Sábado 16 de enero de 2010, p. 3
La destrucción en Haití es mayor a la ocurrida aquí en 85, asegura Eugenio Gastelum, un mexicano que por cuestiones de trabajo llegó el lunes a la isla y un día después vio caer el hotel en el que se hospedaba, precisamente cuando pretendía ingresar al inmueble.
Gastelum Gómez es uno de los 10 connacionales –tres son menores de edad– que salieron el jueves del país caribeño y llegaron ayer al Distrito Federal a bordo de un avión de la Armada, que llevó ayuda humanitaria a los damnificados por el sismo del martes.
Éste es el primer grupo de compatriotas repatriados. Se trata de integrantes de dos familias y personas que tienen vínculos con la diplomacia o tuvieron suerte de establecer comunicación con la embajada de México en Haití, donde se les ofreció la ayuda necesaria para salir de la isla.
Elsa Montero Contreras, esposa del embajador de México en Haití; Mónica Andalón González, Paola Barrera, Nancy Demosthene de la Canal, Antonio Nocera Demosthene, Giovanni Nocera Demosthene, Eugenio Gastelum Gómez, Esther Díaz Lafontaine, Sandrine Lafontaine Díaz y Alessandro Lafontaine viajaron durante más de ocho horas.
Arribaron al hangar de la Secretaría de Marina al filo de la 1:15 de la madrugada y fueron recibidos por el director de Protección a los Mexicanos en el Extranjero de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), Daniel Hernández Joseph, y por sus familiares.
Frente a representantes de los medios de comunicación dieron sus testimonios sobre el movimiento telúrico del pasado martes y las consecuencias que ha tenido. Sus relatos aluden a lo que hacían cuando los sorprendió el temblor, pero coinciden en el terror que provocó y el caos posterior.
Eugenio Gastelum, quien se encontraba en la isla por razones de trabajo, refiere que en el país caribeño hay mucha destrucción y muchos muertos, pero lo peor es que prevalece la desorganización. La ayuda internacional arriba al aeropuerto, pero no la pueden llevar a la gente, puntualiza.
El connacional se muestra feliz de llegar a territorio mexicano y, al mismo tiempo, conmovido por la tragedia. Sus compañeros de viaje comparten estas emociones; sin embargo, para algunos fue difícil la salida, como la señora Esther Díaz, quien tras 28 años en Haití afirma que dejó parte de su vida en aquella nación.
Con su bebé Alesandro, de ocho meses, en brazos, Sandrine Lafontaine se siente aliviada de haber salido de Haití. Relata que allá la gente pelea por la comida, hay saqueo y nadie puede dormir en su casa ante el temor de que se derrumbe, con una réplica del sismo.
Con sus relatos estos mexicanos confirman lo que muestran las imágenes de prensa: la destrucción en Haití es mayor a la de México en 1985.