or fin llegamos a 2010: se agolpan en mi mente recuerdos de viejos tiempos, cuando preparaba en París mi tesis de doctorado y estudiaba en la Biblioteca Nacional, hoy museo, el impacto que la Independencia de México provocó en Francia en algunos escritores, en verdad bastante mediocres y sin embargo, interesantes.
Menciono para empezar a Louis de Bellemare, quien publicó con el seudónimo de Gabriel Ferry y viajó a México en 1830, donde conoció a antiguos combatientes de la época independiente, por lo que sus libros mantienen aún su interés; fueron publicados primero en revistas famosas como la Revue de Deux Mondes y coleccionados luego en libros varias veces reditados en Francia y prologados por figuras destacadas de esa época. En 1855 publicó en cuatro volúmenes un libro que ostentaba varios títulos muy significativos; revelan la mentalidad del periodo y los estereotipos con que se contemplaba a nuestro país y un tipo de escritura inspirado en el folletín: Costal el indio; El dragón de la reina o Escenas de la guerra de independencia de México, con prefacio de George Sand. Más tarde, en 1900, otra edición del mismo libro se llamó, para atraer la atención del público, La vida salvaje en México o Los leones mexicanos, gran novela patriótica. Obra novelada donde pasa revista nada menos que a héroes de la talla de Morelos y relata sus célebres batallas, basándose en relatos fidedignos, pero convirtiéndolos en melodrama.
En 1863 se publicó un libro póstumo intitulado Las revoluciones de México, prologado otra vez por George Sand y editado recién iniciada la intervención francesa en México; narra la vida de varios protagonistas de la Independencia, como Francisco Xavier Mina, Agustín de Iturbide, Anastasio Bustamante, Lucas Alamán y Antonio López de Santa Anna. “Con gran interés se leerán las extrañas vicisitudes de la expedición de Xavier Mina, explica George Sand en su prefacio… La historia del emperador Iturbide no es menos accidentada ni menos dramática ni menos fecunda en enseñanzas para los hombres...
“Pero el relato mediante el cual el escritor se eleva a la más grande altura como historiador –continúa diciendo la importante escritora feminista– es donde cuenta la vida de Santa-Anna: el estudio de este personaje tan singular formado de los elementos más dispares, de esta alma romana (sic) tan templada que, por un singular capricho de la naturaleza, animaba un cuerpo sujeto al sibaritismo crónico. Las luchas de este héroe extraño, a veces fanático de la legalidad o implacable vencedor… Las luchas dramáticas y fecundas junto con los incidentes bizarros se cuentan con una facundia que les otorga a los acontecimientos históricos un tinte novelesco…”
Inspirado en Bellemare y, también, como él, en Fenimore Cooper, Gustave Aymard fue escritor de folletines cuyos acontecimientos se localizan en el norte de México y el sur de Estados Unidos. En Los cazadores mexicanos o Escenas de la vida en México, publicado en 1867, en París, relata la guerra de 1847 entre México y Estados Unidos; por allí deambulan algunos personajes históricos como el imprescindible Santa Anna. Aymard confiesa al principio de su novela que el autor de este relato habitó en América cuando tenía veinte años, lo que, entre otras ventajas le permite hablar con conocimiento de causa sobre México y los mexicanos, tan calumniados, tan desconocidos y sin embargo tan merecedores de la simpatía de los hombres ilustrados y de los verdaderos pensadores
, para lanzarse luego a hablar mal del país y sus habitantes.
En su obra predomina una figura estrictamente folletinesca, el vizconde Gaston de Raousset-Boulbon, que intentó conquistar Sonora en 1852 y fue fusilado en 1853. Lo convierte en un personaje heroico conocido como el conde Horace d’ Armançay en quizá la única obra de teatro sobre el México de esa época, Los filibusteros de la Sonora, y lo llama Maxim Gaëtan de Lhorailles en su novela publicada en 1869, La gran expedición filibustera.