A contrapelo de la crisis económica mundial y tras recibir 25 mil millones de dólares para rescatar su economía, Dubai, uno de los siete miembros de los Emiratos Árabes Unidos, inauguró el pasado lunes el edificio más alto del mundo, construcción que fue aplaudida por unos y criticada por otros.

La ostentosa ceremonia con que abrió sus puertas este nuevo templo del lujo, en un emirato que tiene deudas por más de 100 mil millones de dólares, eclipsó un tanto la fiesta. Las crisis van y vienen, expresó el presidente de la constructora Emaar. Construimos para los años por venir, debemos tener esperanza y optimismo, dijo en respuesta a las críticas.

Nadie puede saber hasta dónde conducirá la desmesura planificadora de los jeques, pero una cosa es segura: el desierto, convertido en un gigante de acero, hormigón y vidrio, no es un aporte a la cultura de la construcción, advirtió a su vez la Asociación de Arquitectos e Ingenieros de Alemania, al señalar que con edificaciones como ésta no se gana dinero, pues los costos de construcción y mantenimiento alcanzan niveles astronómicos.

Con sus 828 metros de altura, el rascacielos Burj Dubai superó por 300 metros al edificio insignia de Taipei, que era hasta ahora el más alto del mundo. Albergará mil 44 departamentos, oficinas restaurantes, boutiques, 160 habitaciones y suites del primer hotel decorado por el diseñador Giorgio Armani, además de un estacionamiento subterráneo para 3 mil automóviles.

Es de tal magnitud, que no hay elevador en el mundo que supere los 636.9 metros a los que se eleva el montacargas principal, además de que la temperatura entre la base y el piso 124, donde se encuentra el mirador más alto del mundo, es de ocho grados celsius.

Esta ciudad vertical para 12 mil personas tuvo un costo de mil 500 millones de dólares. En los más de cinco años de obras, intervinieron más de 12 mil obreros provenientes de India y Pakistán, a quienes se les pagaba entre 2.80 y 5.60 euros por día.

El proyecto ha sido vigilado por grupos de derechos humanos que se oponen al trato dado a los trabajadores, y también por ecologistas, que dijeron que la torre sería una poderosa aspiradora que incrementaría la ya masiva emisión de dióxido de carbono de la ciudad.

Para el director regional de Economist Intelligence Unit para Oriente Medio, David Butter, hay el temor de que esta inauguración pueda interpretarse como el segundo ataque de irreverencia del emirato.

El primero fue en noviembre de 2008, dos meses después del colapso del banco estadunidense Lehman Brothers, cuando Dubai gastó 24 millones de dólares en la ceremonia de apertura del hotel Atlantis, acto que resaltó el gusto por la extravangancia e hizo creer que la crisis económica global no era tomada en serio.

Dubai registró un crecimiento acelerado de tres décadas que terminó con un auge de seis años en el sector de la construcción, con rascacielos, hoteles, islas artificiales y conjuntos residenciales alzados en medio del árido paisaje de la zona.

Apenas el 25 de noviembre pasado, Dubai sacudió al mundo cuando anunció que había pedido la suspensión de pago de miles de millones de dólares ligadas a Dubai World y sus unidades inmobiliarias, entre ellas la desarrolladora de las islas artificiales en forma de palmera en las que se construyeron algunas de las mansiones más costosas del planeta.

Con el préstamo por 25 mil millones de dólares a Dubai, Abu Dhabi podría aprovechar para centralizar a los Emiratos Árabes bajo su control, en una acción que reduciría significativamente la independencia y quizá cambiaría su característico estilo de libertad.

Los expertos creen que los problemas financieros de Dubai no han dañado las ventas en el edificio.

(Con información de agencias)