a aprobación en el Distrito Federal del matrimonio entre per- sonas del mismo sexo y de su derecho a la adopción ha sido interpretada por algunos sectores como un atentado en contra de la familia. Se estimula de esta forma la reflexión sobre los cambios que se han producido en los pasados dos siglos en la estructura familiar, y las causas de la inevitable desaparición de su forma tradicional.
Sin ser las únicas, entre las características de la familia del siglo XIX y principios del XX en Occidente, destaca una estructura jerárquica, en la cual el papel del hombre era el trabajo y las mujeres estaban destinadas a ser madres y al cuidado de los hijos y el esposo. La estructura patriarcal garantizaba el control de las funciones sexuales y reproductivas en la escala doméstica, con la vigilancia férrea de diversas instituciones, entre las que destacan las leyes y la Iglesia. Este modelo se ha transformado en aspectos centrales por los siguientes hechos:
Los anticonceptivos. En los años 40 del siglo XX, en nuestro país, el promedio de hijos por mujer era de 7; actualmente es de 2.3. Éste ha sido uno de los cambios más trascendentes en la historia humana. Al separarse la sexualidad de la reproducción, el papel de las mujeres en los núcleos familiar y social se modifica en favor de una mayor autonomía femenina. La mujer puede incorporarse a las actividades económicas sin la carga que representa la maternidad obligada, pero, sobre todo, puede decidir sobre sí misma y convertirse en dueña de su sexualidad.
Trabajo, educación y ciencia. En el siglo XX, durante la guerra y la posguerra se produjo la incorporación masiva de las mujeres en las actividades económicas, proceso que no ha cesado y permitió su desenvolvimiento en tareas que antes estaban reservadas de manera exclusiva a los hombres. En el siglo XIX el acceso de las mujeres a la educación superior estaba prohibido y, de acuerdo con los estudios de Norma Blazquez, fue al finalizar ese siglo cuando se inició su participación en este nivel.
En México, la primera médica se recibió en 1887. De acuerdo con esta autora, en la actualidad las mujeres superan 50 por ciento de la matrícula de la educación superior en el mundo y la proporción de científicas y tecnólogas a nivel global rebasa ya 30 por ciento.
La debacle del matrimonio. El divorcio constituye una pieza clave en el debilitamiento de la unión matrimonial, base de la estructura de la familia tradicional. Pero no sólo eso: las leyes otorgan plenos derechos a las uniones libres, en las cuales los hijos y las propias parejas gozan de todos los beneficios que antes correspondían sólo la a unión matrimonial. Además del divorcio, se han establecido plenos derechos legales a las familias con un solo progenitor.
Nuevos escenarios. El concepto de maternidad. Actualmente pueden distinguirse tres tipos de maternidad: genética, gestacional y social. Todas ellas pueden recaer en la misma persona, pero hay razones para distinguirlas. La primera se refiere a la mujer que aporta material biológico en la forma de ácido desoxirribonucleico (ADN); la segunda es la portadora del embarazo, que no necesariamente es la misma que la primera, puesto que puede ocurrir la donación de óvulos o bien la subrogación de úteros, y la tercera es la que se relaciona con la crianza y el desarrollo de los hijos, como en el caso de la adopción.
Tecnologías de reproducción asistida. Los avances en las tecnologías de reproducción asistida abren nuevas posibilidades. La ampliación del número de participantes biológicos en la reproducción, la individualidad reproductiva, y la posibilidad de que parejas del mismo sexo puedan ser padres o madres desde el punto de vista genético.
Matrimonio entre personas del mismo sexo. Éste es sólo un elemento más entre las múltiples transformaciones de la familia. Implica la eliminación de formas de discriminación en razón de la orientación sexual. El derecho a la adopción da lugar a una modalidad nueva de relación familiar validada por las leyes.
La familia tradicional se desvanece ante los ojos de todos, principalmente por un conjunto de logros en los derechos de las mujeres y por los avances científicos en las áreas de la sexualidad y la reproducción, con su consecuente validación legal. No es casual que los grupos conservadores busquen detenerlos, e incluso retornar (por lo que cabe la denominación de retrógrados) a los escenarios de control decimonónicos.
Finalmente, es inocultable que la resistencia a estos cambios responde a sus efectos directos sobre la estructura de las sociedades.