habitantes del lugar; el alcalde prepotente y la tonta de su mujer que se apartan de los otros tipos populares en una sesgada muestra de clasismo; están los dos hombres de arrabal, con la actriz travestida y sus piropos desfachatados, una secuencia a mi parecer excesivamente larga; está la historia de amor del joven compositor moribundo que cierra la representación. Todas estas escenas se intercalan a las de los personajes que recuerdan en el lugar de su muerte o su destierro, con las eficaces gracejadas de la mujer alada.

La cantidad de disímbolos roles que interpretan la actriz y el actor para dar cuenta de los segmentos de toda una población resulta de gran dificultad y ambos salen más o menos bien del reto, aunque no tienen tiempo de interiorizar sus personajes y por ello simplemente los caracterizan de manera externa, con actitudes corporales a veces extremadas y con voces distorsionadas, aunque hay que reconocer que los actantes en sí mismos son bastante unidimensionales y se requeriría una enorme capacidad actoral para dotarlos de credibilidad y vida propia, capacidad a la que pudiera acercarse Norma Angélica, no así Díaz de Sandy que se regodea excesivamente con sus sobreactuadas participaciones, lo que demuestra que no es fácil actuar y dirigir al mismo tiempo. De cualquier manera, y a pesar de lo dicho, ambos logran comunicar cierta esencia de los pobladores aunque sea con sus gruesas caracterizaciones. Los cambios de vestuario –a cargo de Marichú Romero– también colaboran para que se pierda cualquier sentido de magia. La escenificación se complementa con el diseño de iluminación, que ubica las zonas del lugar de los desterrados y el de los habitantes de Nuestra señora de las Nubes y con la música de Antonio García.