La lucha por el lago de Zirahuén
os comuneros de las 14 comunidades que habitan los alrededores del lago de Zirahuén, en Michoacán, se preparan para una batalla más contra la carretera que amenaza la vida del lago y, por lo tanto, la de los pobladores purépechas que desde hace décadas salvaguardan su territorio.
Estos días transcurren, como en la mayor parte del país, bajo el frío y una pertinaz lluvia que no consigue opacar la belleza de este paraíso natural. El lago es el centro de la vida comunitaria de esta región que vive de la pesca, la agricultura y la artesanía, además de las bandas musicales, que suman 13.
En noviembre de 2008 los habitantes de Zirahuén se despertaron con la maquinaria pesada a la salida de la comunidad, rumbo a Copándaro. Llevaban meses sosteniendo reuniones con Arturo Ramírez, presidente municipal de Salvador Escalante, con el fin de evitar la construcción de una carretera sin haber sido consultados. El edil se había comprometido a no iniciar los trabajos hasta que se realizara un estudio de impacto ambiental. No cumplió e intentó sorprender a la comunidad.
Dos días después los pobladores montaron un plantón junto a la maquinaria para impedir que comenzara la construcción de una carretera de 12 kilómetros que bordearía el lago de 903 hectáreas. El fondo del asunto es que empresarios encabezados por Guillermo Arreola pretenden la construcción de más proyectos turísticos y huertos de aguacate.
Vinieron las negociaciones. Les dijeron que se trataba de un proyecto federal y que, de cualquier forma, se les entregaría el estudio ambiental que exigían. Los comuneros aceptaron el inicio de los trabajos bajo ciertas condiciones que el gobierno nunca cumplió. Así se avanzó en la construcción de ocho de los 12 kilómetros. Les faltan cuatro que, aseguran los comuneros, no les permitirán construir hasta que cumplan con los requerimientos pactados.
No es nueva la lucha por las tierras en estas comunidades. Bulmaro Cuiriz Hurtado, comisariado de bienes comunales, y Marcos Paz, líder campesino de Zirahuén, lo constatan. Ellos han sido perseguidos innumerables ocasiones en su lucha por la defensa del territorio. Y no se rinden. Han logrado parar grandes desarrollos turísticos y en estos momentos se reorganizan con la comunidad para la siguiente batalla.
“Nosotros –dice Bulamaro– no nos oponíamos a que se hiciera la carretera, pero hasta que se hicieran unos estudios, para que la comunidad tuviera el conocimiento de cuántos días le quedan de vida al lago…
“El lago –señala Paz– es la vida, el agua, la comida. Un pueblo que no tiene agua no tiene vida y por eso lo defendemos.”