Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
La Trampa: Alva y López
CHRISTIAN BARRAGÁN
Ballagas o el hedonismo sensualista
JUAN NICOLÁS PADRÓN
El último libro de Emilio Ballagas
ENRIQUE SAÍNZ
Emilio Ballagas: desde su prosa, la poesía
CIRA ROMERO
Poemas
EMILIO BALLAGAS
Rock09. Quince discos para soportar malos tiempos
ROBERTO GARZA ITURBIDE
Leer
Columnas:
Galería
ANDRÉS VELA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Tintero 2009 (II DE IV)
El árbol (México, 2009, 70’). Dirección: Carlos Serrano Azcona
(Madrid, 1969). Guión: Carlos Serrano Azcona. Fotografía: David
Valdeperez. Edición: Manuel Muñoz, Carlos Serrano Azcona,
Carlos Reygadas. Producción: Carlos Serrano Azcona, Jaime Rosales,
Jaime Romandía, Carlos Reygadas. Intérpretes: Bosco Sodí,
Mayte Cedeño, Montxo Obeso, Rodolfo Gilmartin, Ana Casado, María
Dolores Nadal.
Los apenas setenta minutos de pietaje que tiene esta cinta impiden
considerarla un largometraje, puesto que la usanza dicta que
estos últimos duran, como mínimo, hora y media. Empero, la poca
costumbre de Nopocos para habérselas con una historia que se
narra pausada, incluso morosamente, pueden hacerlo sentir que la
película es “demasiado” larga, donde el entrecomillado significa lo
que usted ya sabe: a despecho de los vicios adquiridos por Nopocos,
no hay en El árbol tremendismo actoral, ni abuso editor o fotográfico
que le dé a la cinta el chocante aire videoclipero tan socorrido de
unos años a la fecha; tampoco salpicadas infames de musiquillas en
sustitución de verdaderos picos dramáticos, ni diálogos que tienen
de florido lo mismo que de insustancial, etecé. Lo que hay es una
historia cuya plausibilidad se mide en función de cuán familiar, cuán
próximo a la cotidianidad de cualquier espectador es aquello que
se cuenta: la separación de una pareja heterosexual, la prohibición
judicial para que el paterfamilias se acerque siquiera a su ex mujer
y sus hijos, el escarnio al que el hombre es sometido sólo por el
hecho de ser y de comportarse de cualquier otro modo que no sea
el considerado “normal”, socialmente aceptado.
Escena de El árbol |
Hablando de prejuicios, hay un par de aspectos que tal vez obligarían
a Másdeuno a desertar de la sala donde El árbol estuviera
exhibiéndose: el primero es de corte chovinista, ya que, aun habiendo
sido registrada como
producción mexicana, la cinta
fue escrita, dirigida, editada y
producida por un realizador
español. El segundo aspecto,
que por otro lado aporta elementos
para hacer de ésta una
cinta mexicana, es sin embargo
algo que, lamentablemente,
repele al ya citado Másdeuno:
Carlos Reygadas, autor
de Japón, Batalla en el cielo y
Luz silenciosa, funge aquí en
calidad de coproductor y coeditor, y no
es difícil ver en El árbol la impronta de
su estilo.
Amor en fin (México, 2008, 90’). Dirección:
Salvador Aguirre. Guión: Salvador
Aguirre, Carmen Galán, José Ángel
Montiel. Fotografía: Guillermo
Granillo. Edición: Roberto Bolado. Producción:
Mario Mandujano. Intérpretes:
Adriana Barraza, Daniel Giménez
Cacho, Paola Núñez, Lilia Mendoza,
Luis Ernesto Franco, Juan Carlos Barreto,
Sophie Gómez.
Hace nueve años, a Salvador Aguirre
le correspondió el honor de inaugurar,
con De ida y vuelta (2000), el programa
de óperas primas del Centro Universitario
de Capacitación Cinematográfica de
la UNAM. Poco después, el estupendo cortometraje
De Mesmer con amor o té para
dos, realizado en codirección con Alejandro
Lubezki, lo hizo acreedor del
Grand Prix de Cortometraje y el Petit Rail
d’Or de la 41ª Semana Internacional de
la Crítica en Cannes. Típica suerte del
cineasta nacional, debió pasar casi una
década desde su primer largo de ficción,
para que Aguirre levantara su siguiente
proyecto, es decir este Amor en fin en el
cual, ya sea de manera intencional o involuntaria,
añade una cinta más a las
que se van acumulando en el casillero
de las historias múltiples, más o menos
cercanas, más o menos entrelazadas,
que se hacen caber bajo la égida de
un solo concepto, así como de un tiempo
y un espacio físico compartidos. La
mínima sinopsis que se hizo circular es
elocuente al respecto, cuando resume
así la propuesta: “Tres piezas de amor [...]
Tres clases sociales. Tres mundos diferentes.”
El hilo conductor o, si se quiere,
la argamasa que las une es el hecho de
que las tres tienen lugar en Ciudad de
México, precisamente el fin de semana
previo a las elecciones presidenciales
de 1988, es decir aquéllas con las que el
aparato gubernamental defraudó a la
nación entera no por primera vez en la
historia, pero sí con una cachaza hasta
entonces inédita. De todo lo antedicho,
Aguirre se hace en realidad un eco más
bien escaso, concentrándose en el desarrollo
de sus tres historias de amor, que
de algún modo se plantean el refugio del
individuo precisamente en lo que más
tiene de individual –valga la inelegancia–,
frente a una realidad social que no
solamente lo rebasa, sino que puede anularlo
y en efecto lo anula, en cuanto a la
toma de decisiones que debieran ser colectivas
pero que, en los hechos, son tomadas
por un puñado de plutócratas.
(Continuará)
|