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El veredicto de Oxfam Momento histórico, reunión histórica, evasiva histórica “El acuerdo es un triunfo de la propaganda por encima de la sustancia” Jeremy Hobbs, director ejecuti vo de Oxfam Internacional El acuerdo climáti co anunciado en Copenhague es un triunfo de la propaganda sobre la sustancia. El acuerdo –que ha sido anunciado por Estados Unidos, India, China y Sudáfrica– no fue respaldado por otros muchos países. El acuerdo no ofrece confi anza de que será evitado el cambio climáti co catastrófi co o que los países pobres recibirán el dinero que necesitan para adaptarse al calentamiento global. Los líderes también han pospuesto un acuerdo legalmente vinculante hasta fi nales de 2010. “Éste no es un pacto cerrado, ya que un acuerdo debe ser aprobado por todos los países. Este acuerdo apenas logra ocultar las enormes diferencias entre los países que han plagado las negociaciones durante dos años”, declaró en Copenhague Jeremy Hobbs, director ejecuti vo de Oxfam Internacional. “El acuerdo es un triunfo de la propaganda por encima de la sustancia. Reconoce la necesidad de mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados, pero no compromete la manera de hacerlo. Deja atrás las decisiones importantes sobre reducción de emisiones y elude temas de fi nanciación. “Millones de personas en todo el mundo no quieren ver morir en Copenhague sus esperanzas de un acuerdo ambicioso, justo y vinculante. Los líderes ti enen que volver a la mesa negociadora a principios de 2010 y tomar las decisiones políti cas que se necesitan urgentemente para que se consiga un acuerdo tal.” Propaganda vs realidad en el acuerdo Propaganda: cien mil millones de dólares al año para ayudar a los países pobres. Realidad: Está formulado como un objetivo, no como un compromiso. En consecuencia, los países pobres no tendrán ninguna seguridad de que recibirán el dinero que necesitan para adaptarse al cambio climático y reducir sus propias emisiones. Cien mil millones de dólares es sólo la mitad del dinero que se necesita. El défi cit en los fondos podría signifi - car que los trabajadores del sistema de salud en el sur de Asia y en África subsahariana no conseguirán los mil 500 millones de dólares al año que necesitan para evitar las muertes provocadas por la malaria y la diarrea, que se expanden por culpa del calentamiento global. No hay garantí a de que los cien mil millones de dólares vayan a ser adicionales a los compromisos de ayuda ofi cial ya existentes. Esto signifi ca que el dinero podría ser desviado de los presupuestos de educación y salud para pagar protecciones contra las inundaciones. Los cien mil millones de dólares pueden no ser dinero público. A no ser que el fi nanciamiento para el cambio climáti co provenga de fuentes públicas, no hay garantí as de que llegará a la gente que más lo necesita, en el lugar adecuado y en el momento preciso. Propaganda: Mantener el incremento de la temperatura global por debajo de dos grados centrígados Realidad: El acuerdo no incluye metas que garanti cen que el calentamiento del planeta se mantendrá por debajo de los dos grados centí - grados. La ciencia es clara en que se necesita una reducción de emisiones de al menos 40 por ciento en 2020. Metas específi cas son esenciales. Reclamando poder en Copenhague Simone Lovera Desde muchas perspectivas, la 15 Conferencia de las Partes en la Convención sobre Cambio Climático (COP 15) celebrada en Copenhague se vislumbraba como una “crónica de una muerte anunciada”. Hace más de seis meses quedó claro que el contaminador más grande del mundo, Estados Unidos (EU), no iba a comprometerse a un acuerdo vinculante para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) con el 49 por ciento requerido por la ciencia para evitar la marcha del clima planetario hacia un destino catastrófico. Este compromiso requiere una legislación nueva y revolucionaria, y los borradores de la legislación que están sobre la mesa en Washington hasta ahora no logran comprometer al país a una reducción de más de cuatro por ciento en comparación con los niveles de 1990. He ahí la gran responsabilidad de los ciudadanos estadounidenses. ¿Serán lo suficientemente conscientes de su papel histórico o permanecerán en su burbuja carbónica protegidos por el poderío militar de sus ejércitos? Entonces, la pregunta principal antes de Copenhague no era si habría un fracaso en la COP 15, sino quién asumiría la responsabilidad del fracaso. La estrategia de prensa de Estados Unidos estuvo muy bien desarrollada: asegurar que todo el mundo piense que China era la oveja negra de la conferencia de Copenhague y que Barack Obama era el gran salvador. En verdad, China es el contaminador más grande del mundo desde hace dos años, cuando arrebató la delantera a EU, aunque esto se debe a que uno de cada seis seres humanos del planeta vive en ese país. Esto es alarmante, pero lo es más que las emisiones de cada estadounidense son cinco veces más elevadas que las de cada chino. Estados Unidos casi logra imponer su estrategia: la prensa apuntó a China como gran contaminador y, aunque no venía a ofrecer nada, Barack Obama aparecería el último día de la conferencia como el presunto gran salvador. Hasta ese momento la conferencia había sido una pesadilla, más que nada por la actitud negativa de la delegación de EU que trataba, entre otras cosas, de aniquilar el Protocolo de Kioto, el único acuerdo que compromete de manera vinculante a los países económicamente desarrollados, en conjunto los principales emisores de GEI, a reducir sus emisiones. Durante un día caótico, Obama se reunió con un pequeño grupo de países en un estilo copiado a las negociaciones sobre el comercio global en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las naciones con reivindicaciones legítimas, tales como la demanda del reconocimiento de la deuda ecológica causada por el cambio climático, no fueron invitadas a participar en la sesión paralela para países “selectos”. Al final del día, un triunfante Obama anunciaba a la prensa mundial que había logrado un acuerdo, e inmediatamente salió para casa, dejando al presidente de la conferencia la quimérica tarea de asegurar el apoyo de toda la conferencia para este acuerdo –irregular a ojos de muchos–, incluyendo la nimiedad de lograr el respaldo de los más de cien países, Partes en la Convención, que fueron ignorados en las reuniones de selectos. El mentado acuerdo entre Obama y sus selectos amigos no incluyó ningún compromiso vinculante de reducción de emisiones de GEI. Incluyó apoyo financiero, de 30 mil millones de dólares, pero 25 mil millones van a venir de “recursos existentes”, o sea, básicamente los países en desarrollo van a pagar sus propias cuentas. El apoyo incluye un monto de diez mil millones para el sector forestal. Pero la misma delegación de EU trabajó activamente durante dos semanas para asegurarse de que no se contemplara en las decisiones de la COP ninguna condición ambiental o social para invertir esos fondos. Entonces, en vez de detener la deforestación o restaurar bosques por medio de iniciativas comunitarias, de pueblos indígenas, de mujeres y campesinos, el sector forestal puede usar este dinero para el establecimiento de plantaciones de monocultivos de árboles de gran escala, que comprobadamente tienen un impacto ambiental muy negativo. Así, los fondos comprometidos al combate del cambio climático, pueden volverse en un arma de doble filo, que inflija aún más daño al sistema climático global, al mismo tiempo que proporcione un caldo de cultivo apto para la proliferación de serios problemas socio ambientales. Pero como en una mala película, la última noche de la COP 15 en Copenhague tuvo un final feliz: el acuerdo de Obama fue rechazado por una coalición diversa de pequeños países con un gran interés en un resultado de las negociaciones justo y realista. Así, la democracia internacional le ganó la partida a la arrogancia de los países ricos, que pensaban que se podía comprar el apoyo de otras naciones para firmar cualquier acuerdo débil e injusto. Como resultado, las negociaciones continuarán en 2010. Con base en el reclamo de poder de los países pobres, tales como Bolivia y los Pequeños Estados Insulares, basados en la defensa de la dignidad de sus pueblos, y de los grandes movimientos sociales –los cuales pelearon por la llamada “justicia climática” en las calles de Copenhague– existe hoy, más que nunca, la posibilidad de que la próxima Conferencia de las Partes, a celebrarse en la Cuidad de México, vaya a dar su nombre a un acuerdo más justo, socialmente equitativo y ambientalmente responsable. Coalición Mundial de Bosques
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