illy Kautz, el curador en turno, hasta donde recuerdo ha fungido como conservador del Museo Tamayo y como profesor de estética, y es apto en el terreno de los cuestionamientos. La exposición vigente desde octubre pasado se titula Yo uso perfume para ocupar más espacio. El emblema es un póster de Le Dandy que me hizo recordar, al mismo tiempo, a Bernard Berenson, el crítico y connoisseur que logró hacer una fortuna, vertida en la Villa i Tatti, y a nuestro amigo prematuramente fallecido Adolfo Patiño, quien murió en un acto de expansión del yo.
La muestra, armada con fotografías, imágenes digitales, videos, libros expuestos en una mesa, recortes de periódico, etcétera, incluye un montaje hecho por Boris Grays, un retrato pintado por Siqueiros, otro espléndido que éste mismo le hizo a José Clemente Orozco representándolo evidentemente manco y a la vez endiosado (Col del museo) y el extraño autorretrto académico del propio Orozco efectuado en Nueva York, tan ajeno a otros que se hizo posteriormente, que cuando algunos lo vimos, pensamos que no era de él, aunque sí es de su autoría y Alma Reed lo publicó por primera vez. Estas piezas se exhiben sobre una mampara totalmente cubierta de reproducciones digitales fácilmente identificables que se reiteran en el panel: Retrato de Mallarmé por Manet; Hogarth, muchas imágenes de Daumier, que hacen burla de las identidades infladas de artistas, coleccionistas y críticos; el famoso Estudio de Courbet, y la escena también de él titulada Bon jour Monsieur Courbet, además del rostro (al parecer) del autor del montaje. Éste y los enunciados de George Dickie, doctor en filosofía, nacido en los años 40 deñl siglo XX, dan sentido a la exposición, así como las entrevistas en video grabadas por Julieta Aranda, en España.
Dickie alcanzó vasto reconocimiento debido a un ensayo publicado en 1964, multirreproducido en varias antologías. Se titula The Myth of the Aesthetic Attitude, y sigue reditándose. Me parece pertinente transcribir algunos de sus enunciados a los que añado comentarios entre paréntesis.
“Un artista es una persona que participa con comprensión en la hechura de una obra de arte. (Es decir, el hallazgo de Duchamp deriva de su comprensióin del arte, no de una simple ocurrencia).
“Una obra de arte es un artefacto creado para ser presentado al público de un mundo de arte. (Cuan cierto es eso, debido a tal razón sólo unas ocho personas, y eso ya era inusual, observábamos cada quien por nuestra cuenta la exposición en el Carrillo recién iniciado el presente año).
“Un público de arte es un conjunto de personas que están preparadas en algún grado para entender un objeto que se les presenta. (Según pienso, el posible entendimiento depende también de la incidencia, o no, de prejuicios al respecto. Los prejuicios o ausencia de los mismos, no tienen que ver, propiamente hablando, con la valoración estética del objeto, pero sí con la apreciación del contexto en el que éste se inscribe).
“El mundo del arte es la totalidad de todos los sistemas del mundo del arte. (Incluido, por supuesto, el mercado del arte).
“Un sistema del mundo del arte es un marco para la presentación de una obra de arte por parte de un artista a un público de arte. (Podría añadirse que desde hace tiempo el curador es el que presenta los obj
En otro espacio puede observarse que la entrevistadora Julieta Aranda pregunta al coleccionista Gianni de Lorenzo: “¿Hay real-art? ¿Qué puede responderse a tal pregunta? Quizá esto: si los intermediarios, curadores, galeristas, gente de museos, editores de libros de arte, etcétera, consideran que algo es arte, pues lo es. Ahora está la exposición pompeyana en exhibición. ¿Es una exposición para público de arte? Sí, lo, es, pero también lo es para otro tipo de públicos. Cada público pondrá énfasis en sus particularidades, si bien el término arte (ars) antes implicaba cuestiones distintas, como la concreción en algo tangible y en cierto modo perdurable. Entonces había poco arte de autor, aunque algunos artífices firmaban sus obras, sobre todo en cerámica. Esto dependía de la demanda que tenían, pues la firma supone identificación”.
Entre los libros dispuestos en una mesa que podían hojearse destaco la presencia de una edición de Legend, Myth and Magic in the Image of the Artist, por Ernst Kris y Otto Kurz, obra de veras perdurable, editada por vez primera en 1934.