El Zapata, mucho más que un apodo
oy, en la undécima corrida de la temporada harán el paseíllo en la Plaza México el tlaxcalteca Uriel Moreno El Zapata, que se presenta, así como el granadino David Fandila El Fandi y el aguascalentense Fabián Barba, que repiten luego de triunfar la tarde de su presentación en la sexta y novena corridas respectivamente.
Lidiarán un encierro de la ganadería jalisciense de San Marcos, que también repite, luego de que la corrida enviada para el octavo festejo fue parchada con cuatro reses de Carranco, menos ofensivas de pitones y al entero gusto del consentidor y malagradecido Capea papá, que así corresponde al cariño que le tuvo el público mexicano.
Con un valor sin aspavientos y una amplia tauromaquia que cubre los tres tercios y es garantía de espectáculo en cuanto coso se presenta, con 34 años de edad y 14 de alternativa, Uriel –Emiliano Zapata, Tlaxcala, 1975– proyecta convicción en lo que hace y un trabajo interior que se refleja en la serenidad de su mirada.
Pero su inteligencia y sensibilidad no impiden al Zapata la temeridad y hoy por hoy es el único torero que con frecuencia inicia la faena con el azaroso y casi olvidado pase de El imposible
, creación del desaparecido diestro poblano Antonio Campos, que consiste en citar de largo al toro de embestida franca por el lado izquierdo del torero, llevando la muleta con la diestra por detrás de la espalda para, en plena carrera de la res, girar completamente el cuerpo y con la muleta marcar la salida de los pitones con el de por sí expuesto pase de la Arrucina
.
A los 15 años lo hizo debutar como novillero José Arriaga El Gitano, su apoderado durante casi otros tantos, y cuando se separaron Uriel se vio obligado a madurar por sí mismo en lo personal y en lo taurino, convencido de que las cosas caen por su propio peso y cada quien se coloca donde puede. Ha ido varias veces a España pero sólo ha toreado en tientas en Salamanca, a diferencia de otros salmantinos acá.
En constante evolución, su toreo ha ganado en expresión interior y corporal, pausada, sin prisas, luego de haber trabajado diversos fantasmas, miedos, cornadas (13), 10 de ellas por toros francamente malos, apostándoles él como si fueran buenos. Ha estado más de un año en un trabajo sicológico serio. Confiesa que hoy disfruta de su profesión como nunca. Posee un rancho con vacas bravas, monta a caballo, agradece todo y no le preocupa cómo lo vean los demás.
“Soy un hombre muy metido en lo mío más que en las relaciones con los taurinos –añade El Zapata–, a los que veo cuando entreno o toreo en la plaza. Dinero y fama son consecuencia de saber estar delante del toro, decir desde adentro y proyectar ese sentimiento al tendido. Si mi hijo Emiliano quisiera seguir esta profesión lo apoyaría incondicionalmente, como lo hizo mi padre conmigo.
“Cada quien debe hacer con su vida lo que se le pegue la gana y hacerlo lo mejor posible. No me gusta ver los toros que voy a torear para no darle juego a la mente. Me gusta mucho el cartel, pues además habrá competencia en banderillas con El Fandi. Voy a disfrutar con emoción cuanto haga, pues sólo con emoción se emociona a la gente. Que la inspiración nos agarre toreando.”