e asegura que será el próximo año en México (sede de la conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático, la COP 16) cuando se tomen los acuerdos para contrarrestar el calentamiento global. Pese a esta responsabilidad, a esta papa caliente, nuestro país fue virtualmente marginado del grupo que en Copenhague negoció los acuerdos que allí se tomaron: Estados Unidos, China, India, Brasil, Sudáfrica. Faltó liderazgo, dicen algunos analistas y los funcionarios que se atreven a la autocrítica. Y esa falta de liderazgo se explica por los vacíos locales que existen para reducir la generación de gases de efecto invernadero. Para comenzar, dos empresas paraestatales, que debían dar el ejemplo, son responsables de las dos terceras partes de todos los gases de efecto invernadero generados por la industria nacional: Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad.
Pese a tantas promesas, ni esas dos empresas ni las demás que reportan datos sobre la materia han disminuido la generación de esos gases. Por el contrario, las emisiones aumentaron más de 40 por ciento en 20 años debido al alto consumo de energía y la generación de basura. Cada año es mayor la quema de combustibles fósiles en el transporte, la industria, los servicios y la agricultura por la falta de medidas que alienten un menor uso de hidrocarburos y uno mayor de energías limpias
; por la falta de un transporte público eficiente y no contaminante, en vez del modelo actual que descansa en el uso del automóvil y de unidades de transporte deficientes, obsoletas desde el punto de vista ambiental. Cuando el uso del ferrocarril es prioridad en el mundo, aquí lo ignoramos.
Tampoco hay progreso en la conservación y buen manejo de los ecosistemas marinos, de los 11 mil kilómetros costeros, asiento de una biodiversidad incalculable y recursos naturales que, bien administrados, pueden beneficiar a las poblaciones locales y al resto del país. A pesar de que esos ecosistemas brindan servicios ecológicos que benefician a la sociedad, prevalece la contaminación, la sobrexplotación y la falta de planeación de la franja litoral.
Mientras, la temperatura media anual se elevó en México 0.6 grados en promedio los pasados 38 años. Hay un calentamiento mayor de las áreas urbanas, en especial las megaciudades. Además, son mayores los riesgos de sequía y un abasto insuficiente de agua para uso doméstico. A mayor temperatura, más demanda de agua en las labores agrícolas, que consumen alrededor de 80 por ciento del líquido utilizado.
Se reconoce al país por su iniciativa del Fondo Verde, cuyo éxito depende de las decisiones de las grandes potencias industriales. Pero no se tienen las políticas públicas, la coordinación institucional y hacia los sectores productivos y la sociedad para que las promesas oficiales se conviertan en realidad. Por ejemplo, en cuanto a disminuir la demanda de combustibles fósiles e incrementar las energías alternas. En este último campo, el negocio lo controlan cada vez más las trasnacionales españolas. Mucho menos existe un programa que haga realidad el uso sustentable de los abundantes recursos naturales y de otra índole que el país posee. De manera destacada, el incremento, conservación y uso racional de las superficies boscosas y selváticas, diezmadas cada día, pese a tantas promesas gubernamentales. En este campo, hace falta la participación real y no clientelar ni electorera de quienes viven en el sector rural.
En fuentes generalmente bien informadas se dice que hoy el gobierno anunciará recursos suficientes (por lo menos uno por ciento del producto interno bruto anual) para las tareas de adaptación y mitigación de los efectos que ya causa el cambio climático. Que ahora sí será efectiva la participación de las organizaciones no gubernamentales y de la población en general en la tarea de elaborar y hacer realidad una verdadera política de Estado para enfrentar el cambio climático. Excelente noticia, si no fuera porque hoy la jerarquía católica y sus seguidores celebran el día de los Santos Inocentes.