Viven en situación vulnerable; la crisis las ha llevado a gastar menos en alimentos y transporte
No son pobres, pero están en el límite; tienen al menos dos carencias sociales: Observatorio de Política Social y Derechos Humanos
Hacen esfuerzos en materia de salud y educación básica
Lunes 18 de enero de 2010, p. 5
En el territorio nacional hay 39.7 millones de personas –37.5 por ciento de la población total– que viven en situación vulnerable. No son pobres, pero están en el límite. Son mexicanos que tienen al menos dos carencias sociales y la actual crisis económica los ha llevado a dejar de adquirir productos y a gastar menos en alimentos y en transporte.
En momentos de crisis como éste, las familias recurren a distintas reducciones de gasto en bienes que les son estratégicos, aunque hay rubros que son inamovibles. Algunos se relacionan con las provisiones de bienes y servicios públicos como salud y educación básica. Hay otros no tan directos, como el transporte público y alimentación
, señala un análisis sobre el cambio de gasto en los hogares, elaborado por el Observatorio de Política Social y Derechos Humanos.
Explica que dentro del gasto de los hogares hay rubros decisivos, como comida, medicamentos o útiles escolares, los cuales son indispensables. Asimismo, hay otros bienes y servicios como ropa, regalos, transporte foráneo y recreación, que no son tan indispensables. La prioridad de necesidades depende de las familias, de las características y hábitos que éstas tienen, precisa.
El deterioro en la calidad de vida de las familias no se refleja inmediatamente. A los niños no se les saca de la escuela; si la clase media deja de pagar colegiaturas, inscribe a los niños en colegios públicos. La gente no pierde su vivienda, pero deja de hacer reparaciones. Si se descompone la televisión, no la mandan a arreglar, y así poco a poco baja su calidad de vida. Si se rompe un vidrio, no lo cambian
, indica Araceli Damián, investigadora de El Colegio de México.
En el acceso a los servicios de salud también se da un deterioro, pero ocurre una mejora en ciertos indicadores, agrega. La gente sigue estudiando. Aún está la idea de que la educación es el medio para conseguir un mejor nivel de vida. Las familias hacen un esfuerzo porque los jóvenes continúen en la educación.
Indica que la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2006-2008 capta al Seguro Popular, pero éste no es igual a la seguridad social. Van a salir (las autoridades) con que los viejitos de Oportunidades, que reciben 250 pesos al mes, ya tienen seguridad social, pero este concepto es más amplio.
De acuerdo con información que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) reportó en la medición multidimensional de la pobreza, con base en datos de 2006-2008, del total de la población mexicana apenas 18 por ciento cuenta con ingresos suficientes y con todos los derechos sociales cubiertos (educación, servicios de salud, seguridad social, calidad y espacios de vivienda, acceso a los servicios básicos y alimentación).
Del resto de la población, 44 por ciento vive en pobreza, multidimensional, 4.5 por ciento es vulnerable por ingresos y 33 por ciento enfrenta alguna carencia social.
En un análisis, el observatorio indicó que se ha dado una reducción en el gasto de los hogares, ya que si bien en 2006 erogaban en promedio a la semana 2 mil 590 pesos por alimentos, en 2008 se reportó una reducción a 2 mil 395 pesos para el mismo fin. Para cuidados a la salud, en 2006 se gastaban 350 pesos por trimestre, mientras 24 meses después fueron 228 pesos; en educación básica el gasto promedio mensual por hogar pasó de 260 a 234 pesos.
Precisa que en los hogares urbanos el gasto semanal por persona era en promedio de 895 pesos en 2006, pero dos años después bajó a 818 pesos. En tanto, en el ámbito rural, el gasto por persona a la semana fue de 538 pesos y bajó a 504. Dado que en el contexto rural los ingresos son menores respecto del urbano, se esperaría que en contextos críticos las familias rurales trataran de mover lo menos posible la alimentación y que las urbanas tuvieran mayor margen de maniobra para reducir el gasto de alimentos, comprando bienes de menor precio y calidad.
Agrega que las familias urbanas redujeron significativamente sus gastos en artículos de limpieza, cristalería, enseres domésticos, comunicaciones, salud y educación y recreación. Además, los hogares urbanos y rurales decidieron no reducir mayormente sus gastos en vivienda, transporte público, educación básica, cuidados y accesorios personales.
Lo que se muestra es que en contextos económicos críticos hay algunos gastos que difícilmente se pueden mover, porque son costos fijos para el sostenimiento de las condiciones mínimas de bienestar del hogar. En particular, destaca un gasto que es fundamental para cualquier persona y familia y que muchas veces es olvidado: el transporte público.
Agrega que transportarse es una necesidad básica para cualquier persona. Independientemente de si se están en crisis o no, las familias y sus integrantes requieren movilizarse para comprar productos, visitar familiares, recrearse, trabajar, buscar empleo o educarse. En 2006 el gasto promedio de los hogares por persona en trasporte público fue de 121 pesos semanales en el ámbito urbano y de 85 en el rural. Para 2008, apenas se registró un descenso en el gasto de 116 pesos por persona en las familias urbanas y 75 en el rural
, indica.
Alimentarse, vestirse, vivir en un lugar adecuado, estar saludable, educarse y transportarse constituyen elementos básicos para cualquier persona; en la medida en la que éstos se complementan, el nivel de vida de un ser humano aumenta. Con la crisis, algunos en lugar de complementarse se sustituyen, esto es, me alimento menos para trasportarme igual.
Según la clasificación que hace el INEGI, de casi 16 millones de hogares donde habita al menos una persona menor de 14 años, 70 por ciento se ubican en el estrato bajo y medio bajo. Es decir, los rasgos generales de las familias en expansión son bajo nivel de ingresos, pocos años cursados en la escuela y baja calidad de la vivienda en la que habitan, factores que contribuyen a que estas familias reciban con mayor severidad los impactos de la crisis. Siete de cada diez familias en expansión están en los dos estratos más bajos.