Otra vez Jorge Vergara quedó como un villano
orge Vergara y Rafael Lebrija convirtieron en mártir a Ramón Morales. Como si el dueño de Chivas no tuviera suficientemente inconforme a su afición tras el pésimo torneo brindado –tercero sin clasificar a la liguilla– sembró más protestas, animadversión y dudas tras las medidas adoptadas al dar de baja a tres jugadores sinónimo de experiencia: Morales, Gonzalo Pineda y Amaury Ponce.
Es decir, el Guadalajara de Vergara-Lebrija va contra el adagio futbolero que afirma que los jóvenes ganan partidos, pero los hombres de experiencia, títulos. Inclusive, contradice su tristemente célebre frase, aquella que inmortalizó cuando tildó de caguengues (léase buenos para nada), a sus jugadores que corrían sin ton ni son. Ahora resulta que para el torneo Bicentenario 2010 se la jugará con la chamacada.
Y fiel a su costumbre de no gastar en estrategas, las riendas del rebaño imberbe seguirán en manos del Güero Real, quien resultó un corre ve y dile
en el caso de Ramoncito, al asumir sin chistar la infame tarea de anunciar las bajas; lo hizo de sopetón, sin tacto ni estilo, y desató la polémica.
Peor aún, el gran refuerzo resultó un Adolfo Bautista, cuya única fama es ser conflictivo. A nadie se le olvida que Itamar Batista salió de Jaguares diciendo “si se queda el Bofo yo me voy”.
Bautista es un jugador que habría encajado perfecto en aquel Toros Neza del Turco Mohamed, el creativo argentino que se daba el lujo de caminar cuando su equipo perdía el balón, confiado en que tenía nueve compañeros que corrían a toda velocidad para recuperarlo. Sólo que al nuevamente rojiblanco le falta el carisma que aquel derrochaba. En favor tiene algo muy importante: es capricho de Vergara, quien llegó hasta preferirlo sobre el Chepo de la Torre, uno de los mejores técnicos de la actualidad.
Para calmar la tempestad y lavar un poco su imagen, la directiva tapatía optó por obsequiar la carta a Morales, de perfil zurdo, después de que el ultimátum había sido Chivas USA o el retiro. El final feliz para el michoacano de 34 años es que le llovieron ofertas y pese a su elegante silencio se va con todo el cariño de la afición rojiblanca.
Desde ya va perdiendo la partida por el no descenso el cuadro fronterizo. Mientras Indios ha hecho discretas contrataciones, como la de Arturo Alvarado, Jair García, el hondureño Emil Martínez y el brasileño José Carlos Dias, Querétaro es el equipo que más se ha reforzado: adquirió a los argentinos Julio César Laffatigue y Javier Elizondo, así como a los mexicanos Alejandro Corona, Héctor Altamirano y Germán Villa, y todavía hace ruido con la presunta búsqueda de Nery Castillo.
Entre los rescoldos de una final que hundió en la depresión a varios cementeros, cabe resaltar que hay estadios que pesan y el Azul es casi lo mismo vacío que lleno. En ese renglón, la final entre regios y celestes fue absolutamente desproporcionada. No resultó casual el amargo discurso del Ojitos Meza, quien con la derrota a cuestas reprochó a sus seguidores la inconsistencia y pidió que acudan a apoyar al equipo, no sólo en la liguilla, sino durante todo el torneo.
Lo cierto es que el reclamo también debió hacerlo hacia la directiva, la cual, sin cuestionar si tal medida es justificada o no, desvía una importante suma de boletos hacia trabajadores de la cooperativa. En el estadio Azul había pasmo, nervios, pero jamás retumbó el azuzante: ¡Sí se puede, sí...!
, ese que a la máxima potencia de decibeles y rugiendo desde los cuatro costados llevó a tres títulos al Toluca, y que también se escuchó en el partido de ida en el Tec, cuando los Rayados estaban casi en la lona.
Ya se verá de qué está hecho Christian Giménez, quien tuvo su oportunidad en un equipo grande, pero pasó sin pena ni gloria por el América en 2005. Ojalá no ocurra lo mismo que con el portero Jesús Corona, quien llegó del equipo que menos presión mediática tiene, los ahora Estudiantes, y cuyos errores fueron factor de peso para que los celestes se quedaran con las manos vacías.
Y qué decir del hondureño Ramón Núñez, quien brilló en el Puebla como el Chaco en Pachuca, pero en La Máquina simplemente se apagó.
Los técnicos se alimentan de la sabiduría de sus auxiliares y saben reconocer el momento de dotarse de un revulsivo. Basta el ejemplo de Javier Aguirre, quien ha trabajado con Ignacio Ambriz, Omar Arellano y ahora al lado de Mario Carrillo. O de Enrique Meza, quien ha hecho dupla con Carlos Barra, Chávez Carretero y Eugenio Villazón, entre otros.
Quizá, tras varios descalabros en el timón, ha llegado la hora de que Hugo Sánchez prescinda del fiel e incondicional Sergio Egea, que cambie los halagos por una voz más sabia con ideas nuevas.