El arte de las ilusiones, título del libro más reciente de José Antonio Rodríguez
Sábado 19 de diciembre de 2009, p. 6
La historia de cómo fueron aplicados los conocimientos ópticos –la linterna mágica, la fatasmagoría, el panorama, el cosmorama y el diorama– que creaban una ilusión visual es abordada por José Antonio Rodríguez en su nuevo libro El arte de las ilusiones: espectáculos precinematográficos en México.
El experto documenta qué tipo de cinematografía y de sistemas de representación mediante proyecciones (espectáculos de imágenes técnicas) había en México antes de los Lumière.
En entrevista, Rodríguez explica que a lo largo de sus viajes y al acceder a varios archivos detectó un fenómeno: que no había documentos en el país sobre el uso de la linterna mágica, aparato de proyecciones de finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el que se realizaron espectáculos llamados fantasmagorías.
Esa historia es conocida en Europa y Estados Unidos, ya que existen investigadores que había creado precinema, pero aquí no había nada. La prensa de la época detectó circunstancias de personajes que en México exhibieron proyecciones y no sólo en el Distrito Federal, sino en Veracruz, Yucatán y Guadalajara.
Según Rodríguez, mediante la proyección de luz en vidrios y con dibujos de calaveras o fantasmas, se realizaron los espectáculos de imágenes que fueron formando a los espectadores de lo que luego conoceríamos como cine.
El arte de las ilusiones, que obtuvo mención honorífica en el Premio Francisco Javier Clavijero del INAH 2006, relata la historia hasta hoy escasamente estudiada de cómo la sociedad mexicana, mucho antes de ese agosto de 1896 cuando el cinematógrafo de los hermanos Lumière fue presentado en México, se adaptó al espectáculo de las imágenes proyectadas, a sus exhibiciones mediante proyecciones redimensionadas.
En su investigación, el historiador del arte descubre a personajes insólitos como Andrew Oehler, alemán-estadunidense, quien en 1806 en México, por sus aterradoras visiones en un aparato fantasmagórico fue detenido por la Santa Inquisición
“Otro de los personajes que aparecen a lo largo de un siglo y medio es Sor Juana Inés de la Cruz, quien hacia finales del siglo XVII conoció la linterna mágica en el país y lo cita en su poema Primero sueño”, agrega el investigador.
“A los historiadores del cine mudo en México –indica– no sé porqué razón esta faceta histórica de la visualidad no les interesó. Creo que este tipo de información, de historia visual, debimos tenerla desde mucho antes, pero a los historiadores de cine no les interesaba porque no se movían y no había una tecnología meramente cinematográfica.”
Persecución de linternistas
En su libro, Rodríguez analiza la manera en que se dieron las condiciones históricas, plásticas y tecnológicas para que el cine, como espectáculo y como cultura de la imagen ocurriera. “El lector podrá constatar que conforme se acerca 1896, la tecnología que desembocará en el cinema no es la única que adquiere relevancia, sino que, igualmente, los panoramas, los dioramas y los diversos espectáculos –algunos vinculados al teatro y al circo– tuvieron también una significativa presencia”.
Las primeras proyecciones en el país, aclara, fueron fascinantes y sorprendentes
, ya que se presentaban historias agradables como el nacimiento de Jesús, así como imágenes de fantasmas y seres diabólicos. Aquello causaba espanto, temor y algunos linternistas fueron perseguidos como Oehler
.
Asimismo, destaca como referencia obligada de la historia visual, El gran arte de la luz y de las sombras, volumen de Athanasius Kircher que pertenece al acervo reservado de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La obra incluye los principios físicos y ópticos del objeto denominado, por el jesuita alemán, linterna mágica. “Lo que poco se ha destacado de los orígenes remotos de las proyecciones es que las innovaciones de Kircher sirvieron para que, poco después de publicado su libro, un matemático danés, Thomas Walgens, se valiera de las propuestas del erudito para construir sus propias linternas de proyección.
José Antonio Rodríguez considera que estudiar la arqueología de los medios visuales equivale a conocer cómo nos transformamos en receptores de información y cómo fuimos atisbando nuevas visiones.
La historia de los espectadores es así, una historia de adecuaciones. Los deseos se convirtieron en imágenes, y éstas, en receptoras de ilusiones.