n Estados Unidos se debaten ahora dos cuestiones referidas a formas distintas del problema del arreglo de lo colectivo. Una es la reorganización de la estructura del sistema financiero y las pautas de la regulación de las transacciones para salvaguardar el interés de los ahorradores y de los deudores. Otra, el cambio en el sistema de salud pública para ampliar la cobertura a la gente que no cuenta con seguro médico.
En ambos casos hay argumentos encontrados que marcan modos distintos de la cooperación y el conflicto. Las autoridades han intervenido extensamente para salvar al sistema bancario y de seguros a expensas del ciudadano y con los impuestos que se pagan. Proponen ahora nuevos esquemas para regular a las instituciones financieras, luego de los excesos cometidos.
Las dos partes vienen de una larga juerga en la que participaron con gran entusiasmo viendo cómo se expandían los mercados, se creaban nuevos instrumentos para hacer transacciones. Suponían que se podían controlar los riesgos mediante modelos matemáticos y, finalmente, propiciaron una gran acumulación de deudas que no se pudo sostener más. La fe en la autorregulación no sirvió.
Obama tuvo que seguir el camino que emprendió Bush al final de su gobierno y prácticamente con la misma gente. No es claro aún que las reformas sean de la profundidad que se requiere, ni en la arena de las empresas ni en la de los mercados de deuda. Los intereses privados siguen por encima de los colectivos en una disputa distributiva surgida por la crisis y que ha sido ya muy costosa y lo será aún por buen tiempo.
Por otro lado, Obama lanzó su ofensiva para modificar los esquemas de cobertura de la seguridad pública. Una forma de su iniciativa ha ido avanzando en el Congreso y se espera que alrededor de 30 millones de personas cuenten con acceso a los servicios de salud. Para los demás, los que ya tienen seguro por los empleadores, no habría muchos cambios y podría incluso encarecerse la parte que deben pagar.
La derecha más obstinada se ha opuesto con un debate acerca de la libertad de elección sobre el método de aseguramiento y las opciones de servicios de médicos y hospitales. No les gusta para nada que el gobierno se meta con ellos.
La libertad es un tema complejo, así se sabe desde siempre. Este rasgo esencial se advierte con nuevas modalidades en distintas épocas. Eso se advierte hoy, sobre todo en sociedades que se han ido haciendo crecientemente desiguales en los últimos 30 años. La libertad se vuelve más fácilmente defendible cuando se tiene acceso a lo que ella representa, aunque los demás no puedan disfrutarla. En abstracto, es de poca utilidad práctica.
El mercado no arregló automáticamente los excesos de la especulación y tampoco la exclusión de parte de la población de los servicios básicos, como el de la salud. Como ha sido el caso del sector financiero, ahí hay un espacio para la intervención del Estado. Los sectores progresistas no están conformes tampoco; querían más.
La sociedad estadunidense está bastante atrasada en el campo de la seguridad social con respecto a otros países. No se pueden seguir manteniendo en el discurso las virtudes de la democracia con flagrantes diferencias en las condiciones de vida y de satisfacción de las necesidades básicas de la gente. Eso ya no se puede ni en el país de los padres fundadores.
Será interesante ver si en los asuntos aquí señalados puede marcarse una nueva ruta de acuerdos colectivos que promuevan una mayor seguridad y el bienestar tanto en términos económicos como sociales.
Tras la depresión de la década de 1930 se logró avanzar por la vía del acuerdo colectivo mediante las políticas del Nuevo Trato. Pero luego las contradicciones que ya estaban sembradas desde finales del siglo antepasado llevaron a la repetición de la guerra mundial, una vez más, en 1939. Nada es previsible.
En cuanto a la seguridad social, no fue sino hasta 1965 cuando se creó el sistema del Medicare y luego el Medicaid. Ya no alcanzan como parte de la política social en un marco de enorme encarecimiento de los servicios de salud y de un sistema obtuso y dispendioso de aseguramiento médico privado.
El mero crecimiento del producto y del empleo no son suficientes, pero sí necesarios para generar bienestar y crear condiciones sostenibles de convivencia. Reordenar la sociedad para una nueva etapa de posglobalidad a la manera en que se requiere en adelante para evitar enfrentamientos cada vez más fuertes en las sociedades ricas, en las emergentes y las pobres exige de la acción política cada vez más ilustrada.
Cuesta, en efecto, mucho trabajo establecer acuerdos para ordenar la vida colectiva. Los ecos de estas polémicas no nos son ajenos en México. No se trata sólo, como bien sabemos, de tener un conjunto de leyes que proveen las pautas de comportamiento: lo que está o no permitido hacer. Se trata, también, de que exista el entramado de instituciones que hagan que las cosas funcionen y se cumpla lo que está dispuesto. Esto es aquí bastante difícil y se vuelve crecientemente problemático y lo resentimos cada vez más.