a Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) está de plácemes. En una época de crisis económica y desempleo galopante sigue abriendo a concurso público plazas reservadas para el servicio exterior mexicano (SEM). Acaba de cumplir un nuevo ciclo de su sistema de ingreso y ha incorporado a unos 130 jóvenes a sus filas profesionales.
El SEM está dividido en dos ramas: la técnico-administrativa y la diplomática-consular. De los nuevos funcionarios de carrera, 50 ingresan a la primera y 80 a la segunda. Es un número elevado en lo que ha sido el primer concurso de ingreso de este sexenio. Pero el total es inferior a los que ingresaron a finales de la administración anterior, cuando el canciller Luis Ernesto Derbez incorporó nada menos que a 175 nuevos miembros del SEM, algunos en concursos al vapor.
Digo al vapor
porque hubo quienes ingresaron de manera apresurada. Eso sí, cubrieron todas las etapas del concurso, pero lo hicieron de manera abreviada, enviados al exterior con una mínima experiencia en la cancillería.
Desde el año 2000 se han concursado 350 plazas del SEM. Los aspirantes fueron muchos, ya que más de 5 mil presentaron el examen inicial. En otras palabras, sólo 15 por ciento de los aspirantes tuvieron éxito. Ello es prueba de que el SEM ofrece una alternativa atractiva para jóvenes con una carrera universitaria. En efecto, los sueldos, tanto en México como en el exterior, son buenos. Y, es más, se trata de una profesión que dura toda la vida. En cierto modo, es una beca vitalicia. He ahí su gran ventaja y, a la vez, su peor defecto. Una vez dentro es casi imposible perder el empleo. Eso ofrece estabilidad a la SRE, pero también acarrea problemas.
Cómo depurar el SEM ha sido un desafío constante para las autoridades de la SRE. ¿Qué hacer con un funcionario que no funciona? Los concursos de ascenso sirven un poco para identificar las capacidades de los miembros del SEM. Existe también el examen de media carrera. Pero aún no se ha ideado un sistema para deshacerse de aquellos individuos que no dan el ancho.
El filtro del examen de ingreso es importante, pero es imposible que detecte a todos los jóvenes que a la postre no serán buenos funcionarios. De ahí que el SEM esté lleno de individuos que nunca han madurado profesionalmente. A estos hombres y mujeres se les podría calificar de pitufos. Y ahí siguen, beneficiándose de esa beca vitalicia que consiguieron quién sabe cómo. Hay quienes llevan décadas en el mismo rango, sin lograr ascender y, al parecer, no les preocupa. Cuando les corresponde un traslado, las autoridades de la SRE suelen preguntarse qué hacer con fulanito o fulanita. Pero ahí siguen. En algunos países los miembros del servicio exterior que no ascienden cuando les corresponde suelen presentar su renuncia. Entre los miembros del SEM esa autocrítica es inoperante.
Los recién ingresados son pirinolas, el rango burocrático más bajo. Algún día muchos dejarán de serlo. La pregunta es ¿cuántos resultarán pitufos? Sólo el tiempo lo dirá. Por lo pronto, la SRE se ha hecho de 130 nuevos funcionarios cuyas carreras habrán de durar unos 40 años, hasta alrededor de 2050.
Por lo pronto, han pasado varios meses en las oficinas centrales y ahora muchos de ellos serán adscritos al exterior. Podrán iniciar sus carreras en uno de los más de 70 consulados, 50 de los cuales se encuentran en Estados Unidos. O quizás empiecen su vida profesional en una de nuestras 75 embajadas. Existen también representaciones permanentes ante una media docena de organismos internacionales. Además, la SRE cuenta con delegaciones foráneas en todos los estados de la República y 10 delegaciones metropolitanas en el Distrito Federal.
En los últimos lustros la SRE ha aumentado mucho su presencia en el exterior y en el interior de la República. Esto aumenta de manera considerable el número de posibles adscripciones para los miembros del SEM. Ojalá que los nuevos funcionarios no se topen de entrada con jefes pitufos. Podría desalentarlos.
En las próximas décadas México habrá de redefinir su política exterior, que en los más recientes decenios ha resultado muy discreta. A algunos de los nuevos funcionarios les corresponderá diseñarla y ponerla en práctica. Es obvio que antes tendrá que cambiar el país que les tocará representar. Quizás la conmemoración del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución logre convencer a nuestra clase política de la imperiosa necesidad de un cambio a fondo de cómo y para qué (y para quién) gobierna a nuestro país. En esos cambios los nuevos miembros del SEM quizás no incidan mucho, pero habrán de digerirlos y proyectarlos al exterior.
México atraviesa por una época particularmente difícil, complicada y triste. El modelo económico que el gobierno impuso hace un cuarto de siglo ha sido un fracaso. La pobreza aumenta y la violencia se generaliza. El modelo de transformación política que se nos vendió en 2000 ha resultado ser un espejismo. Los engaños de la clase gobernante se multiplican. Carecemos de un proyecto nacional coherente y justo.
En lo político nos han rebasado muchos países latinoamericanos y en materia económica nos encontramos en los últimos lugares de la región. En el campo de la educación estamos a la cola de las naciones de la OCDE, organización a la que ingresamos cuando por decreto presidencial pasamos a ser un país desarrollado. Hoy dependemos como nadie de un solo país y el precio de esa dependencia es prohibitivo.
A los jóvenes recién ingresados al SEM les tocará representar al país que tenemos hoy. No hay de otra. Tendrán que armarse de paciencia y tratar de mejorarlo. Siempre resulta más satisfactorio servir a México fuera de México cuando ese México es motivo de orgullo.