Cultura
Ver día anteriorViernes 18 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Función inaugural de la breve temporada en el Auditorio Nacional

Incontenible emoción de niñas y niños al ver la coreografía de El cascanueces

Imponente escenografía y algunos resbalones de los bailarines marcaron la velada de la CND

Afuera del recinto, vendedores ofrecían el dvd pirata de esa obra con música de Shaicosquis

Foto
Escena de El cascanueces Foto Cortesía de la Producción
 
Periódico La Jornada
Viernes 18 de diciembre de 2009, p. 5

Entre la tradición y el ritual familiar, asistir a El cascanueces para muchos es una cita obligada, impostergable cada año en estas fechas.

Se trata de algo semejante a lo que ocurre en primavera con El lago de los cisnes, el cual, dicho sea de paso, cuenta también con música de Chaikovsky (mejor conocido como Shaicosquis entre los vendedores del dvd pirata de la función a las afueras del Auditorio Nacional).

Nada importa si la historia y cada uno de los pasos y movimientos de sus coreografías resultan conocidos de cabo a rabo. Son clásicos que, verdad de Perogrullo, siempre gozan de un aire renovado, fresco, y nunca dejan de maravillar ni conmover.

Quizá con esa certeza, de forma consciente o inconsciente, fue que el pasado miércoles cientos de personas se abrigaron para hacer frente al gélido airecillo de la noche y acudieron al Auditorio Nacional para disfrutar de la función inaugural de la breve temporada que la Compañía Nacional de Danza (CND) ofrece de El cascanueces.

Larga espera de 12 meses

Sin importar la hora en que termina el espectáculo (pasadas las 10 de la noche) y que todavía no comienzan las vacaciones escolares, fue notorio y reconfortarte observar a decenas de niñas y niños que alegraron el coloso de Reforma.

Para muchos de esos pequeños la espera de 12 meses había sido muy larga, para otros la emoción era incontenible, al ser su primera vez. Había también quienes estaban allí a regañadientes, obligados por sus padres o algún familiar; y no podían faltar los que permanecieron fastidiados, de principio a fin, aunque fueron los menos.

Las miradas, las exclamaciones y comentarios de asombro no tardaron en irrumpir entre ese público infantil al comenzar la función. El primer impacto llegó de la mano de la imponente escenografía.

Ésta fue diseñada por Laura Rode y desde el primer momento sorprende ver cómo dos gigantescos soldaditos de plomo, como de cuatro metros de altura, flanquean el telón, lo abren y lo cierran entre cada uno de los actos de la obra. Es una escenografía que, en la primera parte, lo mismo transporta a las antiguas calles de alguna capital europea que nos adentra a una majestuosa residencia en la que los personajes, muebles y demás objetos cambian de tamaño.

En la segunda, sitúa a la audiencia en un suntuoso salón de un palacio salido de un cuento de hadas.

Otro elemento de azoro es el vestuario, debido a Carlo Demichelis. Llamativo, recrea un mundo de fantasía poblado por ciudadanos europeos de siglos pasados, juguetes (muñecas y soldaditos) y animales gigantescos, hadas de nieve y de azúcar, princesas y príncipes encantados, arlequines, flores, bailarinas y personajes de lejanos confines geográficos.

Y las bocas se hicieron como una letra o alargada hacia arriba y los ojos chispearon de alegría, de principio a fin, con cada una de las evoluciones de los bailarines de la CND.

Virtuosismo en la parte musical

Fue una actuación de contrastes en la que varias de las ejecuciones magistrales de algunos solos y duetos –sobre todo los primeros que efectúa en la segunda parte la bailarina Iratxe Beologui, en el papel del Hada de Azúcar– se vieron empañados por ciertos resbalones en los que de vez en cuando incurrió el cuerpo de baile: trompicones, giros incompletos y falta de coordinación, particularmente notorios durante la primera parte de la coreografía.

Para el recuerdo, sin embargo, quedarán varias postales de onírica hermosura, escenificadas durante el segundo acto, el más conocido por su música y, por tanto, el más gustado para muchos. Una fue en el vals de las flores, donde una veintena de pétalos-bailarinas parecen flotar y difuminarse como acontece cuando uno cae en esa frontera entre la vigilia y el sueño.

La parte impecable de la velada, durante sus dos horas de duración, fue la musical, merced al virtuoso desempeño de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, la cual confirma lo bien aceitada que está su maquinaria.

Al frente actúo como batuta huésped el director Tadeusz Wojciechowski, cuya fuerte personalidad compagina con aquellos pasajes de gran poder que hay en la música de don Shaicosquis (vendedores dixit) y contrasta con esas partes de delicada sutileza de la misma, en la que el sonido parece estar a punto de resquebrajarse.

El cascanueces, con la CND, se mantendrá en el recinto de Paseo de la Reforma hasta el 23 de diciembre, con funciones el viernes a las 19 horas, sábado a las 17 y 20 horas; domingo a las 12:30 y 17 horas, y martes y miércoles a las 16 y 19 horas.