La Casa Blanca quiere firmar antes que Obama reciba el Nobel
Martes 8 de diciembre de 2009, p. 23
Moscú, 7 de diciembre. Rusia y Estados Unidos aún no han podido consensuar un nuevo pacto de desarme nuclear, que sustituya el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START, por sus siglas en inglés), cuya vigencia expiró el sábado anterior, por un doble nudo de problemas.
El primero se refiere a una poderosa razón de forma y hay elementos para suponer que, a partir de mediados de esta semana, se resolverá por sí mismo.
El segundo, en cambio, tiene que ver con el fondo y es algo más delicado en cuanto atañe, a corto plazo, a los parámetros técnicos de los respectivos arsenales –aunque sin aparente riesgo de poder derivar en divergencias irreconciliables–, y mantiene, a largo plazo, las dudas de Rusia respecto del escudo antimisiles de Estados Unidos en su nueva modalidad móvil
, cuyos alcances y ubicación geográfica todavía no ha precisado Washington.
Las negociaciones continúan en Ginebra, Suiza, pero es poco probable –no imposible– que entre este martes y el miércoles se acuerde un texto definitivo que pudiera firmarse antes del siguiente jueves, a menos que Estados Unidos haga alguna concesión espectacular de último momento.
De palabra, ni Moscú ni Washington tienen prisa después de que, el viernes pasado, anunciaron su intención de lograr la pronta entrada en vigor de un nuevo acuerdo de reducción de armamento estratégico
, comprometiéndose, en el mismo comunicado conjunto, a seguir colaborando en el espíritu
del START en tanto se suscribe un nuevo pacto.
Sin embargo, apenas un día después de expirar el START, las autoridades rusas pidieron a un grupo de inspectores estadunidenses concluir su misión de observación y abandonar Voktinsk, donde se fabrican los misiles de última generación Topol-M y los de emplazamiento en submarinos Bulava, según un boletín de prensa distribuido por la embajada de Estados Unidos.
El Kremlin y la Casa Blanca saben que la pronta entrada en vigor
de un nuevo tratado de desarme nuclear, en el supuesto de que se firmara en estos días, puede llevarse meses por el complejo procedimiento de ratificación en ambos parlamentos.
Pero la ceremonia de firma, como seguro golpe de efecto que es, se volvió desde el sábado anterior motivo de negociación adicional. Para Rusia, es factible firmar el tratado antes de fin de año, mientras la Casa Blanca preferiría que fuera antes del jueves próximo, día en que el presidente Barack Obama recibirá en Oslo, Noruega, el Nobel de la Paz, sin que hasta ahora pueda presentar ningún logro que justifique la distinción.
La extraña decisión de otorgar a Obama este año el Nobel de la Paz es precisamente el problema de forma en la negociación del nuevo pacto de desarme entre Rusia y Estados Unidos. Desde la perspectiva del Kremlin, su titular, Dimitri Medvediev, no debe desempeñar el papel de comparsa de nadie y ello determinó que no hubiera firma antes del 5 de diciembre.
En cuanto a las divergencias de fondo, según ha trascendido y por mencionar sólo algunas, todavía no hay acuerdo respecto del nivel mínimo de portadores (misiles instalados en tierra, submarinos y bombarderos estratégicos) de ojivas nucleares o al mecanismo de verificación sobre misiles balísticos intercontinentales sin emplazamiento fijo.
Tampoco hay entendimiento en torno a la exigencia rusa de que los misiles intercontinentales estadunidenses con carga convencional se contabilicen junto con los que tienen cabeza nuclear y que éstas se calculen en función del máximo que cada misil puede llevar, al margen de que en este momento tenga sólo una.
Estados Unidos se resiste a reconocer, como quiere Rusia, una clara vinculación entre armamento ofensivo y defensivo y, sobre todo, a incluir en el pacto una mención del futuro escudo antimisiles móvil de Estados Unidos, por considerar que éste no afectará el equilibrio estratégico entra ambas potencias nucleares.
Ninguno de estas controversias técnicas impedirá que se firme un nuevo START y, más tarde o más temprano, se encontrarán formulas de compromiso.
Para el Kremlin la cuestión, hoy por hoy, es cuándo firmar, consciente de que ello no evitará que dentro de unos años, cuando empiece a cobrar forma el escudo antimisiles móvil de Estados Unidos, tenga que sentarse a negociar de nuevo para contrarrestar una amenaza a la seguridad nacional de Rusia, tal vez mayor que la que hubiera representado aceptar que se instalaran una estación de radares en la República Checa y diez interceptores en Polonia.