16 de enero de 2010     Número 28

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Polska Zielona Siec


FOTO: Kris Krüg


FOTO: Polska Zielona Siec

El veredicto de Oxfam

Momento histórico, reunión histórica, evasiva histórica

“El acuerdo es un triunfo de la propaganda por encima de la sustancia” Jeremy Hobbs, director ejecuti vo de Oxfam Internacional

El acuerdo climáti co anunciado en Copenhague es un triunfo de la propaganda sobre la sustancia. El acuerdo –que ha sido anunciado por Estados Unidos, India, China y Sudáfrica– no fue respaldado por otros muchos países. El acuerdo no ofrece confi anza de que será evitado el cambio climáti co catastrófi co o que los países pobres recibirán el dinero que necesitan para adaptarse al calentamiento global. Los líderes también han pospuesto un acuerdo legalmente vinculante hasta fi nales de 2010.

“Éste no es un pacto cerrado, ya que un acuerdo debe ser aprobado por todos los países. Este acuerdo apenas logra ocultar las enormes diferencias entre los países que han plagado las negociaciones durante dos años”, declaró en Copenhague Jeremy Hobbs, director ejecuti vo de Oxfam Internacional.

“El acuerdo es un triunfo de la propaganda por encima de la sustancia. Reconoce la necesidad de mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados, pero no compromete la manera de hacerlo. Deja atrás las decisiones importantes sobre reducción de emisiones y elude temas de fi nanciación.

“Millones de personas en todo el mundo no quieren ver morir en Copenhague sus esperanzas de un acuerdo ambicioso, justo y vinculante. Los líderes ti enen que volver a la mesa negociadora a principios de 2010 y tomar las decisiones políti cas que se necesitan urgentemente para que se consiga un acuerdo tal.”

Propaganda vs realidad en el acuerdo Propaganda: cien mil millones de dólares al año para ayudar a los países pobres.

Realidad: Está formulado como un objetivo, no como un compromiso. En consecuencia, los países pobres no tendrán ninguna seguridad de que recibirán el dinero que necesitan para adaptarse al cambio climático y reducir sus propias emisiones.

Cien mil millones de dólares es sólo la mitad del dinero que se necesita. El défi cit en los fondos podría signifi - car que los trabajadores del sistema de salud en el sur de Asia y en África subsahariana no conseguirán los mil 500 millones de dólares al año que necesitan para evitar las muertes provocadas por la malaria y la diarrea, que se expanden por culpa del calentamiento global.

No hay garantí a de que los cien mil millones de dólares vayan a ser adicionales a los compromisos de ayuda ofi cial ya existentes. Esto signifi ca que el dinero podría ser desviado de los presupuestos de educación y salud para pagar protecciones contra las inundaciones.

Los cien mil millones de dólares pueden no ser dinero público. A no ser que el fi nanciamiento para el cambio climáti co provenga de fuentes públicas, no hay garantí as de que llegará a la gente que más lo necesita, en el lugar adecuado y en el momento preciso.

Propaganda: Mantener el incremento de la temperatura global por debajo de dos grados centrígados

Realidad: El acuerdo no incluye metas que garanti cen que el calentamiento del planeta se mantendrá por debajo de los dos grados centí - grados. La ciencia es clara en que se necesita una reducción de emisiones de al menos 40 por ciento en 2020. Metas específi cas son esenciales.


Reclamando poder en Copenhague

Simone Lovera

Desde muchas perspectivas, la 15 Conferencia de las Partes en la Convención sobre Cambio Climático (COP 15) celebrada en Copenhague se vislumbraba como una “crónica de una muerte anunciada”.

Hace más de seis meses quedó claro que el contaminador más grande del mundo, Estados Unidos (EU), no iba a comprometerse a un acuerdo vinculante para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) con el 49 por ciento requerido por la ciencia para evitar la marcha del clima planetario hacia un destino catastrófico. Este compromiso requiere una legislación nueva y revolucionaria, y los borradores de la legislación que están sobre la mesa en Washington hasta ahora no logran comprometer al país a una reducción de más de cuatro por ciento en comparación con los niveles de 1990. He ahí la gran responsabilidad de los ciudadanos estadounidenses. ¿Serán lo suficientemente conscientes de su papel histórico o permanecerán en su burbuja carbónica protegidos por el poderío militar de sus ejércitos?

Entonces, la pregunta principal antes de Copenhague no era si habría un fracaso en la COP 15, sino quién asumiría la responsabilidad del fracaso. La estrategia de prensa de Estados Unidos estuvo muy bien desarrollada: asegurar que todo el mundo piense que China era la oveja negra de la conferencia de Copenhague y que Barack Obama era el gran salvador. En verdad, China es el contaminador más grande del mundo desde hace dos años, cuando arrebató la delantera a EU, aunque esto se debe a que uno de cada seis seres humanos del planeta vive en ese país. Esto es alarmante, pero lo es más que las emisiones de cada estadounidense son cinco veces más elevadas que las de cada chino.

Estados Unidos casi logra imponer su estrategia: la prensa apuntó a China como gran contaminador y, aunque no venía a ofrecer nada, Barack Obama aparecería el último día de la conferencia como el presunto gran salvador. Hasta ese momento la conferencia había sido una pesadilla, más que nada por la actitud negativa de la delegación de EU que trataba, entre otras cosas, de aniquilar el Protocolo de Kioto, el único acuerdo que compromete de manera vinculante a los países económicamente desarrollados, en conjunto los principales emisores de GEI, a reducir sus emisiones. Durante un día caótico, Obama se reunió con un pequeño grupo de países en un estilo copiado a las negociaciones sobre el comercio global en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Las naciones con reivindicaciones legítimas, tales como la demanda del reconocimiento de la deuda ecológica causada por el cambio climático, no fueron invitadas a participar en la sesión paralela para países “selectos”. Al final del día, un triunfante Obama anunciaba a la prensa mundial que había logrado un acuerdo, e inmediatamente salió para casa, dejando al presidente de la conferencia la quimérica tarea de asegurar el apoyo de toda la conferencia para este acuerdo –irregular a ojos de muchos–, incluyendo la nimiedad de lograr el respaldo de los más de cien países, Partes en la Convención, que fueron ignorados en las reuniones de selectos.

El mentado acuerdo entre Obama y sus selectos amigos no incluyó ningún compromiso vinculante de reducción de emisiones de GEI. Incluyó apoyo financiero, de 30 mil millones de dólares, pero 25 mil millones van a venir de “recursos existentes”, o sea, básicamente los países en desarrollo van a pagar sus propias cuentas. El apoyo incluye un monto de diez mil millones para el sector forestal. Pero la misma delegación de EU trabajó activamente durante dos semanas para asegurarse de que no se contemplara en las decisiones de la COP ninguna condición ambiental o social para invertir esos fondos. Entonces, en vez de detener la deforestación o restaurar bosques por medio de iniciativas comunitarias, de pueblos indígenas, de mujeres y campesinos, el sector forestal puede usar este dinero para el establecimiento de plantaciones de monocultivos de árboles de gran escala, que comprobadamente tienen un impacto ambiental muy negativo. Así, los fondos comprometidos al combate del cambio climático, pueden volverse en un arma de doble filo, que inflija aún más daño al sistema climático global, al mismo tiempo que proporcione un caldo de cultivo apto para la proliferación de serios problemas socio ambientales.

Pero como en una mala película, la última noche de la COP 15 en Copenhague tuvo un final feliz: el acuerdo de Obama fue rechazado por una coalición diversa de pequeños países con un gran interés en un resultado de las negociaciones justo y realista. Así, la democracia internacional le ganó la partida a la arrogancia de los países ricos, que pensaban que se podía comprar el apoyo de otras naciones para firmar cualquier acuerdo débil e injusto.

Como resultado, las negociaciones continuarán en 2010. Con base en el reclamo de poder de los países pobres, tales como Bolivia y los Pequeños Estados Insulares, basados en la defensa de la dignidad de sus pueblos, y de los grandes movimientos sociales –los cuales pelearon por la llamada “justicia climática” en las calles de Copenhague– existe hoy, más que nunca, la posibilidad de que la próxima Conferencia de las Partes, a celebrarse en la Cuidad de México, vaya a dar su nombre a un acuerdo más justo, socialmente equitativo y ambientalmente responsable.

Coalición Mundial de Bosques


FOTO: Jake Simkin / Oxfam México

Y el 2010 en México

Nnimmo Bassey

Pocos esperaban que la Cumbre de Copenhague rindiera resultados significativos. No obstante, más de 40 mil personas acudieron a las negociaciones. Los líderes mundiales hablaron allí de compromisos ambiciosos, pero su comportamiento mostró una enorme brecha entre las palabras y las acciones.

La reunión fue arrastrada a una conclusión con un discordante “acuerdo” vacío de compromisos serios que pudieran indicar un entendimiento de la urgencia de la crisis climática.

Las voces de la gente fueron ignoradas y las protestas, completamente pacíficas, fueron brutalmente reprimidas. La conferencia fue un fracaso para los pobres y para los más afectados por el cambio climático.

Lo que resultó preponderante en Copenhague fue el visible surgimiento del movimiento Justicia Climática. Las demandas de las personas se escucharon más fuertes que nunca en el “foro climático” alternativo, en las calles, pero también en los pasillos de la conferencia oficial.

Nadie logró silenciar las exigencias de justicia climática, incluida la del pago de la deuda climática. Delegaciones de varios países, como Bolivia por ejemplo, fueron muy claras al establecer que el punto de partida del debate debía ser dar atención a tales exigencias.

¿Quién es responsable por las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que han propiciado el calentamiento global? Los países ricos, los desarrollados (los cuales están legalmente obligados a reducir sus emisiones de GEI, de acuerdo con el Protocolo de Kioto de las Naciones Unidas) son históricamente la fuente de la gran mayoría de emisiones de carbono, y por tanto son las más responsables de este fenómeno.

Consideremos por ejemplo que más de la mitad de las emisiones de carbono en la atmósfera de la Tierra han provenido de la Unión Europea y de Estados Unidos, los cuales juntos representan sólo diez por ciento de la población global. En contraste, el diez por ciento más pobre de la población del mundo ha contribuido con menos de uno por ciento de tales emisiones.

Las emisiones de carbono per cápita de Estados Unidos en 2005 fueron de 19.6 toneladas, mientras que las de China sumaron 3.9 y las de la India 1.1 toneladas.

¿Cuál es el reto de México en 2010? El desafío crítico para México como huésped del debate climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2010 es permitir que las voces de las víctimas sean escuchadas, y hacer que la justicia climática asuma el protagonismo en las discusiones.

El gran obstáculo que México tendrá que enfrentar es el mismo que ha estado presente en las negociaciones de las Naciones Unidas desde el principio: la tendencia a tomar en cuenta y satisfacer los caprichos de los países históricamente responsables del cambio climático.

Otro gran obstáculo que se prevé es la propensión en las negociaciones de la ONU a aceptar falsas soluciones para el cambio climático, tales como los mercados de bonos de carbono y otros mecanismos basados en el mercado. Si los acuerdos de la ONU dan cabida a los intereses de los grandes contaminadores tales como Estados Unidos y permiten soluciones falsas como el mercado de carbono, esos acuerdos resultarán completamente ineficientes en la batalla contra el cambio climático.

Arrojarles algunas monedas a los países en desarrollo para mitigar el cambio climático y para su adaptación no ayuda si las raíces, las fuentes del problema, permanecen intocadas.

¿Cuál es la solución a la crisis climática? Necesitamos urgentemente reducir el uso de energías no renovables, como los combustibles fósiles y pagar la extensa deuda climática. ¿Tiene sentido que el mundo sepa que las imprudentes emisiones de carbono nos han conducido a este punto de la crisis y aun así continuemos perforando para extraer más petróleo crudo, excavando minas para obtener más carbón y rasgando la tierra para sacar arenas asfálticas y otras energías fósiles sucias?

En última instancia, los impactos de la crisis climática recaen en la gente y la gente debe organizarse para confrontar la crisis. En México y en todo el mundo las fuerzas sociales progresistas deben unir sus manos, sumarse al movimiento de Justicia Climática y forzar a los líderes a actuar en consecuencia con las demandas.

Necesitamos resolver la crisis climática con justicia, lo cual significa que debemos asegurar la soberanía de la gente del mundo y organizarnos y actuar en nuestras comunidades y a escala nacional. Las negociaciones de las Naciones Unidos en México serán una oportunidad si el movimiento de Justicia Climática es reconocido por lo que es: una voz legítima de la gente que se alza para expresar problemas reales y que ofrece soluciones reales.

Es muy largo y empinado el camino desde Copenhague a México, pero es un camino que afortunadamente se desvía a Cochabamba, Bolivia, donde se realizará la Cumbre Mundial por el Cambio Climático del 19 al 22 de abril de 2010.

Esta cumbre es organizada como una conferencia mundial de movimientos sociales y fue anunciada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, como una respuesta al fracaso de la reunión de Copenhague.

Presidente de Friends of the Earth International