Trabajan hasta 11 horas diarias y les pagan 10 pesos por cada bulto de 250 kilogramos
Los albergues, saturados; personal médico no acude para informar sobre la influenza A/H1N1
En la entidad hay 12 mil cañeros que producirán 830 mil toneladas de azúcar durante esta zafra
Lunes 21 de diciembre de 2009, p. 27
Cuauhtémoc, Col., 21 de diciembre. Cada temporada de zafra en este municipio, los tres albergues destinados a los cañeros se convierten en pequeñas colonias. A finales de noviembre arribaron al estado unos 800 cortadores junto con sus esposas e hijos, procedentes de Guerrero y de la sierra de Veracruz.
En los municipios del norte de Colima el tizne que se instala en patios, azoteas y calles inidica que los campos de cultivo están en plena actividad y el ingenio de Quesería se alista para procesar la materia prima.
Aída López viene de una comunidad de la Costa Chica de Guerrero con su marido José y cuatro hijos. Se instaló en el albergue El Cóbano, donde convive con tanta gente que no se atreve a calcular una cantidad.
Dice que luego de 15 años ya se cansó de llegar al mismo lugar, pero su marido no quiere irse. Donde vivimos no hay trabajo, pero nos mantenemos de cualquier cosa. Aquí no se puede vivir
. Su esposo y un hijo se van al corte de caña, de sol a sol. A veces las jornadas son hasta de 11 horas.
Tiene una hija casada que repite su historia: su esposo es cortador de caña y están en el mismo albergue. Otras dos de sus hijas los acompañan, pero ya no querían venir porque quieren estudiar; están en la secundaria y aquí las metimos a una escuela en Cuauhtémoc
.
Para ayudar a sus maridos, las mujeres preparan comida no sólo para su familia, sino también para vender a los hombres solteros del albergue. “Pero pagan re’ poquito, como 300 pesos a la semana. No sale ni a 15 pesos la comida”, se queja Aída.
Los albergues cañeros de El Cóbano y El Trapiche carecen de servicios elementales. El de Quesería tiene poco de haberse construido y sus instalaciones son más funcionales.
En El Cóbano, donde conviven la mitad de los 800 cortadores de caña y sus familias, la vida no es fácil. Los cuartos miden aproximadamente dos por dos metros cuadrados, donde se hacinan hasta seis integrantes de una familia; una cortina hace las veces de puerta. Sólo una cama en cada habitación.
Más pollo en Navidad
Fuera de los cuartos, las mujeres improvisan cocinas al aire libre; se protegen del sol con mantas o colchas amarradas a estacas clavadas en la tierra; sobre piedras y montones de leña colocan un comal y encima de éste las ollas con comida.
La dieta de los cortadores de caña y sus familias se basa en frijoles, huevos, pollo y plantas que ellos mismos siembran. La Navidad, asegura Aída, es como cualquier otro día, excepto porque los hombres se emborrachan desde temprano, ponen música
y todos pueden comer un poco más de pollo.
Las mujeres pasan una buena parte de su tiempo en los lavaderos, instalados en una larga hilera, donde aprovechan para platicar mientras quitan a mano el tizne y la mugre de las ropas de los hombres.
Al lado de los lavaderos se encuentra una fila de sanitarios, insuficientes para la cantidad de habitantes del albergue. Las mujeres cuentan que debido a que las viejas puertas de metal o madera (muchas inservibles) o cortinas de los sanitarios no son seguras, procuran asearse cuando los hombres están trabajando, pues por la noche, cuando el lugar se llena, no hay privacidad ni para ir al baño.
Los niños aparecen por todos lados, corren y juegan en la tierra. Las horas de clases dan a sus madres un respiro. En los albergues se acondicionaron aulas donde los menores reciben educación prescolar con personal del Consejo nacional de Fomento Educativo, y de la primaria se encarga la Secretaría de Educación; por cada nivel educativo, un maestro atiende a los niños de todos los grados. Sin embargo, son pocos que terminan su educación, debido a la constante movilidad de sus familias.
Cuando los cortadores de caña con contratados por los productores, se les registra ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS); sin embargo, en los albergues de El Cóbano y El Trapiche, las autoridades estatales de salud no se han presentado ni siquiera para orientarlos sobre la influenza A/H1N1.
Heriberta López, procedente de la sierra de Veracruz e instalada en el albergue de El Trapiche, cuenta que ellos escucharon algo de esa enfermedad en su pueblo, pero aquí nadie los ha visitado para orientarlos sobre éste o cualquier otro padecimiento. Ni siquiera tienen radio o televisión para enterarse de las noticias.
El secretario de Salud del estado, Saúl Adame Barreto, informó que antes de la llegada de los cañeros los albergues fueron fumigados para prevenir la propagación del mosco transmisor del dengue.
En Colima hay alrededor de 4 mil productores cañeros, que siembran 12 mil hectáreas. Para la zafra 2009-2010 tienen proyectado obtener 830 mil toneladas de caña, de finales de noviembre hasta abril o mayo.
Agustín Facio Rogelio, presidente de la Unión de Productores de Caña de Azúcar del Ingenio de Quesería, adherido a la Confederación Nacional Campesina (CNC), explicó que para sembrar una hectárea de caña se requieren cinco personas, pero para el corte se necesitan hasta 30 trabajadores por parcela.
Armando Alcaraz Méndez, jefe de programación de cosecha del ejido cañero de Quesería, explicó que debido a que el número de cortadores en el estado es insuficiente, cada año, a partir de septiembre, se ofrecen a jornaleros de Veracruz y Guerrero mil 500 pesos por persona para gastos de transporte. Este año la Secretaría de Desarrollo Social de Guerrero ofreció a los trabajadores de esa entidad 700 pesos más.
Cada cortador debe hacer bultos de 250 kilogramos de caña quemada; este año cada bulto se paga a 10 pesos.
Los productores dicen que la insalubridad en los albergues cañeros se debe a las costumbres de los trabajadores y sus familias, pues auqneue los albergues tengan servicios los usuarios no colaboran para mantener el lugar limpio y en buenas condiciones.