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El recinto aloja más de 300 objetos y 70 manuscritos del escritor Gibrán Kahlil Gibrán

Exhibe el Soumaya la más grande muestra del autor de El profeta

Las piezas pertenecen al acervo de un sobrino del escritor; la mayor parte está bajo resguardo de la Fundación Carlos Slim

Destaca de la exposición el borrador de su obra cumbre

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Los objetos en exhibición presentan a un Gibrán mundano y terrenalFoto Guillermo Sologuren
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Manuscrito original de El profeta, que se publicó en 1923Foto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Martes 5 de enero de 2010, p. 2

Después de La Biblia y El Quijote, uno de los cinco libros más leídos del mundo es El profeta, del escritor, pintor, poeta y pensador libanés Gibrán Kahlil Gibrán. El manuscrito original de la obra está en México, forma parte de la exposición Gibrán. El profeta, que se presenta en el Museo Soumaya, de Plaza Loreto.

Alrededor de 300 objetos de diversa índole (óleos, dibujos, retratos, fotografías, sombreros, bastones, mancuernillas, fistoles, corbatas, encendedores, cigarreras, libros, etcétera) y 70 manuscritos (incluida correspondencia personal) integran la muestra, la primera y más grande que se haya realizado sobre Gibrán, representante emblemático en Occidente de la cultura libanesa (y árabe en general).

Las piezas en exhibición provienen de un acervo reunido por un sobrino del autor libanés, también llamado Gibrán Kahlil. La mayor parte de dicho acervo se encuentra ahora bajo el resguardo de la Fundación Carlos Slim, la parte restante está en Becharre (Líbano), ciudad natal del escritor, donde hay un museo que lleva su nombre.

Gibrán. El profeta revela la vida fascinante de un hombre que se sobrepuso a toda suerte de adversidades para erigirse en un intelectual y artista de poderosa influencia a escala mundial; asimismo, hace una aproximación a su mundo íntimo y cotidiano.

A Héctor Palhares Meza –responsable de la curaduría e investigación– le tomó dos años preparar y montar la muestra. Una de las partes más entrañables del trabajo fue el descubrimiento inicial de los objetos, abrir las cajas con la emoción de un arqueólogo ante sus hallazgos e ir sacando óleos enrollados, fotografías desconocidas, un bastón, pañuelos y cartas inéditas.

Junto con la emoción por los descubrimientos sentía una enorme responsabilidad y le surgían preguntas: ¿Cómo voy a presentar, a través de estos objetos, la historia de una vida, de alguien referencial para la cultura oriental y occidental? ¿Cómo voy a clasificarlo, estudiarlo, representarlo, darle lógica y coherencia para mostrarlo al público?

Decidió que lo mejor era darle orden cronológico a la muestra y, al mismo tiempo, dividirla en módulos temáticos que corresponden a distintas etapas de la vida de Gibrán Kahlil Gibrán.

El autor de El profeta, El loco, Arena y espuma, Jesús, El hijo del hombre, entre otras obras, nació en Becharre, Líbano, en 1883, y murió en Nueva York, en 1931. Se crió en el seno de una familia cristiana maronita. Fue hijo de Kahlil Saad Gibrán y de Kamila Rahmé. Tuvo un hermano, Boutros, y dos hermanas, Marianna y Sultana.

Cuando Gibrán era niño, Líbano estaba ocupado por el imperio turco, para el cual su padre trabajaba como recaudador. En 1891, Kahlil Saad fue acusado de malversarsación y fue encarcelado. La familia cayó en bancarrota.

Después de cuatro años de carencias, la madre de Gibrán decidió llevarse a su familia a Estados Unidos. Aunque ya había sido liberado, el padre permaneció en Líbano.

El 17 de junio de 1895, Kamila, de 40 años, y sus cuatro hijos desembarcaron en la isla Ellis de la bahía de Nueva York y de ahí se dirigieron a Boston. En la exposición hay una foto de la familia perteneciente a esa época. Boutros tenía entonces 20 años; Marianna, nueve; Sultana, siete, y Gibrán, 11.

Señala Héctor Palhares que Kamila era una mujer muy fuerte, que se fue a Estados Unidos con sus hijos sin saber una sola palabra de inglés; sostuvo a su familia gracias a una tienda de abarrotes que puso en Boston.

El primer módulo de la exposición está dedicado a la nostalgia y al dolor de Gibrán por la patria lejana e invadida.

No obstante, la madre de Gibrán quiso que su hijo aprendiera bien la lengua materna y lo hizo volver a Líbano a estudiar bachillerato. Regresó en 1902, a los 19 años. No volvería en vida.

En Boston, Gibrán encontró el ambiente propicio para desarrollar sus inquietudes intelectuales y artísticas, para las cuales mostró talento desde muy joven.

Al tiempo que ofrece un recorrido por la muestra, Palhares cuenta que el fotógrafo Fred Holland Day –autor de varias de las fotos en exhibición– fue el primer mentor de Gibrán: “él lo introdujo en ese mundo“, le habló de autores, entre otros, del poeta y pintor William Blake, quien a la postre sería de gran influencia en Gibrán como pintor. Holland Day también organizó, en 1904, la primera exposición de Gibrán.

Aunque hay quienes afirman que Holland Day –sibarita refinado a la manera de Oscar Wilde– se sintió sexualmente atraído por el joven Gibrán, con base en la correspondencia que ambos sostuvieron, Palhares afirma que el fotógrafo fue una figura paternal para el escritor.

De igual importancia fue Mary Haskell, mujer aristócrata y acaudalada, quien no sólo le brindó su amistad, cautivada por su talento, sino que también se erigió en su mecenas vitalicia. Fue ella quien le costeaó una estancia de dos años en París, de influencia decisiva en la definición de su gusto y propósitos artísticos.

Otra presencia fundamental en su formación temprana fue la de la escritora Josephine Preston Peabody quien, junto con otras mujeres, merece una sección aparte en Gibrán. El profeta.

Poeta, dramaturga, autora de canciones, muy bella y mayor que Gibrán, como la mayoría de las mujeres con quien él se relacionó de manera estrecha.

Ella puso el título a El profeta: “Gibrán le había puesto Para que el universo sea bueno, pero cuando le envió una primera versión a Peabody, ella le dijo: ‘es un texto demasiado profético. ¿Por qué no le pones El profeta?’”

Gibrán empezó a escribir El profeta en 1903, un año muy difícil por las muertes sucesivas de su hermano Boutros, de su hermana Sultana –ambos de tuberculosis– y de su madre, a causa del cáncer. Con el padre lejos, Marianna quedó como su única pariente cercana viva. Esto explica el marcado apego que hubo entre ambos. Ella vivió para apoyar a su hermano hasta que éste murió, en 1931.

Hacía labores de administradora, secretaria y modista. Entre los objetos exhibidos, se encuentran algunas camisas de lino que ella le confeccionó.

Las mujeres en general –explica el curador de la muestra– son un tema muy interesante en la vida de Gibrán Kahlil; nunca se casó, nunca tuvo hijos, pero sí amores platónicos, muchos, y una amante carnal bien identificada: la pianista Gertrude Barrie.

Un amigo mutuo los presentó. A diferencia de otras mujeres, con quienes priorizó el aspecto espiritual de la relación, con Barrie se mostraba sexualmente arrebatado, esclavo apasionado de tu cuerpo, entre el hechizo y lo diabólico.

De esto dan constancia las cartas que intercambiaban, hasta ahora desconocidas e inéditas, y que también forman parte del acervo en poder de la Fundación Carlos Slim.

Héctor Pahlares cuenta cómo llegaron al acervo dichas cartas: el sobrino de Gibrán estaba un día en la barra de un bar de Boston. Poco después se sentó junto a él una mujer. No se conocían. Comenzaron a conversar. Él le contó que era escultor y que, además se dedicaban a coleccionar la obra pictórica y objetos relacionados con su ilustre tío. La mujer se identificó como sobrina de Gertrude Barrie, y le dijo que tenía en sus manos todas las cartas que Gibrán le había escrito a la pianista, y que las vendía.

Ahora existe el proyecto de traducirlas y editarlas para un libro. Mientras tanto, algunas están a la vista del público en la muestra del Museo Soumaya.

Además de las mujeres mencionadas, también fueron importantes en la vida del escritor Adele Watson, Michelin y Bárbara Young, reportera del New York Times y autora de la que Pahlares considera la mejor biografía de Gibrán Kahlil Gibrán: Este hombre de Líbano.

Tanto la obra plástica de Gibrán como su trabajo literario cuentan con secciones especiales dentro de la exposición. El tema dominante de sus óleos son, otra vez, las mujeres, en retratos o desnudas, aunque a estas últimas piezas no les daba un tratamiento necesariamente erótico: “Lo que más le interesaba –acota Héctor Pahlares– era simbolizar el eterno femenino; en algunos casos se inspiró y usó técnicas del impresionismo, y en sus dibujos aplicaba, de manera espléndida, el esfumato, que conoció viendo dibujos de Leonardo Da Vinci”.

Aclara el curador que la mayor parte de los óleos pintados por Gibrán están en la Fundación Slim, pero casi la totalidad de los dibujos se encuentran en el museo de Becharre.

Entre los muchos objetos exhibidos en Gibrán. El profeta, a Pahlares le resulta significativo un bastón que se distingue por tener un compartimento dentro del cual se oculta una pipeta. Durante los días de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, Gibrán la llenaba de arak, bebida alcohólica tradicional de Líbano.

Son detalles –apunta el curador– que permiten ver a un Gibrán mundano, terrenal: Recordemos que murió de cirrosis hepática a causa de su muy agudo alcoholismo.

En una carta a un primo que solía llevarle la bebida, alguna vez escribió: “Estoy muy triste porque no tengo el arak que me hace tan feliz e ilumina la vida”.

También era fumador consuetudinario, por lo que padeció graves afecciones pulmonares que contribuyeron a su muerte.

En todo caso –indica Pahlares– sus hábitos y sus intereses artísticos e intelectuales correspondían a lo que era un bohemio de finales del siglo XIX y principios del XX.

El manuscrito de El profeta y una reproducción del dibujo original de la portada son las piezas destacadas en la sección dedicada al trabajo literario de Gibrán: Ahí está en su cuaderno de notas, de puño y letra. Y de la propia biblioteca de Gibrán trajimos otras ediciones en otros idiomas.

El profeta se publicó en 1923, “en un momento en que Europa se encontraba desvastada después de la Primera Guerra Mundial; la sociedad estadunidense también estaba en medio de una crisis moral y a punto de entrar en la gran depresión económica; de pronto, en medio de todo eso, apareció un libro que dice ‘ámense, pero no hagan del amor una cadena’, y se vuelve una referencia; ha sido un libro de cabecera de muchas generaciones”.

La política –específicamente la ocupación de su país por los turcos– también ocupó un lugar importante en los intereses de Gibrán Kahlil, por lo cual tiene un espacio en la exposición del Museo Soumaya.

A pesar de la distancia, desde el exilio el escritor se mantenía al tanto de lo que sucedía en su país.

El endurecimiento del régimen invasor, las restricciones a la libertad de prensa y de expresión, así como el asesinato sistemático de todo opositor al régimen, llevaron a Gibrán a participar en un movimiento de notables intelectuales libaneses exiliados en favor de la independencia de su país.

Formaron La liga de la pluma (Arrabiath), que además de encabezar una corriente de opinión internacional por la liberación del Líbano, contribuyeron –apunta Héctor Pahlares– al renacimiento de la literatura árabe después de cinco siglos de silencio.

El último módulo de la exposición Gibrán. El profeta está dedicado a la muerte del escritor. Ahí se observa su máscara mortuoria vaciada en yeso, así como recortes de periódicos que dan noticia de su fallecimiento y de su posterior traslado al Líbano, a instancias de su hermana Marianna.

Gibrán Kahlil Gibrán, el escritor, pintor, filósofo y poeta árabe de mayor presencia en Occidente durante el siglo XX, murió en Nueva York la madrugada del 10 de abril de 1931.

Se encontraba en compañía de Adele Watson, quién dio aviso a Marianna. Fue embalsamado y llevado a una iglesia maronita de Boston.

Sin embargo –relata Héctor Pahlares– Marianna recordó que Gibrán siempre quiso volver a su tierra e hizo las gestiones para que fuera trasladado. En Beirut, los restos fueron recibidos por una multitud que lo llevó en hombros hasta Becharre.

Cuando Marianna y Gibrán eran niños, solían jugar en el monasterio carmelita de Mar Sarkis, cavado en un promontorio rocoso. Con parte del dinero generado por los libros de su hermano, Marianna adquirió el monasterio e hizo construir en él una tumba y un museo.

Por otra parte, el nuevo Museo Soumaya, que actualmente se construye en la ciudad de México, contará con una sala especial destinada al acervo de Gibrán Kahlil, que está bajo resguardo de la Fundación Carlos Slim.

Se cumplirá de está manera un viejo anhelo del autor de El profeta, que alguna vez expresó en estos términos: “Uno de los sueños más amados de mi corazón es que en algún lugar, en algún momento, una parte de mi trabajo (…) se exhiba junto en algún museo o en alguna institución, en una gran ciudad, en donde la gente la pueda ver y quizá amar”.