l 3 de diciembre pasado, el Consejo Universitario de la UNAM aprobó, por unanimidad, otorgar a Adolfo Gilly el máximo reconocimiento académico de nuestra universidad, el de Profesor Emérito. Deseo, como investigadora de nuestra máxima casa de estudios y como alumna histórica de Gilly, sumar mi voz a dicho reconocimiento.
El doctor Adolfo Gilly –quien desde su adolescencia ha sido cosmopolita, transfronterizo, internacionalista, ciudadano del mundo– es un académico del más alto nivel en términos de su labor de investigación, docencia y difusión en el campo de la historia y del análisis político. También es portador de una voz pública controvertida y es líder de opinión e intelectual destacado de la comunidad universitaria nacional y latinoamericanista a escala mundial.
La obra escrita de Gilly tiene valor universal. Una parte importante de ella está dedicada al análisis de los problemas socioculturales, políticos y económicos actuales de nuestro país, así como de otras naciones de América Latina. Las casi dos decenas de libros de su autoría se caracterizan por abrir nuevos cauces, nuevas interpretaciones, no siempre aceptadas por el mainstream académico, pero siempre consideradas con respeto y en ocasiones convertidas en clásicos.
Otra porción importante de su obra tiene que ver con la teoría de la historia. En ella se presenta una visión crítica y propositiva sobre el qué hacer de la Historia y del historiador, dentro del contexto de las realidades latinoamericanas. En los años recientes, después de un trabajo de revisión a fondo de la obra de pensadores brillantes sobre la historia, como Benjamin, Polanyi, Gramsci, EP Thompson, Ranajit Guha y Guillermo Bonfil, en su libro Historia a contrapelo, una constelación (Era, 2006) Gilly teoriza con lucidez acerca de los temas de la dominación y la violencia en la formación de la conciencia política y de la experiencia de la subalternidad en la historia.
Este año, la editorial Ithaca publica nuevamente un libro de Adolfo titulado Historias clandestinas, que versa sobre el historiar y el vivir del subcontinente que muchos de nosotros, habiendo nacido en él o no, consideramos no sólo como nuestra casa, sino como la materia de muchas de nuestras obsesiones intelectuales, míticas, cívicas, políticas, culturales y humanas. La autonomía de la política de los subalternos, bien representada en este libro por las referencias a Ranahit Guha, es uno de sus ejes transversales centrales.
Muchos de los 16 ensayos que componen este texto están formados a partir de diversos conceptos, como utopía
, revolución y las cuatro mancuernas dominación/subalternidad
, violencia/justicia
, nación/nacionalismo
, identidad/mito/realidad
. El otro gran eje de este trabajo es el racismo, el profundo, sordo, violento y pertinaz racismo que sobre todas las cosas unifica la larga duración del tiempo latinoamericano. He trabajado por más de 10 años sobre la dimensión racial y racializada de nuestra historia como factor estructural de nuestra identidad colectiva, de los fundamentos sociales, míticos e ideológicos de nuestras naciones. En este camino me he encontrado múltiples y variadas resistencias, desde distintas disciplinas, a observar, a escuchar, a dar el peso que merece esta dimensión. Por ello no puede dejar de sorprenderme favorablemente la forma tan clara en la que Historias clandestinas la ve, la oye, le asigna el peso adecuado y se lo asigna bien.
En la obra de Gilly residen trabajos de gran importancia dentro de la historiografía de la revolución mexicana. Hay que destacar entre ellos algunos de reciente edición, como El cardenismo: una utopía mexicana (Cal y Arena, 1994) y Felipe Ángeles en la Revolución (Era, 2008). El primero representa la maduración, en el pensamiento de su autor, de una interpretación inédita e innovadora acerca del régimen del presidente Cárdenas y de la sólida visión que sobre el país tenía esta importante corriente de la revolución.
El segundo reúne una serie de ensayos que analizan la entrañable figura militar –porfirista, después maderista y carrancista y finalmente villista– del General Ángeles, quien ya había captado el interés de Gilly desde 1971, y al que le ha dedica gran parte de su tiempo y de su pasión histórica en los años recientes.
También es necesario volver a hablar del libro La revolución interrumpida. Este texto, publicado en 1971, que cuenta con 35 rediciones y traducido a varios idiomas, es un clásico importante de la historiografía de esta revolución, la primera del siglo XX en el mundo.
Hace un par de semanas, en el homenaje internacional que organizaron la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y El Colegio de México (Colmex) para Gilly, con el título Historiadores, Narradores y Troveros, el doctor Javier Garciadiego, destacado historiador y actual presidente del Colmex, dijo: “a este libro y al Zapata y la Revolución Mexicana, de John Womack, debemos nada menos que: uno: haber rescatado la historia del zapatismo de 1910-1920 del cajón empolvado en el que la historiografía oficial la había escondido por décadas, y dos: haber re-lanzado por cuatro décadas ya, gracias a dicho rescate, el debate historiográfico sobre la primera revolución del siglo XX a escala mundial.
Tras la primera edición de este clásico, Octavio Paz escribió a Gilly (La Jornada 04/12/2009, p.38) y Carlos Monsiváis destacó lo siguiente: Adolfo Gilly nos ha confirmado que la inteligencia crítica requiere de la pasión, que la Revolución Mexicana es un proceso legible y entendible y no una cadena de aberraciones históricas, que el juego de los héroes y los villanos pertenece a una visión rudimentaria y (por desgracia para nuestro proceso educativo) escolar. El libro de Gilly es una espléndida amalgama de análisis dialéctico, visión de un pueblo en armas, desmitificación a ultranza y hecho político
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Decimos sus muchos alumnos que Adolfo Gilly –con su visión crítica, abierta y alimentada de una preocupación constante por el conocimiento– ha sido y sigue siendo uno de los más grandes maestros de su área en la UNAM y en otras universidades. Nuestras voces podrían resumirse en las palabras que le dedicó en el homenaje arriba mencionado, Daniela Spenser, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios superiores en Antropología Social: A Adolfo Gilly, mi maestro de ayer, de mañana y de siempre
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Pero quisiera citar también estas líneas de Sinclair Thomson, historiador bolivianista de la Universidad de Nueva York, quien escribe: Adolfo Gilly ha tenido mucha influencia en mi generación y en las generaciones subsecuentes de estudiantes de posgrado, tanto los estadunidenses como los latinoamericanos que estudian en Estados Unidos. También he visto cómo su trabajo ha inspirado a colegas que trabajan en los Andes, donde muy diversos analistas políticos discuten la influencia de Gilly en su pensamiento y desde donde fluyen hacia la UNAM estudiantes que llegan a sus posgrados gracias al peso que en ellos ha ejercido la figura intelectual de Gilly
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John Coatsworth, desde la Universidad de Columbia, agrega: Puedo dar fe acerca del talento excepcional de Gilly como maestro. Como profesor visitante en Chicago ejerció una importante influencia sobre una generación de jóvenes académicos que se han convertido en historiadores distinguidos especializados en México y América Latina. La inspiración y la asesoría de Gilly jugaron un papel fundamental en su formación. En Harvard, donde dio varias conferencias, su impacto fue similar
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Las invitaciones a prolongadas estancias que universidades de prestigio en Estados Unidos –como Chicago, Columbia, Stanford, Yale, Maryland at College Park o la Universidad de New York– le han hecho a Adolfo Gilly son reflejo también de su estatura académica y del respeto que su trabajo tiene en el exterior. En este sentido, es patente que su palabra se ha convertido en una voz importante en las ciencias sociales y las humanidades a escala continental y también entre los latinoamericanistas del mundo entero.
Es entonces aceptado universalmente, no sólo en México, que la interpretación de Gilly acerca del México revolucionario y posrevolucionario ha roto no sólo con las interpretaciones más tradicionales y conservadoras de la historiografía oficial, sino también con aquellas de la izquierda más dogmática. Por ello Perry Anderson, historiador británico, actualmente catedrático de Historia en la Universidad de California y director, además, durante largos años, de la prestigiosa New Left Review, escribe: Gilly es un destacado intelectual, un historiador de punta de la Revolución Mexicana y un distinguido pensador acerca de la historia universal, desde los tiempos antiguos hasta los posmodernos
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Finalmente, Friedrich Katz, ilustre biógrafo de Pancho Villa, agrega: “Los muy amplios intereses de Gilly están ligados a esa muy suya, y muy poco frecuente, capacidad de desarrollar aproximaciones y análisis comparativos… Lo conozco desde hace casi 30 años y siempre me ha impresionado la originalidad de su pensamiento y su capacidad de síntesis”.
Adolfo fue además fellow, referee y miembro durante casi dos décadas del comité para América Latina de una de las asociaciones más generosas y progresistas del planeta, la Fundación Guggenheim, cuya filosofía fundamental es el sólido apoyo al talento, la búsqueda del conocimiento y la creatividad. Esta institución promueve todas las áreas, las humanidades, las artes y las ciencias, sin distinguir credos, pertenecías étnico-raciales ni ideologías.
En suma –y aquí me uno a las palabras pronunciadas por Alejandro Frank en la arriba citada sesión del Consejo Universitario–, Adolfo Gilly es un destacado intelectual cosmopolita. Es además un universitario y un académico en el más amplio sentido de la palabra. Un hombre siempre crítico y comprometido con la honestidad y la calidad, tres atributos de los que el trabajo de los universitarios debería siempre hacer gala. Su obra da lustre a la UNAM y a nuestro país. Por eso, al nombrarlo Profesor Emérito, honramos también a nuestra universidad, que se precia de su diversidad, pluralidad, alto nivel y el respeto a la divergencia
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*Investigadora titular de tiempo completo del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (Ceiich) de la UNAM